sábado, julio 23, 2005
Fuentes anónimas
El caso Plame ha reabierto el debate sobre el uso de fuentes anónimas en el periodismo, que se ha visto enriquecido por la renovada actualidad del caso Watergate después de la revelación del nombre de Garganta Profunda (el agente del FBI Mark Felt) y por la rectificación de la revista Newsweek, que no pudo confirmar la veracidad de las informaciones relativas a la profanación del Corán en la base de Guantánamo, facilitadas por una fuente anónima.
Son de sobras conocidos los riesgos de usar informaciones provenientes de fuentes que no quieren desvelar su nombre. Pueden ser personas que efectivamente tienen algo importante que contar y temen represalias, o de intoxicadores sin escrúpulos. En cualquier caso, un periodista deberá saber siempre con quién está hablando, aunque después el nombre del informante se oculte. Mas el problema, como dice Douglas McCollam en un reciente artículo aparecido en la Columbia Journalism Review (Agosto 2005), no está en el uso de las fuentes anónimas, sino en la veracidad de las informaciones que éstas aportan:
“But the current obsession with sourcing misplaces focus on the process rather than the product. Just as people don’t care whether they got a piece of news from a newspaper or a cable box or the Internet, they ultimately don’t care if it came from a quoted or anonymous source. They care whether it’s right or wrong (see Mark Felt and the Watergate scandal). Newsweek was forced into its humiliating atonement not because its source for the Koran-flushing allegation was anonymous but because he went wobbly and his information couldn’t be verified. Perhaps there would be less of that if all sources were on the record, but there would also be a whole lot less important news broken. It would be a poor trade-off.”
La función de cuarto poder de la prensa depende, en cierta manera, de la capacidad para proteger a informantes que desean mantener su anonimato. El recurso a este tipo de fuentes debe ser siempre la excepción y nunca la norma, pero la salud de nuestras democracias se la hemos debido, en casos puntuales, a tipos como Mark Felt.
Tags: comunicacion politica periodismo fuentes anonimas
sábado, julio 09, 2005
Atentados en Londres: ¿el ocaso del periodismo?
La cobertura informativa (es un decir) de los atentados de Londres enfrenta en el fondo a dos teorías sobre el papel de la prensa en la sociedad. La teoría de la responsabilidad social (nacida de la Comisión Hutchins en los años 40) y la teoría libertaria de la información (cuyas raíces se encontrarían en la Aeropagetica de John Milton).
Los defensores de la erradicación de las imágenes violentas han ganado la batalla en estos atentados. La “pornografía de la violencia” de la que habla el politólogo norteamericano Michael Ignatieff en su reciente libro El mal menor (edición española: Taurus, 2005) ha sido contenida, ocultada. Un estricto control informativo por parte de las autoridades, y un presunto civismo de la clase periodística inglesa nos han dejado unos atentados limpios, que no ofenden a ninguna sensibilidad.
En mi modesta opinión, esta nueva política informativa es un gran error que puede tener consecuencias nefastas para la propia investigación policial de los atentados. He aquí las razones de mi descontento:
- Que los periodistas acaten el apagón informativo del Gobierno no es un ejemplo de civismo y responsabilidad, sino una dejación de funciones que convierte a los medios tradicionales en una fuente de información secundaria, superada por los blogs, que tanto pueden ser una vía de escape a las informaciones negadas por el establishment informativo como una fuente de inexactitudes. Si Woodward y Bernstein se hubiesen plegado a las llamadas al “sentido de estado” y “responsabilidad” que les hacían desde la Casa Blanca, nunca conoceríamos el escándalo Watergate. Cuando el gobierno le pide a un periodista que sea responsable, es para que se autocensure y salvaguarde los intereses del ejecutivo. ¿Acaso la dimisión del presidente Nixon no fue una crisis para un país en medio de una guerra (Vietnam)? Sí, lo fue, pero el mejor servicio del periodismo a la sociedad no es su contribución a la estabilidad gubernamental, sino su incansable búsqueda de la verdad.
- En el mundo de la información siempre es mejor pecar por exceso que por defecto. Prefiero una imagen hiriente y repugnante a este silencio que, lejos de protegernos, pone en peligro a más vidas humanas. La búsqueda de la exclusiva no debe dar lugar a informaciones inexactas, pero el periodismo no tiene por qué acatar una determinada política gubernamental. La raíz del periodismo es contar lo que se cuece en los salones de los poderosos, para que el pueblo soberano decida si esa representación se atiene a sus intereses. Si desde el primer momento se hablara sin ambages de un atentado, los viajeros podrían haberse fijado en las pintas de tipos aparentemente sospechosos, que seguramente han escapado como Perico por su casa en medio de un parón “por una avería eléctrica”. Con el tiempo sabremos si este control informativo de los primeros momentos detuvo o impidió el inicio de mecanismos de respuesta muy necesarios, como la alerta a los ciudadanos, tanto para su propia protección como para su colaboración en la detección de sospechosos.
- Como decía el genial Oscar Wilde, el camino hacia infierno está empedrado de buenas intenciones. El no provocar el pánico, el plegarse a las directrices de un gobierno en una situación de crisis, son decisiones que se toman con la mejor de las voluntades del mundo. Pero a un coste altísimo. Si el periodismo empieza a autocensurarse, corre el riesgo de no saber dónde parar. Podemos discutir si es necesario o no ver un cuerpo despedazado en una portada. Pero no podemos acatar un silencio forzoso en nombre de un presunto bien común. El periodismo consiste en informar pese a quien pese. Ya lo decía Ben Bradley, el legendario director del Washington Post durante el Watergate: toda noticia, si es verdad, debe ser publicable.
jueves, junio 30, 2005
Enmarcando los cuatro días de marzo
- La hipótesis del miedo. Ante las noticias que apuntaban hacia la autoría islamista en la masacre, el pueblo español se amedrentó. Percibió el atentado como una (¿lógica?) represalia por la participación del gobierno Aznar en la guerra de Irak y votó a los socialdemócratas, que habían sintonizado con la mayoría de los españoles en su rechazo al apoyo gubernamental a la invasión y habían prometido la retirada de las tropas del país iraquí. En cierta manera, el terrorismo habría cumplido sus objetivos (forzar, a través del terror, un cambio de opinión pública) y habría sentado un peligroso precedente para las democracias liberales: los atentados en vísperas electorales pueden dar lugar a resultados que favorezcan los intereses de los terroristas. Los partidarios de esta deducción critican la actuación de la oposición socialdemócrata, que habría convocado (o, de no haber convocado, se habría aprovechado de) las manifestaciones que tuvieron lugar frente a las sedes del PP en varias ciudades españolas en la tarde del 13 de marzo. En estos flash mobs, cuyos participantes fueron convocados a través de páginas web de contra-información y teléfonos móviles, se increpaba al partido gobernante por su deliberado intento de culpabilizar a los terroristas vascos (ETA) y ocultar la autoría islamista por intereses electorales. El razonamiento era el siguiente: de hacer creer al público que los autores de la masacre eran los etarras, el PP revalidaría con creces su mayoría absoluta en el parlamento, pues era el partido que más se había significado en la lucha contra ETA; por el contrario, si el público interiorizaba la autoría islamista, la opinión pública se volvería contra el PP, puesto que el atentado se vería como una respuesta injusta-pero-comprensible a la participación española en la guerra de Irak.
