viernes, noviembre 25, 2005

Las elecciones mexicanas también se preparan en Washington

Un taller de comunicación electoral analizará en Washington D.C. el escenario pre-electoral mexicano y ofrecerá conferencias en publicidad electoral, sondeos de opinión pública, utilización de Internet y coordinación de voluntarios. Las jornadas están organizadas por la oficina de Proyectos para Latinoamérica de la Graduate School of Political Management (GSPM) de la George Washington University. Se celebrarán del 5 al 9 de diciembre en la capital de Estados Unidos.

Más información en la web del taller.

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miércoles, noviembre 23, 2005

Seminario de márketing político en México

Un seminario internacional de márketing político analizará en México las últimas tendencias en comunicación electoral, justo a las puertas de las próximas elecciones presidenciales de 2006.

Bajo el título de “Campañas Electorales: Megatendencias en la Comunicación Política”, el encuentro se desarrollará los días 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2005 en la Universidad Iberoamericana, en la ciudad de México. El programa del seminario ofrece el clásico repertorio de temas asociados a una estrategia de comunicación electoral: cómo construir el mensaje del partido y/o candidato, cómo influir en la agenda de los medios, cómo afrontar una situación de crisis... Quizá la ponencia más interesante sea la que lleva por título “El manejo de las redes ciudadanas en una campaña electoral”. El ponente de esta charla, Guillermo Velasco Arzac, es el presidente de la consultora de comunicación política EYCOM, empresa que organiza el seminario en colaboración con la Universidad Iberoamericana.

Más información en la web de EYCOM.

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martes, noviembre 22, 2005

Los hispanos y su integración cultural en Estados Unidos

El periódico Milenio (Guadalajara, México), publica una entrevista con Sonia Colin, la experta en márketing político que dirigió la estrategia de comunicación para los hispanos en la campaña presidencial de George W. Bush en 2000. Colin explica que los latinos han dejado de comportarse como un bloque electoral que votaba sólo a los Demócratas. En las elecciones presidenciales de 2000 un tercio de los hispanos votaron a Bush, y en las de 2004 casi la mitad (un 44 por ciento) lo reeligieron como presidente.

La cuestión de la asimilación cultural de los latinos al mainstream gringo es asunto recurrente en el debate periodístico e intelectual de Estados Unidos. El hecho de que la población hispana se divida entre Demócratas y Republicanos se considera algo positivo, un síntoma de integración, de normalidad. Es curioso comprobar cómo el segundo bloque étnico más importante en Estados Unidos, el conformado por los afroamericanos, sigue siendo fiel al partido Demócrata, hasta el punto de que Kerry ganó el voto negro por un margen del 80 por ciento. Sin embargo, su ventaja con respecto a Bush en el voto latino fue sólo del 10 por ciento. Si aceptamos el reparto equitativo del voto entre Demócratas y Republicanos como un síntoma de asimilación, se concluye que los hispanos están más integrados en la sociedad norteamericana que los negros. En un reciente editorial, la revista The Economist (6 de agosto de 2005, Vol. 376, Issue 8438), alertaba a los afroamericanos de los peligros de esta apuesta ciega por el partido Demócrata, que invita a los Republicanos a no proponer alternativas reales en su beneficio.

Resulta interesante observar que, a pesar de esta rápida asimilación de los latinos al sistema político estadounidense, numerosas voces (en los medios y en la academia) alertan del peligro de la reconquista hispana. El más significado crítico de la creciente influencia de los latinos en Estados Unidos es Samuel P. Huntington. La publicación de su artículo “The Hispanic Challenge” en la revista Foreign Policy (marzo/abril 2004) desató un encendido debate sobre la integración cultural de los hispanos en los Estados Unidos. Huntington sostiene que la incesante inmigración latina amenaza con dividir al país en dos culturas (la protestante y la católica) y en dos lenguas (el inglés y el español). Según este autor, la cultura americana fue definida por los colonos anglo-protestantes de los los siglos XVII y XVIII, que trajeron a Estados Unidos valores tan importantes como el individualismo y la ética del trabajo. Los latinos suponen un desafío a estos valores, porque a decir de Huntington los hispanos son desconfiados, no tienen iniciativa y viven bajo la pesada losa del fatalismo, la creencia de que no vale la pena planear el futuro porque el destino no está en nuestras manos.

