domingo, noviembre 06, 2016

Un barrido irónico por 60 años de publicidad electoral americana


Cada cuatro años, los artistas Antoni Muntadas y Marshall Reese actualizan su obra Political Advertisement, un recorrido audiovisual por los anuncios televisivos de los candidatos presidenciales de Estados Unidos desde 1952. El sábado 5 de noviembre se proyectó en el auditorio del Museo Reina Sofía de Madrid la novena versión de la obra, introducida por el historiador y comunicólogo Román Gubern, que la define como “un barrido por la historia de las elecciones americanas hecho con mucho sentido del humor”. No es, insiste Gubern, el frío trabajo analítico de un sociólogo, sino “una reflexión de sensibilidad irónica” sobre las campañas electorales.

La obra tiene su origen en los años 80, cuando Muntadas conoce a Ed Diamond, un politólogo del MIT (Massachusetts Institute of Technology) que tenía un archivo de anuncios electorales. Al proyecto se suma luego el vídeo-artista Marshall Reese, y desde 1984 componen la primera versión del montaje, que revisarán en cada convocatoria presidencial.

La primera campaña presidencial televisada fue la de 1952. Hasta ese momento, la radio había sido el principal medio de comunicación electoral, como atestiguan los célebres fireside chats de Roosevelt. En las convocatorias de 1952 y 1956 el general Eisenhower se enfrentó a Adlai Stevenson, “el típico demócrata de corte intelectual”, según Gubern. Cuando perdió por segunda vez frente a Eisenhower, Stevensón dejó para la posteridad una cita que denunciaba con impotencia la inevitabilidad del marketing político en era de la tevisión: “la idea de que se puedan vender candidatos para las altas investiduras como si fueran cereales para el desayuno... es la última indignidad del proceso democrático”.

Stevenson intuía lo que luego otros comunicólogos han confirmado: la televisión proyecta mejor al sujeto (la personalidad) que al objeto (los problemas complejos). Priman la fotogenia y la fonogenia. La televisión resucita la importancia del carisma, una palabra acuñada por los primeros teólogos cristianos para referirse a la capacidad de hacer milagros que el sociólogo Max Weber incorporó para el uso civil para referirse al atrativo, el glamour y la seducción del político.

Precisamente, el candidato con quien más se relaciona el glamour (palabra medieval recuperada por el novelista británico Walter Scott en el siglo XIX) es JFK, que en sus debates con Nixon en 1960 se reveló como el líder de la telegenia. Ésta se refiere, según Gubern, a tres aspectos: la presencia física, el lenguaje corporal y el discurso verbal. El lenguaje corporal, insiste Gubern, es más elocuente que el verbal, ya que el cuerpo nunca miente y delata el auténtico sentir del hablante. En este terreno el candidato Ronald Reagan jugaba con ventaja: había trabajado en la radio y había sido actor de cine, por lo que sabía modular perfectamente su imagen y su voz. Su gran obra, la caída del comunismo, se debió en gran parte a un farol: el invento de la guerra de las galaxias, un sistema orbital de bombardeo que forzó a la URSS, que ya gastaba el 40% de sus fondos en defensa, a arruinarse invirtiendo todavía más en armamento militar. Es el poder del mito en la política, apunta Gubern.

Como ejemplo de “la elocuencia de lo no dicho”, Román Gubern recuerda las imágenes de George W. Bush cuando le comunicaron los ataques terroristas del 11-S mientras estaba de visita en una escuela infantil. Su perplejidad, su rictus facial, lo decía todo.

El vídeo-compilación de Muntadas y Reese, apunta Gubern, evidencia la hegemonía de la voz en off masculina en la propaganda política televisada. También pone de manifiesto la abundancia de los testimonios masculinos sobre los femeninos, infiriéndose el principio machista de que éstos son los más relevantes, ya que la esposa votará como el marido. En los spots de la Guerra Fría “las ventajas de la prosperidad se imponen a los inconvenientes de las amenazas”, en un continuo contraste entre preocupaciones domésticas (el alza de los precios, el medio ambiente) y exteriores (confrontación con el enemigo soviético).

La obra muestra también la contaminación de la política por la industria del espectáculo, cuyo resultado más histriónico es el propio Donald Trump, cuya imagen le recuerda a Gubern la de un payaso salido de un programa de telerrealidad. Todo un contraste con la iconicidad del presidente saliente: Obama presume de un cuerpo elástico, es una especie de Tarzán de ébano reminiscente de las películas de Weissmuller para la Warner.

La selección de Muntadas y Reese excluye, extrañamente, uno de los vídeos más célebres sobre Obama: el de la Obama Girl, que ejemplifica perfectamente la era de los vídeos (presuntamente) generados por los usuarios. Pero, como recuerda Gubern, Political Advertisement no es un estudio académico, sino una selección “desordenada e impresionista” que provoca curiosidad, risa y también, quizá, temor.