- La hipótesis del cambio latente. Según esta deducción, no habría habido tal vuelco electoral, sino la culminación del progresivo acercamiento del Partido Socialista al Partido Popular en intención de voto. De no haber existido el 11-M, los dos partidos habrían quedado casi empatados. Fue la errónea gestión de la información durante esos cuatro días de marzo (la insistencia en la intervención etarra frente a las evidencias de la autoría islamista) la que habría provocado que muchos abstencionistas de izquierdas se acercasen a las urnas para expresar su rechazo ante los intentos de manipulación del gobierno. La participación española en la invasión de Irak fue el último de una serie de desencuentros entre el gobierno y gran parte de los españoles, que ya habían expresado su malestar por la reforma de la enseñanza universitaria, la mala gestión de la crisis del petrolero Prestige y el desastre del avión Yak-42. El malestar contra el PP no habría sido flor de un día, sino el resultado de varios desencuentros entre el partido gobernante y sus gobernados.
¿Cuál es la hipótesis más plausible? Antes de dar una respuesta, a más de uno nos gustaría conocer los resultados de los tracking polls que se efectuaron entre los atentados y la jornada electoral, para conocer –aunque sea de manera aproximada- la evolución de la opinión pública a medida que se iba confirmando la autoría islamista y la hipótesis de ETA perdía credibilidad.
El informe de Olmeda examina la confrontación de dos frames, el gubernamental (“la autoría de ETA”) y el de la oposición (“el gobierno miente”). Para el autor del documento, una de las claves del fracaso del gobierno fue la débil argumentación de la intervención española en Irak en los meses previos a los atentados. De haber tratado de convencer a la opinión pública de la necesidad de la guerra, el gobierno Aznar podría haber asumido la participación islamista de la masacre. “Para el gobierno”, escribe Olmeda, “el problema consistía en que no era capaz de elaborar un encuadre omnicomprensivo que incluyese tanto a ETA como a al-Qaeda, de acuerdo con su propia conceptuación de terrorismo” (p. 34). Aznar ha sido uno de los grandes defensores de la teoría del one terrorism, que defiende que todos los terrorismos son iguales, independientemente del contexto en el que se produzcan. El propio presidente del gobierno, en sus declaraciones del 12 de marzo decía que “ninguna sociedad democrática puede admitir que hay terrorismos de géneros distintos o calificaciones morales, que hay terrorismos explicables o inexplicables”. ¿Perdió el PP las elecciones por su torticero manejo de la información en las idus de marzo, además de por su gestión ineficaz y autoritarista de crisis anteriores? ¿O porque una parte importante de la población española vio “explicable” el terrorismo islamista –una justa represalia por la guerra de Irak, inocentes por inocentes– y votó al partido que ofrecía el regreso de las tropas que participaban en dicha guerra?
Olmeda matiza que, a pesar de la obcecación del gobierno en la autoría etarra, las evidencias que apuntaban a la pista islamista nunca fueron ocultadas. Es más, se informó de ellas puntualmente: “El gobierno sostuvo, quizá con demasiada rigidez para algunos oídos, el encuadre de la autoría de ETA, pero siempre mencionó los datos relativos a la otra línea sin dilación” (p. 25). Sin embargo, y precisamente por esa insistencia, cabe pensar que el propio PP y Aznar dudaban de que la población española secundara sus tesis de que todos los terrorismos son iguales. La insistencia en la autoría etarra se podría haber debido, precisamente, a que se temía que los españoles considerasen los atentados de forma diferente dependiendo de su autoría: inexplicables en el caso de ser etarras, explicables si eran de corte islamista.
De las dos hipótesis enunciadas arriba, Olmeda se decanta por la del miedo: “El efecto fundamental es el miedo; este es el clima de opinión que posibilita culpar al gobierno en vez de a/junto con los terroristas” (p. 33).
Los cuatro días de marzo que cambiaron la historia de España (y quién sabe si la del mundo) son un campo de investigación apasionante para los estudiosos de la comunicación política. Además, en este caso, el gobierno y los medios tradicionales no fueron los únicos protagonistas. Los activistas sociales, concentrados el 13-M, jugaron también un papel relevante, quizá crucial. La editorial Los Libros de la Catarata acaba de sacar a la luz un libro coordinado por Víctor Sampedro, 13-M: Multitudes online, en el que varios investigadores estudian el qué, el cómo y el porqué de la que ya se conoce como la noche de los móviles.
A buen seguro, los cuatro días de marzo serán objeto de numerosos libros, artículos y tesis doctorales. Pocas veces la comunicación se reveló tan importante para la política, la democracia y la ciudadanía.
jueves, junio 02, 2005
El poder de los weblogs
¿Se han convertido los blogs en un quinto poder? ¿Es este enjambre cibernético el mejor sustituto de los media watchdogs y los ombudsmen? ¿O han derivado en máquinas de producir rumores que atentan contra el honor de las personas? De todo hay y habrá en la viña de McLuhan. Quizá el mejor análisis disponible hasta el momento sobre el papel de los blogs en la comunicación política se encuentre en un informe preliminar del Pew Internet and American Life Project titulado Buzz, Blogs, and Beyond: The Internet and the National Discourse in the Fall of 2004. El estudio analiza el impacto de los blogs políticos en la agenda de temas de discusión nacional en Estados Unidos durante la campaña presidencial de 2004. Concluye que las bitácoras no fueron las que llevaron la batuta de los temas que se discutieron (o que escandalizaron) durante la campaña que enfrentó a Bush y a Kerry. Los bloggers políticos, dice el informe, fueron iniciadores y seguidores de ruido (buzz) en igual medida. Lo que sí consiguieron fue una discusión más profunda de temas como las referidas noticias de la CBS sobre el pasado militar de George Bush. Los presuntos informes militares que dieron lugar al llamado Rathergate podían ser analizados y contrastados por los propios internautas. Además, los blogs políticos más populares (como el conservador Instapundit o el liberal The Blogging of the President) sirvieron de guía a los periodistas de los medios tradicionales para conocer lo que se estaba debatiendo en los chats demócratas y republicanos.