¿Está Huntington en lo cierto? ¿Son los valores político-culturales de los latinos una afrenta a la identidad norteamericana? La literatura científica parece contradecir las afirmaciones del profesor de Harvard. Rodolfo O. de la Garza, profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, publicó un par de estudios que cuestionan las teorías de Huntington.

El primer trabajo (1) medía la integración de los hispanos de origen mexicano (que a su vez representan el 60 por ciento de los latinos) evaluando su aceptación de tres valores considerados netamente americanos: su disposición a hablar inglés, su tolerancia política y su confianza en las instituciones. Los mexicano-americanos estaban mayoritariamente de acuerdo en que el inglés debería ser conocido por todos los habitantes de Estados Unidos e incluso revelaron más confianza en las instituciones que los anglos. Los datos relativos a la tolerancia política no ofrecían resultados claros.

El segundo estudio (2) halló que los latinos de origen mexicano son tanto o más individualistas y patriotas que los anglos. De la Garza concluía que los mexicano-americanos se estaban incorporando al mainstream norteamericano de una manera más rápida que los inmigrantes europeos del siglo XX.

La amplia repercusión del ensayo de Huntington hizo que el debate sobre la asimilación cultural de los latinos saltara de las revistas académicas a las publicaciones de carácter general. En un artículo publicado en el diario The Texas Observer, David Montejano acusaba a Huntington de ocultar deliberadamente datos que contrariaban sus tesis, como el hecho de que son cada día más los hispanos que se casan con personas que no pertencen a su grupo étnico.

Los resultados de estudios elaborados por organizaciones como el Pew Hispanic Center y el Tomás Rivera Policy Institute no parecen apoyar los argumentos de Huntington. Casi nadie en la tercera generación de hispanos (los nacidos en Estados Unidos cuyos padres son también norteamericanos) tienen al español como su lengua principal y dos tercios prefieren consumir medios de comunicación en inglés antes que los medios en español.

Con una población cercana a los 40 millones de personas, representando el 15 por ciento de la población total de Estados Unidos, los latinos son ya la primera minoría étnica del país. No son un bloque homogéneo. Es de suponer que entre el mexicano que trabaja en la cocina del Burger King y el cubano que conduce tres coches de lujo en Miami hay muchas diferencias. Pero quizá les una la confianza en un futuro mejor que el presente, y tal vez ambos piensen que el camino para lograrlo es el trabajo diario. Ése es el Sueño Americano, y los expertos en comunicación política, trabajen para Demócratas o Republicanos, lo saben muy bien.

Notas:

(1) De la Garza, Rodolfo O.; Falcon, Angelo; Garcia, Chris F. and Garcia, John. 1994. Mexican immigrants, Mexican Americans, and American political culture. In Edmonston, Barry and Passel, Jeffrey S., editors. 1994. Immigration and ethnicity: the integration of America's newest arrivals. Washington, D.C.: Urban Institute Press, pp. 227-250.

(2) De la Garza, Rodolfo O.; Falcon, Angelo and Garcia, F. Chris. May 1996. Will the real Americans please stand up: Anglo and Mexican-American support of core American political values. American Journal of Political Science, Vol. 40, No. 2, pp. 335-351.

Lecturas recomendadas:

De la Garza, Rodolfo O. 2004. Latino Politics. Annnual Review of Political Sicence, No.7, pp. 91-123.

De la Garza, Rodolfo O. October/December, 2004. Los latinos y la política estadounidense contemporánea. Vanguardia Dossier 13, pp. 54-57.

DeSipio, Loius. May 2003. Latino viewing choices: Bilingual television viewers and the language choices they make. The Tomás Rivera Policy Institute.

Huntington, Samuel P. (March/April, 2004). The Hispanic challenge. Foreign Policy, pp. 30-45.

Montejano, August 13, 2004. Who is Samuel P. Huntington? The Texas Observer.

The Pew Hispanic Center/Kaiser Family Foundation 2004 National Survey of Latinos: Politics and Civic Engagement.

Ramos, Jorge. October/December, 2004. Por qué los hispanos son distintos. Vanguardia Dossier 13, pp. 54-57.

Suro, Roberto. April 2004. Changing channels and crisscrossing cultures: A survey of Latinos on the news media. Pew Hispanic Center/ Annenberg School for Communication, University of Southern California.

