sábado, julio 26, 2014

La política como profesión en la era de Podemos

¿Debe ser la política una actividad limitada en el tiempo, un episodio pasajero de alto compromiso cívico? ¿Puede ser una actividad profesional? ¿O acaso el mero hecho de convertirse en tal redunda en la inevitable consagración de una “casta” autocomplaciente, separada del común de los mortales? La profesionalización de la política, uno de los temas clásicos de la politología, ha vuelto al primer plano con el ascenso de Podemos, una formación que ha hecho del azote a las élites una de las principales bazas de su éxito electoral.

El encuentro internacional de la Asociación de Comunicación Política (ACOP) celebrado en Bilbao del 17 al 19 de julio de 2014 permitió comparar las dos posturas sobre el tema. Por una parte, Manuel Alcántara, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Salamanca y autor del reciente libro El oficio de político (Tecnos, 2012), opina que “la política también se aprende sobre el terreno, si vuelves a casa a los cuatro años se pierde lo que esa persona ha aprendido”. Por la otra, Carolina Bescansa, politóloga de la Complutense y responsable de la Unidad de Análisis Político de Podemos, observa que su formación cuenta con profesionales en la política, en lugar de profesionales de la política. El Pablo Iglesias de hace un siglo tuvo que pedir en las Cortes que la política fuese retribuida para que las clases populares pudiesen tener representación. El Pablo Iglesias del siglo XXI pide justo lo contrario.

Bescansa ve un lado oscuro en la profesionalización de la comunicación política: “¿Qué es lo que la comunicación política ha aportado a la calidad de la democracia? Las técnicas de la comunicación política se han convertido en herramienta del tacticismo y el cinismo político. Las herramientas de la comunicación política no pueden suplir a la política misma”. Para Bescansa, los spin doctors son parte de la casta desprestigiada. A su juicio, debe abandonarse el uso táctico de la comunicación para impulsar una práctica política mejorada.

La estrategia de Podemos relatada por Bescansa dio la impresión de que el éxito electoral de la formación fue fruto de una planificación exhaustiva más que la consecuencia de un voto protesta en unas elecciones de segundo orden. El de Podemos sería el voto que canalizó aquellas ansias de reforma que los partidos mayoritarios no se atrevieron a tocar. Podemos llevaba cuatro meses de existencia cuando sorprendió por su resultado electoral en mayo de 2014, pero el equipo detrás de la formación llevaba mucho más tiempo dedicándose al análisis político. A juicio de Bescansa, España arrastraba un déficit de legitimación institucional con cinco focos de atención: 1) los responsables de la crisis económica, 2) la pérdida de vigencia del eje izquierda/derecha en las cuestiones clave, 3) las identidades nacionales, 4) la estructura del Estado y 5) la jefatura del Estado.

Según la profesora de Metodología de la Complutense, las estadísticas mostraban que los grandes consensos de 1978 se habían roto. Los partidos, los políticos y las instituciones alcanzaban cifras récord de descrédito. Si bien en los 80 una mayoría de la población entre el 55 y el 60% los apoyaba, en el bienio 2010-2012 entre un 80 y un 85% de los españoles manifestaban tener muy mala opinión de los partidos políticos. A decir de Bescansa, las cifras debían leerse en su contexto, prestando atención a los valores absolutos y no solo a la posición relativa. Si Rosa Díez es la política más valorada con un 3,5 de nota, lo importante no es aproximarse a su valoración, sino darse cuenta de que ningún político supera el 3,5 de nota.

Para Bescansa las opiniones de los ciudadanos ya no se explican solo por su posición ideológica en una escala de izquierda a derecha. Así, en 2011 la tasa de concentración de voto (la suma de votos de PP y PSOE) cae once puntos. Podemos ve en esta caída una evidencia de la descomposición de los partidos del 78, una oportunidad para una “campaña relámpago” que, para ser efectiva, debía articular su propuesta de transformación social  en torno a dos o tres temas clave.

La influencia de las campañas electorales en el voto de los ciudadanos es otro de los asuntos eternamente debatidos entre los politólogos. Bescansa cree que dicha influencia es cada vez mayor, y que para descubrir su efectividad no se debe preguntar al encuestado si la campaña le influyó, ya que existe un factor de desirabilidad social que le obligará a decir que no se ha visto influido en absoluto por la propaganda electoral. Para Bescansa es más útil preguntar por el momento en el que el elector decidió su voto. Según sus datos, en las europeas de 2014 el 40% de los electores decidió su voto durante la campaña, lo que pudo beneficiar a una candidatura insurgente como Podemos.

El equipo electoral de la formación de Pablo Iglesias se diferenciaba del resto de los partidos políticos en dos aspectos: 1) estaba formado por jóvenes profesionales muy preparados pero con un limitadísimo presupuesto (solo consiguieron dinero para liberar a 8 personas con un salario entre los 800 y los 1.200 euros) y 2) trabajaba de manera horizontal, lo que redundaba en un relato electoral más coherente, según Bescansa.

El proceso de construcción de Podemos fue la principal noticia sobre la propia formación: la consecución de avales para presentarse a las elecciones, el diseño del programa electoral y la celebración de elecciones primarias fueron tres hitos “coherentes con la propia propuesta política” de Podemos, de acuerdo con Bescansa.