La campaña del 2004 estuvo sazonada de los pequeños escándalos que tanto gustan a los gurús del márketing político norteamericano: el lesbianismo de la hija del vicepresidente Cheney, la deslealtad de Kerry al denunciar las atrocidades de sus compañeros en Vietnam, el sospechoso bulto de la chaqueta de Bush, que se dijo correspondía a un ingenio electrónico para recibir instrucciones durante los debates electorales... Para saber de qué manera circularon estos y otros asuntos, los autores del estudio analizaron el contenido de cuatro canales:
- Los blogs sobre política (los 40 más destacados)
- Los chats en los que los ciudadanos más politizados dejaban sus mensajes.
- Los webs, newsletters, y weblogs de los equipos de campaña de Kerry y Bush
- Los medios tradicionales (16 en total, entre periódicos impresos y webs de televisiones y radios)
Los investigadores identificaron los 20 temas principales en cada canal, y observaron las correspondencias entre unos medios y otros. Ningún actor particular se erigió en comandante del debate. “Los bloggers”, dice el informe en su página 17, “fueron seguidores y líderes de la agenda. No es posible discernir ningún camino de influencia mono-direccional.”
El trabajo de investigación finaliza con una sugerencia esperanzadora. Si el análisis crítico se impone al insulto fácil y a la caza de brujas, los blogs están en condiciones de convertirse en el perro guardián de los periodistas, un perro mucho más efectivo que los observatorios de medios institucionales: “El discurso nacional se podría beneficiar de un sector que favoreciese la transparencia sobre la opacidad, la conversación sobre la presentación, las pequeñas piezas sobre los grandes trabajos, la flexibilidad frente al anquilosamiento, lo abierto frente a lo conclusivo, la documentación sobre la descripción y, paradójicamente, la individualidad frente a la institucionalización” (p. 31). Que así sea.
martes, mayo 17, 2005
Comunicación internacional y conflicto
Las conferencias se repartirán entre dos de las principales universidades de la capital norteamericana: la Georgetown y la George Washington. Reproduzco a continuación el programa preliminar del encuentro:
International Communication and Conflict
The 4nd annual Pre-APSA Conference on Political Communication
August 31, 2005
Panel 1: Presidency and the Press after 9/11
Georgetown University
- Stephen Farnsworth, University of Mary Washington and S. Robert Lichter, George Mason University. Presidents in War and Peace: Television News Coverage of Military and Foreign Policy.
- Shana A. Kushner, Princeton University. The Politics of Fear: The effects of threat and television on foreign policy opinion.
- Nathalie Frensley, University of Texas; Gregory Brown, University of Texas; and Nelson Michaud, Universite du Quibec. Measuring Soft Power: Presidential Framing of September 11 and Australian Press Coverage
Panel 2: Information, Communication and Bounded Rationality
Georgetown University
- Scott Wright, Democracy, Deliberation and Design: the Case of Online Discussion Forums
- Jason Brozek, University of Wisconsin-Madison. Building a Better War Machine: Markets, Resolve, and Efficiency
- Frank Louis Rusciano, Rider University. Simulation, Simulacra, and Seduction: Political Communication and Strategic Defense Initiative
- Cristina Bicchieri, University of Pennsylvania and Azi Len-on, New York University. Computer-Mediated Communication and Cooperation in Social Dilemmas: An Experimental Analysis
Panel 3: Propaganda and Public Support for War
Georgetown University
- Jill Edy, University of Oklahoma and Patrick C. Meirick, University of Oklahoma. Wanted, Dead or Alive: Predicting Public Support for the War in Afghanistan
- A Trevor Thrall, University of Michigan-Dearborn. War, News, and Public Opinion
- Jason Barabas, Harvard University. Message Clarity in Mediated Deliberation: How Elite Claims Regarding Iraqi Weapons of Mass Destruction Affect Public Knowledge
- Mark Allen Wolfgram, Carleton University. Democracy and Propaganda: NATO’s War in Kosovo
- Ben D. Mor, University of Haifa. Propaganda Wars: Rhetoric and Dynamics
Panel 4: Public Diplomacy, Media and Cultural
Georgetown University
- Antonio Lambino II, University of Pennsylvania. Deliberative Public Diplomacy
- Misti Williams, University of Washington. Quitting While Ahead: An Analysis of US Public Diplomacy Efforts Within the Middle East.
- J.P. Singh, Georgetown University. Public Diplomacy, International Negotiations, and Cultural Identity
- Jing Sun, University of Wisconsin. China as Mirror: How Japanese Newspapers Watch China: 1972-2003.