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miércoles, noviembre 09, 2005

Orihuela: la comunicación pública ya no es exclusiva de los medios tradicionales

José Luis Orihuela, profesor de la Universidad de Navarra experto en blogs, es miembro del jurado de The BOBs, los premios internacionales a los mejores weblogs organizados por la Deutshe Welle (la BBC alemana). Aprovechando su estancia en Bonn como miembro del jurado, la cadena alemana lo entrevistó para su portal en Internet. Reproducimos un extracto de la conversación:

José Ospina: ¿Qué está aportando la cultura blog al mundo de la comunicación?

José Luis Orihuela: Hasta hace muy poquito tiempo, los medios tradicionales tenían el protagonismo exclusivo de la agenda pública. Los weblogs y otros medios de lo que nosotros llamamos el movimiento de los medios sociales o el periodismo 3.0, han acabado para siempre con esa exclusividad. Los nuevos medios y los viejos medios están redefiniendo un espacio que tienen que compartir. El espacio de la comunicación pública ya no está en manos de los medios tradicionales y de los periodistas profesionales, sino que en ese espacio intervienen también otros agentes de la comunicación.
Los medios tradicionales se han topado con los weblogs básicamente a golpe de desastres. El 11 de septiembre, el 11 de marzo, el 7J, el Tsunami asiático, Katrina… han mostrado los límites que tienen los medios convencionales para las coberturas de catástrofes y el impresionante poder en cambio que suponen las coberturas distribuidas.

Vía: eCuaderno

lunes, noviembre 07, 2005

El Maquiavelo de Downing Street visita Madrid

Alastair Campbell, el polémico ex director de comunicación del primer ministro británico Tony Blair, será el invitado estrella de la cuarta edición del Seminario Internacional de Comunicación Política y Electoral organizado por la Universidad George Washington y la compañía de consultoría política Mas Consulting Group. Las jornadas, que centrarán su atención en el papel de las tecnologías de la información en los procesos electorales, tendrán lugar en Madrid los días 29 y 30 de noviembre de 2005.

El programa del seminario ofrece, a mi modo de ver, dos grandes puntos de interés:

1. Campbell, el Maquiavelo de Downing Street

Su rostro aparece en el diccionario cuando uno busca la definición del término “spin doctor”, vocablo anglosajón que alude a aquellos asesores políticos o jefes de prensa que llaman a los periodistas para sugerirles de qué forma deben tratar un asunto y cómo deben enmarcarlo. Los spin doctors son expertos en darle la vuelta a situaciones comprometidas para los gobiernos, y a menudo confeccionan los argumentarios ideológicos del poder ejecutivo. Alastair Campbell dejó la prensa sensacionalista británica para convertirse en el portavoz del candidato Blair y posteriormente en su jefe de prensa. Siempre se le atribuyó una influencia clave en las decisiones de Downing Street, hasta el punto de considerársele el primer ministro en la sombra. Campbell dimitió tras el trágico suicidio del científico David Kelly, la fuente de las informaciones publicadas por un periodista de la BBC, Andrew Guilligan, en las que se revelaba que el gobierno británico había exagerado intencionadamente un informe sobre las armas de destrucción masiva iraquíes. Si el lector desea refrescar la memoria sobre el culebrón Campbell-Kelly-Guilligan, recomiendo la lectura de un reportaje publicado por John Cassidy en la revista New Yorker el 8 de diciembre de 2003. Una entrevista con el autor del artículo está también disponible en la versión electrónica de la revista. Por cierto, la charla de Campbell se titula “La comunicación gubernamental en Sociedad de la Información”.

Un inciso: David Mathieson, periodista y asesor de Robin Cook en el ministerio de Asuntos Exteriores británico, también dará una conferencia. Me intriga saber qué tipo de relación existe entre Campbell, artífice del argumentario pro-belicista de Blair, y el asesor de Cook, ministro que dimitió en protesta por la guerra de Irak. Mathieson publicó un artículo en The Guardian el día después de las elecciones generales del 14 de marzo en el que alababa la reacción de los votantes españoles ante los intentos de manipulación mediática inducidos por el gobierno y “apoyados por un aparato mediático estatal del que Vladimir Putin estaría orgulloso”, según sus palabras.

2. El uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (teléfono móvil e Internet) en la movilización política

Julie Barko, subdirectora del Institute of Politics, Democracy & Internet (IPDI) de la George Washington University hablará sobre el uso de la telefonía móvil en la comunicación política. Supongo que se referirá a las conclusiones de un seminario sobre el tema celebrado por su instituto el pasado 13 de septiembre.