Este corresponsal preguntó a la estratega de Podemos sobre dos cuestiones:
  1. La incómoda relación de Podemos con el liberalismo: nuestras democracias son democracias liberales, en las que las decisiones mayoritarias se topan con el límite impuesto por la protección de los derechos individuales. Podemos parece olvidarse del apellido liberal de las democracias occidentales.
  2. La resurrección del mandato imperativo: Podemos quiere convertirse en una auténtica correa de transmisión de sus electores, limitando la autonomía del representante por la que abogaba Edmund Burke en su discurso a los electores de Bristol (1774). 
Bescansa considera el liberalismo como una de las corrientes fundamentales del pensamiento occidental, abierta a múltiples interpretaciones. La estratega de Podemos se reveló a favor de John Locke y de la defensa de la propiedad privada. Sobre el mandato imperativo, Bescansa dijo que la democracia representativa tiene muchos problemas y se mostró partidaria de una posibilidad de “fuerza revocatoria” por parte de los ciudadanos, para que “los compromisos electorales no sean papel mojado”.

Sobre el uso estratégico de las redes sociales por parte de Podemos, Bescansa afirmó que fueron los nodos de la formación (los famosos ‘círculos’) los que fueron creando la presencia de Podemos en las redes sociales de manera horizontal, sin que hubiese una orientación jerárquica por parte del equipo de campaña.

El inesperado éxito electoral de Podemos no lo fue tanto a ojos de Bescansa. “A 30 de abril de 2014 teníamos una encuesta que nos daba tres eurodiputados”, apuntó. “Lo asombroso fue el efecto y la reacción de nuestro resultado en el resto del tablero político”.

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Benenson: Cómo diseñar encuestas para ganar elecciones

Joel Benenson, uno de los consultores clave en la reelección de Obama en 2012, ofreció durante el congreso de la Asociación de Comunicación Política (ACOP) en Bilbao (17-19 de julio de 2014) una lección magistral sobre cómo aprovechar la investigación cualitativa para descubrir las preocupaciones de los votantes y así rediseñar cuestionarios cuantitativos que muestren con mayor claridad los ejes sobre los que hacer pivotar el mensaje del candidato.

El reto de Benenson no era fácil. Ningún presidente de EE.UU. había sido elegido con una cifra de desempleo mayor del 7% (Obama estaba en un 8%), ni con un porcentaje de aprobación inferior al 50% (Obama estaba en un 43%). Benenson y su equipo mantuvieron seis sesiones de entrevistas online con un centenar de votantes de clase media sin filiación partidaria definida. Les preguntaron sobre sus valores religiosos, su comunidad, sus esperanzas de futuro y sus frustraciones. Las preguntas no eran totalmente abiertas, sino que solicitaban información sobre situaciones concretas: “Hábleme sobre la última vez que se sintió tratado injustamente en su trabajo”. El resultado fueron 1.400 páginas de transcripciones, que eran analizadas cada noche por un equipo de cinco personas.

Los norteamericanos entrevistados por Benenson revelaron las siguientes características comunes: 1) Sentían que la regla de oro del sueño americano (el trabajo duro lleva siempre al progreso) ya no seguía vigente; 2) Tenían miedo a arriesgarse y a no poder seguir adelante, o incluso a retroceder en su posición social; 3) Deseaban restaurar los valores comunitarios de solidaridad intervecinal. Este era el estado mental post-crisis de los estadounidenses, que sirvió para orientar la redacción de preguntas en encuestas con muestras representativas. Así, como se prefiguraba en el estudio cualitativo, los americanos revelaron altos porcentajes de asentimiento con las siguientes proposiciones:
  • “Estoy menos inclinado a asumir riesgos debido a la crisis financiera” (75%)
  • “El sistema económico en EE.UU. favorece a los ricos, no a la clase media” (68%)
  • “He rebajado mis expectativas financieras como resultado de la crisis financiera y la recesión” (60%) 
A decir de Benenson, estos resultados les permitieron entender algo que a los Republicanos se les escapaba: los americanos creen que el fundamento de una economía fuerte es la clase media, no la alta clase financiera. Es más, creían que la crisis financiera de los últimos cinco años no era “la típica recesión que ocurre de vez en cuando” (23%), sino “una crisis extraordinaria, la más severa de las últimas décadas” (74%). Este resultado llevó a Benenson a recomendar a Obama que parase de hablar de una “recesión” y utilizase la expresión “una crisis extraordinaria” en su lugar, a fin de enmarcar el problema de una manera congruente con el marco interpretativo de los votantes.

Benenson verificó sus intuiciones a través de preguntas en las que se forzaba a los participantes a elegir entre dos opciones, indicando cuál se aproximaba más a su manera de pensar. En junio de 2011, una mayoría de americanos pensaban que “los problemas económicos heredados por el presidente Obama eran demasiado severos como para que cualquiera los pudiese resolver” (61%), frente a un tercio de la población que opinaba que “un presidente diferente habría reflotado la economía” (33%).

Los votantes, insistió Benenson, no querían soluciones rápidas, sino soluciones duraderas. Sus investigaciones mostraron al equipo Obama que una mayoría de los electores querían 1) una economía con sólidos fundamentos, no una economía de burbujas; 2) inversiones a largo plazo (infraestructuras, educación, industria); 3) un retorno al papel protagónico de la clase media en la economía. Según Benenson, los postulados reaganianos del “trickle-down economics” (la idea de que la bonanza de los grandes negocios acabaría redundando en toda la población) ya no eran compartidos por una amplia mayoría de los americanos. Los Republicanos tenían como cabeza de cartel a un exitoso hombre de negocios (Mitt Romney), pero la investigación social revelaba que para los votantes el conocimiento técnico sobre la economía era menos importante que la voluntad de luchar por la clase media.

La clave de las encuestas electorales encargadas por candidatos y partidos, sentenció Benenson, es preguntar por aquello que necesitas saber para luego comunicar y, en última instancia, ganar.

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