Panel 5: Public Opinion and the Iraq War
The George Washington University
- Scott Althaus, University of Illinois-Urbana. Is Public Support for America’s Wars Really Won or Lost on Television? Debunking the Spin Myth
- Stefaan Walgrave and Joris Verhulst, University of Antwerp, Belgium. Media Coverage, Politics, Public Opinion and Activists’ Opinion in Eight Countries
- Sean Aday, The George Washington University. It's the War, Stupid: Exploring the Relative Power of Media and Political Predispositions in Shaping Foreign Policy Attitudes in the Persian Gulf and Iraq wars
Panel 6: Mapping 21st Century Public Diplomacy: Transformation, Transparency, Technologies, and Strategy
The George Washington University
- Donna Oglesby, Eckerd College. A Pox on Both our Houses
- Kristin Lord, The George Washington University. Linking Theory and Practice: What Academics (Should Have to) Say about Public Diplomacy
- Joshua Fouts, Public Diplomacy Center, University of Southern California. Rethinking Public Diplomacy for the 21st Century: A Toolbox for Engaging the Hearts and Minds of the Open Source Generation
- Bruce Gregory, Public Diplomacy Institute, The George Washington University. Public Diplomacy and Strategic Communication: Cultures, Firewalls, and Imported Norms
Panel 7: Framing Conflict and Peace
The George Washington University
- Sam Robison, Louisiana State University. Framing the Troubles: The Role of British and Irish Media in the Northern Ireland Peace Process
- Carolyn Lee, University of Washington. A Lasting Peace?: Framing Patterns of the Northern Ireland Conflict in the British Media
- Justin Martin, University of Florida and Andrew Paul Williams, Virginia Tech University. Media Framing of Afghanistan’s First National Democratic Elections
- Kazuhiro Maeshima, University of Maryland. The Social Construction of Evil: Comparative Content Analysis Between the U.S. and Japanese Media Concerning the Iraq War
- Athanassios N. Samaras, Oppositional Decoding of the War on Terrorism Master Frame: Framing Gulf War II in the Greek Press
Panel 8: Global News Coverage of Conflict
Georgetown University
- Francis A. Beer and G. R. Boynton, University of Iowa. Insurgents, Rebels, and Anti-U.S. Fighters: Aljazeera, BBC World, and CNN World Construct the Iraqi Aftermath
- Dietlind Stolle, McGill University and Marc Hoogle, Catholic University Leuven, Belgium. Chronicle of a War Foretold: A Comparative Study of Media Framing in Television News Broadcasts in Preparation to the War in Iraq
- Gadi Wolfsfeld, Paul Frosh, Maurice T. Awabdy, The Hebrew University of Jerusalem. Journalistic Mechanisms for Covering Death in Violent Conflicts: News about the Second Intifada on Israeli, Palestinian, and Al-Jazeera Television
Panel 9: From Media Events to Event-driven News: The Changing Landscape of News
The George Washington University
- Elihu Katz, University of Pennsylvania and Tamar Liebes, Hebrew University of Jerusalem. ‘No More Peace’: How Disaster, Terror and War Have Upstaged Media Events
- Tamar Liebes and Menahem Blondheim, Hebrew University of Jerusalem. From Staging Ritual to Managing Disaster: Live Television in Historical Moments
- W. Lance Bennett, University of Washington; Regina Lawrence, Portland State University; and Steven Livingston, The George Washington University. A Press Dependency Model: Defining the Limits of Event-driven News
- Phil Gussin, University of California, Los Angeles. Views that Matter: How Visual Representations of Protest in Television News Shape Political Preferences
sábado, mayo 07, 2005
Oda a las sedes periodísticas
En el otoño de 1999, La Voz de Galicia mudó su redacción central a un polígono de industrial cercano a la ciudad. El solar que ocupaba el periódico, en la calle Concepción Arenal, lo habita ahora un edificio de apartamentos. La tendencia de los periódicos a emigrar hacia los polígonos industriales es casi universal. Ya no hay diferencia entre los procesos intelectuales (la producción de noticias, que tenía lugar en la ciudad) y los procesos industriales (la impresión del periódico, que desde hace años tenía lugar en las afueras).
Las empresas de la información merecen estar en el centro de las ciudades, a la misma altura que las sedes de los bancos o los despachos de abogados. Los medios son una institución de poder. El lugar donde trabajan los profesionales de la mediación, aquellos a los que la sociedad ha encargado la tarea de que se la mantenga informada. Los periódicos son catedrales de la sociedad civil, no fábricas de palabras. Merecen estar en los centros urbanos, no en los polígonos industriales.
Por eso me gusta la sede del Chicago Tribune, cuya arquitectura se inspira en las catedrales góticas europeas, y es desde hace años uno de los edificios más característicos de la ciudad. ¿No es maravilloso que uno de los iconos más reconocibles de la tercera ciudad de Estados Unidos sea la sede de un periódico? Times Square, la plaza neoyorkina que epitomiza este mundo global, debe su nombre al New York Times. Periódico que, por cierto, ha tomado la acertada decisión de encargar su nueva sede al prestigioso arquitecto Renzo Piano. El edificio proyectado es vertical y transparente, no horizontal ni opaco.
Las sedes de los periódicos deben ser altas, rascacielos cuando el entorno urbano lo permita. Su altura simboliza el deseo de alcanzar la verdad. Se elevan sobre la animalidad del terreno para discutir con frialdad las ideas. Y deben cristalinas. Deben predicar con el ejemplo de transparencia que exigen al resto de la sociedad.
miércoles, abril 20, 2005
Nuevos media y cambio social: Conferencia internacional en Budapest
Las manifestaciones contra la guerra de Irak celebradas en todo el mundo el 15 de febrero de 2003 no se entenderían sin estas nuevas tecnologías. En España todavía se debate si el vuelco electoral del 14 de marzo de 2004 se debió a la circulación masiva de mensajes de teléfono móvil en los que se llamaba a una especie de rebelión cívica contra el Gobierno del Partido Popular por tratar de ocultar la implicación de terroristas islámicos en los atentados del 11 marzo.
El papel de las nuevas tecnologías en el activismo social es el tema central de la conferencia internacional Re: activism: Re-drawing the boundaries of activism in a new media environment, que tendrá lugar en Budapest (Hungría) los días 14 y 15 de octubre de 2005. Las jornadas tienen la intención de reunir a académicos y a activistas sociales para debatir el potencial transformador de los nuevos media. Ya han confirmado su asistencia Saskia Sassen (University of Chicago), Nicholas Jankowski (University of Nijmegen), Michael X. Delli Carpini y Barbie Zelizer (ambos de la University of Pennsylvania).
Tanto los investigadores como los activistas tienen de plazo hasta el 14 de junio de 2004 para enviar los resúmenes de sus conferencias y exhibiciones, respectivamente. El intervencionismo estatal en la Era de la Información, los usos cívicos de las nuevas tecnologías de la comunicación y el papel de los nuevos media en los procesos electorales democráticos serán algunos de los temas que se tratarán en los paneles de discusión.
La conferencia está organizada por la Budapest University of Technology and Economics, la Central European University, el Open Society Institute y la Annenberg School of Communication de la University of Pennsylvania. Más información en http://www.re-activism.net/
domingo, abril 10, 2005
Blogs y periodismo
En un artículo publicado en la edición de marzo de la revista The Saint Louis Journalism Review, Joe Pollack critica la falta de rigor ético y estilítico de los bloggers, a los que tilda de soberbios. Cito un par de párrafos:
- More than anything, I resent that bloggers hide behind the well-known cloak of anonymity. They can say what they please, without regard for truth, accuracy or even common decency, and let the Devil take the hindmost, defending their actions by saying that they are free to speak the truth (as they see it).
- My interest in blogs and bloggers is minimal. I'd rather read the New Yorker, or Texas Monthly, or a book or even watch television than waste my time reading the misspelled, ungrammatical, virulent opinions of someone (...) whose maturity is non-existent.
¿Estamos ante la resurrección del debate entre apocalípticos e integrados (esta vez con los blogs substituyendo a la cultura de masas como centro de la polémica)? ¿O ante una acertada denuncia de la cantidad de literatura baldía que inunda la blogsfera?