Será interesante saber qué lecciones al respecto nos puede dar Estados Unidos, país en el que la cultura del móvil presenta importantes diferencias con respecto a Europa, especialmente en lo que se refiere al envío de mensajes de texto.

Rick Davis, director de campaña de John McCain 2000, Nicco Melle, webmaster de la campaña de Howard Dean 2004 y Justin Germany, de la e-campaña Bush-Cheney 2004, ofrecerán su visión del papel de Internet en las campañas electorales. McCain fue el primer candidato que ensayó las posibilidades de la red, y Dean fue quien las desplegó en todo su esplendor. En el caso de Dean la red fue fundamental para reclutar voluntarios (especialmente a través de los meetups) y para recaudar fondos. En el mejor artículo que he leído sobre la campaña de Dean (escrito por Matthew Hindan, titulado “The Real Lessons of Howard Dean: Reflections on the First Digital Campaign” y publicado en Perspectives on Politics, Volume 3, Issue 01, marzo 2005, pp 121-128.) se afirma que la web no sirve para captar al votante indeciso, pero ha sido revolucionaria en la movilización de los votantes convencidos. La innovación que Internet aporta a la comunicación política no reside en el business to client (las relaciones entre el candidato y la masa de votantes) sino en el business to business (las relaciones entre el candidato y sus simpatizantes).

De nuevo, convendría hacer distinciones culturales. En Estados Unidos la financianción de las campañas electorales depende en gran medida de los donantes afines al partido o al candidato. En España la financiación de las campañas electorales es esencialmente pública. En mi opinión, el peso del individuo en la financiación de campañas electorales en Estados Unidos es un arma de doble filo: se abre la puerta a los intereses particulares, al clientelismo y a la corrupción, pero también se implica más al ciudadano medio en los procesos políticos. Eso fue lo que ocurrió con Dean. Las historias de personas que vendieron su bicicleta para donar dinero a su campaña electoral son elocuentes.

En España los partidos políticos podrían utilizar la red (de hecho ya lo hacen) para la movilización de sus simpatizantes. Pero el otro aspecto de la revolución Dean, el de la financiación a cargo de pequeñas sumas de dinero de una amplia masa de ciudadanos, es intrínsecamente americano y no exportable al contexto español.

Durante las jornadas también se abordarán otros asuntos, como el e-Gobierno (la administración pública en la era de Internet), la influencia de los blogs en la política, y los desafíos de la prensa digital en España.

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jueves, noviembre 03, 2005

Una mirada escéptica al periodismo participativo

El presente post es una especie de contestación al artículo “El periodismo como arte democrático”, de Juan Varela, publicado en el diario español ABC el 22 de octubre de 2005 y reproducido en su wiki sobre periodismo participativo.

El denominado civic o public journalism de Rosen y Merritt me cautivó tanto le dediqué año y medio de estudio. Me sigue pareciendo una propuesta noble pero difusa, abierta a la interpretación y el abuso, de ahí que a veces la alabe y a veces la critique (con todo el cariño del mundo). El llamado periodismo participativo no me produce excesiva excitación. Para mí los blogs son mucho más efectivos como media watchdogs (vigilantes de la actuación de los medios) que como productores de periodismo de calidad.

Lo que más me sorprende del discurso del periodismo participativo es su celebración de la desaparición de la mediación profesional que hasta ahora encarnaban los periodistas de los MSM (mainstream media). Se percibe cierta satisfacción en la erosión del poder de mediación del periodista. De repente, el periodista pierde autoridad, bien porque se le considera atenazado por los intereses corporativos y políticos de sus patrones, o bien porque se le ve como una mera correa de transmisión de esos mismos poderes. Esto cuando no es visto, simple y llanamente, como un propagandista de un determinado ideario. Quizá convendría traer a colación la famosa advertencia de David Randall (1999): el que quiera hacer periodismo de izquierdas o derechas, tiene una idea muy equivocada de lo que es el periodismo. Cierto que los periodistas tienen casi siempre un prejuicio antisistema (suelen ser críticos con el partido en el poder) y tienen cierta vocación reformista, pero ese es otro tema (Gans, 2005, ed. original, 1979).

