El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, en el CaixaFórum de Madrid
El impresionante aumento en los estándares de calidad de vida en los últimos 250 años tienen, a decir del economista Joseph Stiglitz, un claro responsable: la Ilustración. Pero ese mundo, en el que el conocimiento está basado en el método científico y la organización social en el Estado de Derecho, está en peligro por la falta de incentivos económicos para producir información de calidad. El modelo de negocio mediante el cual la publicidad comercial subsidiaba la provisión de noticias de interés público se ha desvanecido. Los medios sociales han descubierto que la mejor forma de atraer audiencias es mediante la indignación, a menudo provocada por noticias falsas. Al escaso interés de las plataformas en producir noticias -simplemente las seleccionan- se une el robo intelectual de las aplicaciones de Inteligencia Artificial, que ofrecen respuestas a partir de la información recopilada por terceros, a los que no se remunera. El resultado es un ecosistema informativo contaminado que genera desconfianza en los medios y, por extensión, en el resto de instituciones.
El Nobel de Economía, que inauguró este martes en el CaixaFórum de Madrid una jornada sobre la gobernanza de medios auspiciada por el Observatorio de Medios e Información Responsable, insistió en la importancia de la confianza en las instituciones para la buena marcha de la sociedad y la economía. Para abordar el problema, Stiglitz propuso tres medidas: hacer responsables a las plataformas por lo que publican (a diferencia de un medio editorial tradicional, la legislación no las responsabiliza por la circulación de noticias falsas); encontrar la manera de distinguir la buena de la mala información y reducir el nivel de concentración en la propiedad de los medios. “Para que una democracia florezca, no se pueden tener grandes concentraciones de poder en ninguno de los sectores clave de la sociedad”, sentenció.
La jornada continuó con una serie de mesas redondas en las que participaron editores, activistas, periodistas y reguladores. El nuevo Reglamento Europeo sobre la Libertad de los Medios de Comunicación (European Media Freedom Act o EMFA), que entrará en vigor en agosto, obliga a los medios a ser más transparentes sobre su propiedad y financiación. La posibilidad de crear un sello de calidad que distinga a los medios periodísticos fiables centró gran parte del debate: ¿quién debería ser el órgano que otorgara dicha distinción? ¿cuáles serían los requisitos para conseguir y conservar ese sello? ¿debería condicionarse la financiación con publicidad institucional a la obtención de ese distintivo?
Lo paradójico de este nuevo ecosistema es que los medios periodísticos nunca tuvieron tanta audiencia, pero no tienen manera de monetizarla de manera eficaz. Ante la inundación de contenido automatizado y procesado, algunas cabeceras apuestan por lo artesano, por el periodismo de autor. De ahí el resurgir de las newsletters y la proliferación de podcasts, además de los encuentros entre redactores y lectores-suscriptores. Pero la sensación de que nos encontramos ante un fallo de mercado inducido por las nuevas tecnologías es omnipresente. Cómo el Estado puede intervenir para corregir ese fallo es otro dilema. Además de los medios que posee en titularidad, el Estado puede financiar y regular los medios privados, atendiendo a la idea de que el periodismo es un bien público que justifica su intervención. No obstante, los peligros para la independencia editorial son evidentes.
El simposio terminó con la intervención de la profesora de periodismo de la Universidad de Columbia Anya Schiffrin. Irónicamente, nuestro presente hiper-tecnologizado le recuerda al mundo anterior a la existencia de un público moderno que describía el sociólogo Gabriel Tarde: las sociedades pre-impresas se regían por la emoción, el contagio y la imitación de los influyentes. Recomendó la lectura de Careless people, el libro de memorias de una antigua ejecutiva de Facebook, Sarah Wynn-Williams. Un relato aleccionador sobre la ausencia de escrúpulos entre los dueños de la nueva esfera pública.
La Fundación Haz, que junto a Ethosfera sostiene el Observatorio de Medios e Información Responsable, presentó su propuesta de Estándares de Transparencia y Gobernanza Informativa, una especie de aplicación práctica del reglamento europeo sobre libertad de medios, en la que se define un código de buenas prácticas para los medios periodísticos de calidad. Entre ellas, la recomendación de que ningún medio dependa en más de un 10% de su financiación de un único anunciante.
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