Continúe leyendo la pieza de Joe Pollack, "Blogs are not journalism", aquí.
viernes, marzo 25, 2005
El nuevo máster de Columbia
El objetivo del nuevo programa es ofrecer a sus alumnos la oportunidad de especializarse en política, economía, cultura o ciencia, según informa Emma Daly en el New York Times (25 de marzo, 2005). Sabedores de lo privativa que resulta la educación en la Universidad de Columbia (más de 50,000 dólares anuales) los directores del máster y el propio rector han prometido ayuda financiera para los agraciados admitidos. Serán un total de 24 ó 25, pero la escuela planea reclutar unos 200 dentro de pocos años.
Habrá dos cursos obligatorios: uno versará sobre la Historia del Periodismo y el otro impartirá conocimientos sobre “evidencia e inferencia”. El responsable de este último será Nicholas Lemann, decano de la escuela y una de las firmas habituales en la revista New Yorker. Los alumnos, dice el New York Times, estudiarán cómo encontrar e interpretar estadísticas, archivos y documentos legales.
El máster ofrecerá además cuatro cursos de duración anual. Cultura, economía y negocios, política y ciencia serán los temas de estos seminarios, que estarán específicamente orientados a educar periodistas.
Esta es la propuesta de la escuela fundada por Joseph Pulitzer para instruir a los profesionales de la información del Siglo XXI. Los interesados en solicitar admisión en el programa sólo tienen que hacer clic aquí.
miércoles, marzo 16, 2005
Los think tanks y la pluralidad de ideas
En una carta destinada a captar nuevos miembros, Edward H. Crane, presidente del Cato Institute, habla sobre el papel de los think tanks en la batalla de las ideas: "Aunque las universidades evidencian una tendenciosidad izquierdista monolítica, no hay un punto del espectro político que no esté representado por un think tank". Crane secunda los argumentos del historiador Alan Kors, para quien este tipo de organizaciones son “la respuesta del mercado a la conformidad intelectual y a la inactividad de los departamentos de ciencias sociales de muchas universidades americanas”. En opinión del presidente del Cato Institute, Kors da en el clavo al denunciar “la falta de apertura intelectual en la academia”, que estaría detrás de la incapacidad de las universidades para tratar con rigor los asuntos más acuciantes.
A juicio de estos autores, los think-tanks (en ocasiones definidos como “universidades sin estudiantes”) son la consecuencia inevitable de la esclerotización de las mastodónticas y antaño prestigiosas universidades. Sus argumentos no son tan distintos a los de los defensores de la partidización de los medios de comunicación norteamericanos. En cierto modo, los blogs son a la prensa de referencia lo que los think tanks a las universidades. Más pequeños, más ágiles y... ¿más libres para opinar?
Dos notas interesantes:
- Kors, historiador de la Universidad de Pensilvania, es co-autor del libro The Shadow University (1999), una diatriba contra la "corrección política" de los campus norteamericanos.
- El Cato Institute es el cuarto think tank en América en presupuesto (17.6 millones de dólares), pero su página web recibe más visitas que cualquier otro think tank. Al menos, eso es lo que dice Crane en su carta.
viernes, marzo 04, 2005
Así nace (y se hace) un neocon
Benson es el protagonista de la portada del periódico Chicago Reader esta semana. En un magnífico reportaje, Christopher Hayes nos introduce en la vida de este joven activista de derechas. Benson es el miembro más destacado de los Northwestern University College Republicans. Durante tres veranos hizo prácticas en Fox News y adopta el rol de tertuliano conservador en un programa de radio de su universidad.
Lo interesante del relato de Hayes es la oportunidad que nos brinda para conocer cómo nace, crece y se desarrolla un neocon. Si hay algo admirable en los políticos de la derecha norteamericana es su capacidad de argumentación, su habilidad para dominar el debate político a través de efectivas metáforas que, repetidas una y otra vez, acaban siendo parte del lenguaje común. Hoy todos sabemos que Europa es de Venus y Estados Unidos de Marte. Que Naciones Unidas es una organización corrupta y desfasada. Que Chirac era poco menos que amigo íntimo de Sadam. Que Kerry era un “flip-flopper” y un “wishy-washy”, esto es, un candidato que cambiaba de opinión como de chaqueta.
La batería argumental de la derecha norteamericana (de la que se alimentan el resto de las derechas mundiales, sobre todo la británica) no es fruto de la improvisación, sino del arduo trabajo de think tanks como el Project for the New American Century o la Heritage Foundation. Ese es el abrevadero de donde beben los tertulianos de Fox News y los jóvenes activistas como Guy Benson. El hecho de que los neocons crezcan en un ambiente hostil (la mayoría de los campus norteamericanos son de izquierdas) no hace más que mejorar su capacidad argumentativa. “Como muchos otros en la derecha”, escribe Hayes, “él [Benson] es mejor comunicando porque se ha visto forzado a pasar toda su carrera universitaria discutiendo con los demócratas. De manera que él y sus amigos rebuscan en sus fuentes, perfeccionan sus argumentos y llegan a ser virtualmente imbatibles. No ocurre lo mismo con los demócratas en las universidades de elite. Somos buenos [el autor del reportaje se declara abiertamente de izquierdas] debatiendo acerca de lo clasista que es la guerra contra la droga, o sobre el carácter subversivo del porno. Pero cuando nos echan al auténtico mundo político no estamos lo suficientemente curtidos como para ganar un debate... o unas elecciones”.
Christopher Hayes ejemplifica con unas declaraciones de Benson la habilidad de la derecha a la hora de enmarcar los acontecimientos. Cuando el joven estudiante fue preguntado acerca de las dificultades económicas que atravesaba Air America (radio pro-demócrata) el año pasado, Benson respondió que “el problema de Air América es que es una maniobra de relaciones públicas generada artificialmente. Antes de su creación, el mercado libre no demandaba una radio izquierdista de perfil intelectual, porque de haber sido así habría surgido espontáneamente. El hecho de que una pequeña elite de demócratas ricachones decidiese que una radio de esas características era necesaria significa muy poco”. A juicio de Hayes, la declaración de Benson es “una virtuosa muestra de right-wing framing. En tan sólo unas pocas frases Guy fusiona dos mitos centrales para los conservadores: el juicio superior del ‘mercado libre’ para producir los mejores resultados, y los esfuerzos de la temible ‘elite de demócratas ricachones’ para empujar sus ideas a través de las gargantas de la confiada ciudadanía. La cita era tan buena que acabó siendo referida con aprobación en numerosos websites conservadores”.