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viernes, noviembre 04, 2016

Taller de oratoria en Cuenca (12-13 nov 2016)

El fin de semana del 12 al 13 de noviembre de 2016 tendré el placer de impartir en Cuenca un taller práctico de oratoria, en el marco de los talleres culturales organizados por la Universidad de Castilla-La Mancha. Será en la Sala ACUA, en pleno casco histórico de Cuenca (c/Colmillo) el sábado 12 de noviembre, de 10 a 14 y de 16 a 20 horas, y el domingo 13 de noviembre, de 10 a 14 horas.

El taller está abierto a personas ajenas a la universidad. Para más información, consúltese el programa y el formulario de inscripción.

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jueves, noviembre 03, 2016

Napoli: Internet no nos ha traído mayor diversidad audiovisual


Cuando arrancaba el nuevo milenio en el que vivimos, el concepto de ‘cola larga’, popularizado por Chris Anderson, defendía la posibilidad de que las producciones minoritarias encontrasen siempre su público gracias a la tecnología. A día de hoy, según el profesor de la Universidad de Duke (EE.UU.) Philip M. Napoli, la asunción de que Internet expandiría la diversidad de los productos que consumimos no se sostiene. En su lección magistral, con la que arrancó este jueves 3 de noviembre un seminario sobre diversidad audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid, Napoli apuntó que el catálogo de productos ofrecidos por Netflix, lejos de ampliarse, se ha reducido en un 50% desde 2014. De tener unos 10.000 títulos en oferta, ahora ofrece unos 5.000. La cola larga se desintegra.

La razón parece encontrarse en los costes de las licencias (a un proveedor privado no le compensa pagar mucho por algo que casi no se ve) y en la integración vertical: cuando el proveedor, en este caso Netflix, se convierte también en productor, su incentivo para recomendar productos pertenecientes a la ‘cola larga’ es mínimo. Es más, procurará modificar sus algoritmos de sugerencias para que el usuario consuma productos hechos en casa. Así, según Napoli, se llega a la paradójica situación de que en la era digital los dos mayores predictores de éxito son la edad del producto (cuanto más reciente, mejor) y su éxito en la taquilla. Es la vuelta a los criterios de éxito de los vídeo-clubs físicos que triunfaron en los 80.

La cola larga tiene poco interés, e incluso empresas como Amazon ya delegan en una vasta red de terceros vendedores la atención hacia los productos de nicho. En el terreno puramente digital, los productos de la ‘cola larga’ desaparecen de los proveedores o intermediarios mayoritarios y se comercializan a través de agregadores temáticos como los presentes en Roku (un reproductor de streaming muy popular en EE.UU.). Las películas de terror de serie Z tienen su propio agregador (ej. Grindhouse cannel), lo que las hace solo accesibles para los fanáticos del género, no para el curioso que accede a un gran portal tipo Netflix.

La interactividad, además, tiene un lado oscuro que erosiona la diversidad audiovisual. Los proveedores digitales tienen muchísimos datos sobre nuestras preferencias, lo que reduce la incertidumbre y les da más poder predictivo para producir contenidos exitosos, eliminando cualquier incentivo de servir a la cola larga, donde yacen los productos más arriesgados y experimentales.

En definitiva: a decir de Napoli, la tecnología no nos ha resuelto el deseo de tener una mayor diversidad audiovisual a nuestro alcance. La cola larga se hace más difícil de navegar debido a su compartimentación en agregadores temáticos. El ideal del ‘one-stop-shop’ para acceder a la cola larga ya forma parte del pasado. Netflix no está interesado.

Curiosamente, en Youtube todavía se encuentra muchísmo contenido generado por los usuarios, que en cierta medida se puede considerar perteneciente a la ‘cola larga’. Esto podría cambiar si Youtube se dedicase, como hizo Netflix, a producir contenidos propios. También acechan otras grandes corporaciones. Si un contenido de usuario se revela como popular, las grandes empresas de comunicación pueden patrocinarlo o comprarlo, haciéndolo migrar de la cola a la cabeza.

Preguntado por la piratería, Napoli considera que se ha quedado relegada a los que no tienen dinero y disfrutan de mucho tiempo: los estudiantes universitarios. Bromas al margen, sí ha forzado a ciertos proveedores como HBO a desagregar productos como Juego de Tronos (la serie más pirateada en EE.UU.) para que sean accesibles fuera de la plataforma que los vio nacer.

Napoli reconoce que hablar en EE.UU. sobre políticas de medios suena a intervencionismo, de ahí que lo más práctico para incentivar un consumo diverso entre la audiencia sea la alfabetización audiovisual desde edades tempranas.

La profesora de la Universidad de Oregón Janet Wasko, también presente entre la audiencia y una de las ponentes invitadas, se mostró sorprendida de que el éxito en taquilla sea uno de los predictores de éxito online. ¿Acaso los cines no iban a desaparecer? “Si no lo han desaparecido ya”, respondió Napoli, “es que están aquí para quedarse. La gente necesita salir de casa de vez en cuando”.

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