Gran parte de la pérdida de credibiliad en la figura del periodista se debe a esa presunta falta de imparcialidad. Una acusación que cobra más vigor con el auge del periodismo descaradamente partidista. Es curioso. El deseo de objetividad en el periodismo tiene en parte una raíz comercial: ser lo más equidistante para no alienar a una parte de la audiencia. Ahora el partidismo es, quién lo diría, una de las grandes bazas comerciales del periodismo. Es como si el consumidor de medios no le pidiese al periodismo información e interpretación cualificada (basada en hechos, ofreciendo todos los ángulos posibles), sino refuerzo de prejuicios y búsqueda de argumentarios para liderar las discusiones de café. Quizá no haya nada de malo en esto. Este es el periodismo que se practicaba en Estados Unidos en el siglo XIX. Y es probable que a más partidismo en los medios, más participación electoral. Esto es contradictorio con el espíritu periodístico más tradicional, pero no debemos negar la evidencia por más que contradiga nuestros más altos principios.

Pero quizá haya que reflexionar sobre lo que estamos perdiendo al desechar la objetividad (o su deseo) como ethos del periodismo. Hace tiempo que la interpretación se considera legítima dentro del periodismo. La mera reproducción de citas de los bandos contrarios, la objetividad como ritual a la que aludía Tuchman, es aún practicada, pero a menudo se va más allá, indagando en las razones de cada uno de los bandos.

No obstante, el deseo de no implicación emocional ha sido y es válido en la era del periodismo interpretativo... o lo era hasta fechas recientes. Ahora parece que esa imparcialidad, que siempre fue difícil de alcanzar, ya ni se persigue. Es más: muchos la desprecian.

Antes de darlo por muerto, convendría indagar en el valor del ideal de la objetividad, o lo que se busca con él. Y lo que podemos perder al descartarlo. Cito a Don H. Corrigan, el azote del periodismo cívico:

“La objetividad es un ideal escurridizo (elusive ideal), como la paz mundial, la armonía racial, los derechos humanos universales o la tolerancia religiosa. Pero la humanidad no debe abandonar la búsqueda de la paz mundial, la armonía racial, los derechos humanos universales y la tolerancia religiosa porque sean ideales difíciles de alcanzar. Los periodistas no deberían abandonar la búsqueda de la objetividad porque sea, admitido está, un ideal esquivo. El concepto de objetividad, en el contexto del periodismo, incorpora ciertas nociones de honestidad e imparcialidad, así como una devoción por la neutralidad, la exactitud y la veracidad. La objetividad no es un ‘cliché improductivo’, ni pierde su potencia porque sea sea un ideal difícil de conseguir. No deberíamos estar tan dispuestos a reemplazarlo por algo diferente” (1999: xvi-xvii).

John C. Merrill (1999), el otro azote del periodismo cívico, denunció en su momento los peligros de reemplazar el liberalismo por el comunitarismo como filosofía de fondo del periodismo. Creo que lo que en realidad criticaba Merrill es el periodismo participativo, la radicalización (o hipertrofia) del periodismo cívico. El sometimiento de los criterios de noticiabilidad a los criterios de “la comunidad”. Los que venimos de la aldea sabemos lo opresivas que son las comunidades, tanto en el mundo físico como en el virtual. Bendita urbanidad, bendito individualismo. Bendito respeto por la diferencia, como decía Schudson en su amable pero rigurosa crítica al periodismo cívico (Schudson, 1999).

El periodismo cívico, tal como se concibió originalmente (a mi modo de ver Rosen se apuntó recientemente al carro del periodismo participativo, la caricatura del periodismo cívico, ese periodismo cívico que él definió de la misma manera en que Varela titula su artículo: “journalism as a democratic art”) tiene su correlato político en la democracia deliberativa. El periodismo cívico ampliaba el papel del periodista (el periodista no era sólo un mediador, sino también un debate facilitator).