Finalmente, Hayes apunta un dato que invita a la reflexión: “Treinta, veinte, incluso diez años atrás, un joven y apasionado activista político como Guy estaría estudiando Ciencias Políticas con miras a conseguir un trabajo en la Colina del Capitolio.” Pero Guy Benson estudia periodismo. Y, por lo que sabemos, es un genio comunicando.
lunes, febrero 28, 2005
El sentido de los medios públicos
Hace un par de años, en el turno de preguntas posterior a una mesa de debate sobre los medios de comunicación públicos en España, expresé en voz alta mi extrañeza por la encarnizada defensa de una televisión y una radio públicas, cuando el Estado español se deshizo hace varios años de las cabeceras de prensa estatales heredadas del gobierno franquista. Es manifiesto que nadie echa en falta a estas últimas, y sin embargo no escuché ningún argumento convincente que me permitiera entender esa diferencia de criterio.
¿Por qué los defensores de la radiotelevisión pública ven con buenos ojos la inexistencia de periódicos públicos? ¿Tan diferentes son los medios audiovisuales de los escritos? ¿Tan diferente es el periodismo que se practica en uno y otro soporte?
El escritor y periodista catalán Arcadi Espada hurga en la herida al situar el sentido de los medios públicos en la desconfianza del Estado ante la mediación periodística. El mantenimiento de una televisión pública generalista (de variedades) tiene a su juicio la función de enganchar a la audiencia para que, entre espectáculo y espectáculo, consuma “el mensaje político hegemónico”.
El comunicólogo francés Dominique Wolton es, como ya apuntamos en este weblog, un defensor de la televisión pública generalista como gran lugar de encuentro y cohesión social. Una visión que cada día pierde más adeptos ante la fragmentación de la neo-ágora que antaño representaban los medios de comunicación de masas.
Es obvio que el poder gubernamental siempre defenderá la perviviencia de medios públicos de comunicación. Pero desde el punto de vista del periodista, ¿merece la pena seguir luchando por unos medios de comunicación a los que parece imposible desligar del gobierno, por más instancias de control que se creen? ¿Acaso no son periodismo y titularidad pública dos términos contradictorios? ¿Cómo puede un medio público favorecer el equilibro de poderes, cuando ese medio depende del poder ejecutivo y/o parlamentario? ¿Por qué defendemos para la radiotelevisión (propiedad pública) lo que nunca defenderíamos para la prensa?
lunes, febrero 21, 2005
Periodismo especializado
Pero el periodismo es uno de esos extraños oficios cuyo ejercicio no está limitado a los facultados (los licenciados en Periodismo), sino abierto a cualquier ciudadano. Tras pensarlo durante un tiempo, me decanto más por esta opción que por la de limitar el ejercicio de la profesión a los licenciados. De hecho, y atendiendo a la configuración constitucional de la profesión periodística en España, el sintagma "licenciado en periodismo" es oximorónico, puesto que no hace falta ninguna licencia especial para practicar el periodismo. Otro tanto ocurre con las "facultades de periodismo", que presuntamente facultan para una profesión (o, mejor dicho, actividad) cuyo ejercicio no exige una facultación específica.
El interminable debate sobre cuál debe ser la adecuada formación para un periodista, así como el papel de las escuelas de periodismo en dicha tarea, saltaron al primer plano de la actualidad en 2002. En agosto de ese mismo año el presidente (rector) de la Universidad de Columbia comunicó la suspensión de la búsqueda de un nuevo decano para su emblemática escuela de periodismo. La razón: la Universidad deseaba resideñar la enseñanza del periodismo y para ello convocaba a un comité de expertos. Los movimientos de la escuela de periodismo más prestigiosa de Estados Unidos no pasaron desapercibidos para el resto de la Academia norteamericana. El Departamento de Periodismo de la Universidad de Nueva York llegó a crear un website consagrado a debatir la eterna cuestión de la formación de los periodistas. Aparentemente, Columbia va a introducir más estadística y más herramientas de análisis sociológico en su currículum.
La conveniencia o no de pasar por una facultad de Periodismo es un dilema todavía mayor para los profesionales de la información que desean especializarse en temáticas específicas: economía, ciencia, cultura... A menudo se preguntan si deben ser economistas y científicos antes que periodistas, o si deben estudiar Ciencias de la Comunicación y luego hacerse expertos en el nicho temático de su preferencia.
La revista The Economist, prestigioso semanario de audiencia global (50 por ciento en EE.UU, 50% en el resto del mundo), parece desconfiar de los periodistas a la hora de reclutar redactores. En un anuncio que aparece publicado estos días en su sección de Ciencia y Tecnología, The Economist hace pública la convocatoria de la beca Richard Casement, orientada a aquellos jóvenes menores de 25 años que desean ser periodistas. Los seleccionados pasarían tres meses del verano en la redacción del periódico escribiendo sobre ciencia y tecnología. Y aquí viene lo interesante: “Nuestro objetivo es más descubrir talento periodístico en un estudiante de Ciencias que aptitudes científicas en un periodista principiante”.
En Europa la formación de los periodistas está en plena revisión. El objetivo es lograr la homogeneización universitaria que demanda el tratado de Bolonia. Es de esperar que los reformadores observen estas señales emitidas desde el mercado. Que reflexionen sobre ellas. Y que obren en consecuencia.
sábado, febrero 12, 2005
A propósito del Watergate
Por enésima vez en los últimos meses, el caso Watergate se ha puesto de actualidad. Hace apenas un año se conmemoraba el treinta aniversario de la caída de Nixon. Hace unos días, la Universidad de Texas daba a conocer al público varios documentos relacionados con la investigación periodística más famosa de la historia. He aquí el torrente de pensamientos que vino a mi cabeza con el revival del Watergate:
- La versión española del libro All the President’s Men, donde Woodward y Bernstein relatan su investigación, es casi imposible de conseguir. Hace un año tuve la suerte de encontrarme con la primera edición española en una feria del libro antiguo. El título, como suele ser habitual, difiere del original. El escándalo Watergate, publicado en 1974 por la editorial Euros (que supongo extinta pese a la inusitada actualidad de su nombre) es un voluminoso libro, interesante pero farragoso, algo así como la propia película a la que dio lugar, dirigida por Alan J. Pakula.
- David Randall, autor de El periodista universal, considera la obra de Woodward y Bernstein uno de los pocos libros sobre periodismo que merece la pena leer. En su opinión, sólo All the President’s Men y The Faber Book of Reportage se salvarían de la quema.
- Conviene recordar que Nixon fue reelegido pese al escándalo Watergate. Cierto que McGovern no era un rival temible (quería salir cuanto antes de Vietnam y prometía legalizar la marihuana, por lo que su mensaje no caló más allá de los campus y las mesocracias progresistas de la época).
- Seymour Hersh, el veterano periodista neoyorkino que disfruta de una segunda juventud gracias a su investigación sobre las vejaciones de Abu Graib para la revista The New Yorker, es quizá el gran olvidado en esta historia. Woodward y Bernstein reconocen en su libro su admiración por él. Hersh también publicó importantes revelaciones sobre el caso Watergate, adelantándose en ocasiones a los dos muchachos del Post.
- Woodward y Bernstein no eran los “corresponsales políticos” del periódico. De hecho, descubrieron el asalto al cuartel general demócrata en el hotel Watergate sin pisar la Casa Blanca. Los compañeros que cubrían la actualidad del Presidente casi ni se enteraron. Como buenos periodistas, Woodward y Bernstein rara vez acudían a una rueda de prensa.
- En 2003, la Universidad de Illinois descubrió, presuntamente, la identidad de Garganta Profunda: un tal Fred Fielding, consejero del presidente Nixon. Fielding lo ha negado, y Woodward y Bernstein ni confirman ni desmienten. Más información sobre la investigación de la Universidad de Illinois en: http://deepthroatuncovered.com/
- El caso Watergate está considerado como un ejemplo paradigmático de periodismo de investigación. La prensa fue más que nunca un cuarto poder (pese a que, insisto, Nixon fue reelegido aún después de saltar el escándalo). El mejor corrector del abuso de los poderes públicos vino de la mano de una empresa privada. ¿Puede algún medio público exhibir un trofeo tan grande como el del Watergate? La pregunta es retórica pero intencionadamente provocativa. Kofi Annan, el secretario general de las Naciones Unidas, declaró en diciembre de 2002 que la BBC era uno de los mejores regalos que el Reino Unido había hecho a la humanidad. ¿Podemos realmente determinar el papel democratizador de la beeb?
- La otra cara de la moneda del caso Watergate es su caricaturización. El “síndrome Watergate”, término acuñado por Davis "Buzz" Merritt, hizo que muchos periodistas tuviesen como única meta vital el tumbar a un gobierno.
- Bernstein era la joven promesa del periódico, pero Woodward era un manzanillo en toda regla. Aunque ahora vive en el precioso barrio de Georgetown y tiene quien le pase la aspiradora, en los primeros años setenta vivía en un piso de una sola habitación. Sólo el trabajo bien hecho, además de permitirle vivir mejor, lo convirtió en leyenda del periodismo. ¡Así que... ánimo, muchachos!
miércoles, febrero 02, 2005
Framing goes popular
La teoría del framing dice que los medios no sólo establecen la agenda de temas del debate público, sino que también definen una serie de pautas (marcos) con los que pretenden favorecer unha determinada interpretación de los hechos sobre los que informan.
Lo ilustro con un ejemplo reciente. No es lo mismo decir que “Los iraquíes acuden en masa a las urnas a pesar de las amenazas de Al Qaeda” que “Los chiítas acuden a votar en masa para hacerse con el poder en Irak” (este último fue el titular del diario español El Mundo). En el primer titular el emisor nos habla de la irreductible voluntad de un pueblo unido (los iraquíes) que va a votar a pesar del riesgo de sufrir un atentado terrorista. El segundo titular es más interpretativo: dice que una facción de los iraquíes (los chiítas) se presentó ante las urnas con la intención de favorecer un gobierno que represente sus intereses particulares. En el primer titular los votantes son tratados como héroes; en el segundo los votantes son los ejecutores de una posible “dictadura de la mayoría”, como sabiamente advertía The Economist en un reciente editorial (1).
El esquema de análisis de marcos interpretativos más utilizado por los estudiosos de la comunicación política es el propuesto por Robert M. Entman. Según este autor, un frame promueve una particular definición de un problema, una intepretación causal, una evaluación moral y una solución a dicho problema (2). Si siguiésemos leyendo la noticia de El Mundo, probablemente nos encontraríamos con el siguiente frame:
Problema: Sólo una de las etnias iraquíes (los chiítas) acude a votar en masa, por lo que deducimos que hay otra parte de la población iraquí (los suníes) que quedarán infrarrepresentados
Causa: Los chíitas han sido durante años la mayoría silenciosa en Irak. El régimen de Sadam se sustentaba en la minoría suní, de ahí se explica que ahora los chiítas acudan en masa a las urnas.
Evaluación moral: Más que una oportunidad para la concordia, las elecciones podrían ser una oportunidad para la revancha.
Solución: No todos los frames gozan de los componentes del cánon establecido por Entman, pero el periódico podría aludir a la necesidad de más diplomacia (negociación con la minoría suní) o de más mano dura (más tropas para contener a los nostálgicos de la era Sadam).
Hasta ahora, este tipo de análisis de marcos interpretativos eran exclusivos de la academia. Pero el frame analysis ha dado un salto cualitativo: ha salido de los depachos y se ha colado en las redacciones, cuando menos en la redacción del New York Times. El pasado jueves, 27 de enero de 2005, el diario neoyorkino publicaba en su portada las declaraciones que George Bush hacía en vísperas de las elecciones iraquíes. Y, justo debajo, Elisabeth Bumiller deconstruía la comparecencia del presidente, la primera rueda de prensa en su segundo mandato (3). A continuación traduzco algunos de los pasajes más relevantes:
Washington, 26 de enero. – El discurso con el que el presidente Bush inició su rueda de prensa el miércoles fue chocante por lo que dejó fuera: ninguna mención a los 31 marines que murieron la pasada noche tras estrellarse su helicóptero en Irak, el mayor número de víctimas americanas en un solo incidente desde que comenzó la guerra.
En su lugar, Bush se centró en su meta a largo plazo, “la eliminación de la tiranía en el mundo”, y a continuación presentó las elecciones iraquíes del próximo domingo como parte de una campaña mundial por la libertad (...)
Las palabras del presidente eran parte de una agresiva estrategia de comunicación de la Casa Blanca para enmarcar la peligrosa elección Iraquí -una prueba crítica a su afirmación de que el país camina por la senda de la estabilidad- de la manera más positiva posible. El objetivo, dijo un consejero de Bush, no sólo consiste en rebajar las expectivas sino en evitar cualquier definición de éxito. (...)
Cuando se le solicitó que definiera qué sería para él un resultado “aceptable” en la elección, el presidente salió al paso rápidamente y se limitó a decir que “el hecho de que vayan a votar es ya de por sí un éxito”.
Para unos, esta pieza será una exhibición más de las inclinaciones izquierdistas de la gran dama gris. Para otros, una excelente muestra de periodismo interpretativo que aprovecha el método del frame analysis para desvelar la particular interpretación de la realidad que la Casa Blanca pretende inculcar, de la manera más sutil posible, al ciudadano medio (4).