El periodismo participativo enlazaría directamente con la democracia participativa. El mediador desaparece. El público elabora y consume, se lo guisa y se lo come. Lo mismo a la hora de administrarse, gobernarse políticamente. Quizá aquí también estemos enterrando otros valores de nuestro sistema político tradicional de una manera irreflexiva, como hacemos con la objetividad en el periodismo. Nada de representación, democracia directa. No sé ustedes, pero yo no tengo tiempo para participar a pleno rendimiento en todas las decisiones de nuestro sistema político. Necesito representantes que se encarguen de hacer por mí lo que yo no tengo tiempo de hacer (elaborar leyes, perseguir a los que las incumplen). Lo mismo ocurre con el periodismo. Necesito mediadores cualificados que me hagan la vida más fácil, que me digan sobre qué puntos debo enfocar mi atención. Tranquilos, no soy un troglodita. Yo mismo soy un blogger, y agradezco las nuevas posibilidades (creativas, informativas, participativas...) de la red. Pero también observo que, por ahora, la blogosfera no es “many-to-many”, sino “many-to-few” (salvo contadas excepciones, la mayoría de los blogs no reciben más de 25 visitas diarias, según un reciente estuido del MIT, véase Chronicle of Higher Education, 23 de junio de 2005). Y basta asistir a una reunión de tu comunidad de vecinos para ver las serias limitaciones de la democracia asamblearia. El voto secreto (y no la mano alzada de las asambleas, donde la “peer-pressure” afecta a la libertad de voto) es una de nuestras grandes garantías. No la tiremos por la borda. Leamos antes a Stuart Mill y sus Consideraciones sobre el gobierno representativo.

En conclusión: A mi modo de ver, no hay periodismo sin mediación, ni democracia sin representación.


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Dos apuntes finales:

1. Sobre la la tradicional oposición Lippman-Dewey:

El célebre libro The Public and Its Problems no es, como se ha dicho siempre, un rechazo frontal de las teorías de Lippman. Dewey compartía con Lippman muchos de los puntos de su diagnóstico, pero su tratamiento era diferente. La propuesta de Dewey era una especia de “tercera vía”: ni el gobierno de las elites de Lippman, ni la dictadura de la mayoría, sino colaboración entre elites y ciudadanos corrientes.

Dewey es una figura mediadora entre el elitismo de Lippman y el credo mayoritario de progresitas de principios de siglo XX en USA, como ha señalado Ralston (5 de marzo, 2004). La propuesta de Dewey se condensa en el concepto de “public-spiritedness”. Ralston lo explica de una manera bastante inteligible (perdón por la larga cita en inglés):

“To resolve the conflict between the elitist position, defended by Lippmann, and the majoritarian position, held by Progressives (…) Dewey proposes a hybrid concept that helps the disputants on either side of the debate imagine their respective ideals realized in practice and harmony with each other. In The Public and Its Problems, Dewey introduces the concept of “public-spiritedness” with the shoe analogy:

‘The man who wears the shoe knows best that it pinches and where it pinches, even if the expert shoemaker is the best judge of how the trouble is to be remedied. Popular government has at least created public spirit even if its success in informing that spirit has not been great’.

According to this analogy, not only does self-government begin with citizens, who know the problems of their environment best, but it also extends to leaders and experts. Thus, citizens consult experts and experts consult citizens, thereby avoiding the tyranny of either and promoting the associated activity of both” (Ralston, March 5, 2004).

2. Una observación quisquillosa:

El Project for Excellence in Journalism es producto de la colaboración de la Columbia University y Pew Charitable Trusts. Cierto es que el material del libro más citado de Kovach, The elements of journalism, si surgió fruto de unos foros convados por Harvard. Supongo que de ahí viene el lapsus. Claro que a lo mejor yo también estoy equivocado...


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Referencias:

Corrigan, Don H. (1999): The Public Journalism Movement in America: Evangelists in the Newsroom. Westport, CT: Praeger.

Chronicle of Higher Education (23 de junio de 2005). So many bloggers, so few readers. The Chronicle: Wired Campus Weblog.

Gans, Herbert H. (2005, ed. Original 1979). Deciding What's News. A Study of CBS Evening News, NBC Nightly News, Newsweek, and Time. Evanston, IL: Nortwestern University Press.

Kovach, B. Rosenstiel. T. 2001. The Elements of Journalism: What Newspeople Should Know and the Public Should Expect. New York: Crown.

Merrill, John C., Gade, Peter J. y Blevens, Frederick R. (2001): Twilight of Press Freedom: The Rise of People's Journalism. Mahwah, NJ: Lawrence Erlbaum Associates.

Ralston, Shane Jesse (5 de marzo de 2004): “Deliberative Democracy as a Matter of Public Spirit: Reconstructing the Dewey-Lippmann Debate”. Paper presented at the 31st Annual Conference of the The Society For The Advancement Of American Philosophy.

Randall, David (1999): El periodista universal. Madrid: Siglo XXI Ediciones.

Schudson, Michael (1999): “What Public Journalism Knows about Journalism but Doesn’t Know about “Public”. En Glasser, Theodore L., The Idea of Public Journalism. New York: Guilford, pp. 118-133.