En cualquier caso, podemos concluir que el análisis de marcos interpretativos se ha hecho popular. Se ha colado, ahí es nada, en la portada del New York Times.
Referencias:
(1) Democracy at gunpoint. The Economist, January 29th 2005, p. 9.
(2) Entman, Robert M. (1993). Framing: Toward a clarification of a fractured paradigm. Journal of Communication 43(4), 51-58.
(3) Bumiller, Elisabeth. Communicator in Chief Keeps the Focus on Iraq Positive. The New York Times, January 27th 2005, pp. A1 and A14.
(4) Otro aspecto interesante de la cobertura que el NYT hizo sobre esta comparecencia del presidente Bush reside en la abierta exposición de la artificialidad del acto. Bumiller dice que la rueda de prensa se convocó con sólo 45 minutos de antelación. La foto que ilustraba la portada mostraba una panorámica parcial de la sala de prensa de la Casa Blanca, en la que se podía observar con toda claridad la teatralidad del pseudoacontecimiento: fotógrafos subidos a sus sillas para obtener un mejor ángulo, decenas de periodistas sentados, escuchando las palabras del actor principal, el presidente, al que podíamos ver subido a su alzado. El ángulo de la fotografía era tan abierto que ni siquiera el hermoso telón azul cobalto (tan telegénico) era capaz de ocultar una de las puertas de acceso a la sala.
martes, enero 25, 2005
La cita del año
La universidad anfitriona, la George Washington University, reúne en su campus de la capital americana a dos de las escuelas más prestigiosas en comunicación política: la Graduate School for Political Management (de orientación profesional, considerada el equivalente a la academia militar West Point en el ámbito político) y la School of Media and Public Affairs (de orientación más académica, acoge en su sede la retransmisión en directo del programa Crossfire, de la CNN).
domingo, enero 23, 2005
Segundo mandato
Además del ascenso de las ONG’s políticas del tipo Moveon.org, además de los anuncios de sensacionalismo lacrimógeno y de los weblogs que vigilaban al perro guardián, la pasada campaña nos descubrió a un dúo de humoristas, los hermanos Gregg y Evan Spiridellis, de nombre artístico JibJab. Su cartoon “This Land”, editado en plena pugna electoral, batió récords de descargas en Internet. Ahora, coincidiendo con el juramento de George W. Bush como presidente, han lanzado “Second Term”, una deliciosa parodia llena de matices que invitan a más de un visionado. En mayo de 2005 prometen otro vídeo. Tomo nota en mi agenda.
domingo, enero 09, 2005
Regreso al pasado
viernes, diciembre 31, 2004
Un año de comunicación política
Pero el verdadero éxito de los neocons de hoy se fraguó en los años 60, cuando el movimiento conservador en Estados Unidos era totalmente residual, cuando Barry Goldwater, autor de The conscience of a conservative, era objeto de burlas y no de adoración, cuando los aires bostonianos y liberales de Kennedy deslumbraban aún más que los vestidos de su sufrida consorte.
A Richard Viguerie, el maestro del mailing directo que sentó las bases de la revolución conservadora, se le atribuye una de esas reflexiones que hacen historia: “Amigos, reconozcámoslo: nunca conseguiremos una portada en el New York Times. Es hora de empezar a trabajar con otro esquema”. Así, décadas antes de la erosión del ágora común de los mass media, Viguerie comprendió que era posible pasar de los grandes medios y reclutar votos y voluntades a través del envío directo de propaganda electoral asistido por ordenador. Su libro America's Right Turn: How Conservatives Used New and Alternative Media to Take Power, coescrito con David Franke y publicado por Bonus Books en agosto de 2004, relata cómo la propaganda below the line aupó a Reagan al poder, y cómo este sistema, adaptado a la era de Internet, ha servido por igual a conservadores y a demócratas (recuérdese el éxito del candidato demócrata Howard Dean, que financió su campaña gracias al apoyo de internautas entusiastas).
El año 2004 ha sido un año de crisis para el New York Times. Tras los plagios de Jason Blair, el periódico tuvo que retractarse por dar como exclusivas las filtraciones interesadas del Ahmad Chalabi, aliado americano en la guerra de Irak.
La era de los medios masivos, a decir de Jay Rosen, es sólo una era, y no tiene por qué durar siempre. El significado de la retirada de los tres grandes anchors americanos, Tom Brokaw (NBC), Dan Rather (CBS) y Peter Jennings (ABC) epitomiza, según la revista The Economist, dos movimientos de poder. En primer lugar, los viejos medios pierden terreno frente a los nuevos. Y, en segundo lugar, el establishment liberal pierde poder frente a una cacofonía de nuevas voces más diversa.
Se abre, en definitiva, una nueva etapa. Para algunos, la de los periodistas en pijama (los bloggers como Andrew Sullivan). Para otros, una era más compleja, en la que los mass media convivirán con los otros media, que acturarán como una especie de mini-media-watchdogs, denunciando las irregularidades de los grandes periódicos, radios y televisiones. El public editor del New York Times, una versión mejorada de los discutibles “defensores del lector” (Daniel Okrent es una persona ajena a la redacción; los defensores del lector españoles son, las más de las veces, defensores de su propio periódico) no se entendería sin la influencia de los blogs fajadores, siempre atentos a los desmanes de la gran dama gris.
Es el fin del mundo (mediático) tal y como lo conocemos y, no sé a ustedes, pero a mí me encanta.
lunes, diciembre 20, 2004
Ante la duda, libertad
En este tipo de masacres indiscriminadas soy partidario de ocultar la identidad de las víctimas, pero no de censurar la crudeza de las imágenes. El periodismo debe transmitir el mundo de la manera más fiel posible, lo que significa reflejar toda la ruindad, toda la monstruosidad, toda la mezquindad de la que es capaz el ser humano, si es que merece seguir llamándose tal cuando se convierte en un asesino masivo.
Las imágenes de cuerpos desmembrados nos hacen apartar la vista de la televisión y exclamar “¡Dios mío!”. Pero lo que nos crea repulsa es también lo que nos hace reaccionar.
Contar las cosas como son (con su crudeza) puede herir algunas sensibilidades, pero también pone en marcha los mecanismos de defensa y solidaridad de toda la sociedad. Las manifestaciones en contra de los atentados no habrían sido tan masivas de haberse aplicado el control visual por el que tantos abogan dentro y fuera de la profesión periodística. Si empezamos a autocensurarnos en nombre del buen gusto, corremos el riesgo de no saber dónde parar. Sé que éste no es un debate fácil, y por supuesto está lleno de matices. Pero ante la duda, libertad.