martes, marzo 28, 2017

La nueva misión de Felipe: resetear la socialdemocracia

La presentación este martes 28 de marzo del libro ¿Quién manda aquí? (Debate, 2017), una colección de ensayos sobre los desafíos de la globalización a la democracia representativa, ha sido el primer acto público de la Fundación Felipe González, promotara del libro y depositaria del archivo del ex presidente español. En un debate en el que participaron el propio González y los politólogos José Fernández-Albertos y Alberto Penadés, moderados por la consultora política Inma Aguilar y el politólogo-periodista José Ignacio Torreblanca, el histórico líder socialdemócrata abogó por “resetear la socialdemocracia” preservando “sus valores y su relato histórico”. Porque, como el mismo Felipe González declaraba en el vídeo promocional que antecedió al coloquio, la socialdemocracia “está fallando” justo en un momento en el que “la lucha contra la desigualdad es más necesaria en Europa y en el mundo”.

Según González, la democracia representativa está recibiendo impactos del exterior y sufriendo a la vez grietas internas. La revolución tecnológica y de las comunicaciones, la globalización económica y la supranacionalidad (“esto nos viene de fuera”; “esto es imposible porque no lo permiten los mercados”) se combinan con “problemas internos de los gobiernos”, que se han vuelto más “impredecibles” e “ineficientes”, “poco transparentes” y “con más dificultades para ser incluyentes”. No obstante, el ex presidente español advirtió que, pese a ser “superior al resto de los esayos gubernamentales” por su capacidad para facilitar la evacuación de gobiernos que han perdido el favor de la ciudadanía, la democracia representativa “no garantiza el buen gobierno”. Según González, en América Latina se está perdiendo fe en la democracia representativa porque “se ha vendido el producto ‘democracia’ como la solución a los problemas, cuando es solo un método de gobierno”.

La discusión del famoso trilema de Rodrik, sobre la imposibilidad de combinar a un tiempo globalización económica, democracia y estados nación, dio pie a hablar de la Unión Europea, definida por González como “un instrumento de gobernanza parcial de la globalización” cuya gran virtud sería la economía social de mercado, a la que según el ex presidente español los propios líderes europeos han renunciado al olvidarse de su componente social. En vísperas de la activación del Brexit, González quiso darle la vuelta al argumento de la presunta ineficiencia de la Unión Europea, que con el 8% de la población mundial produce el 20% de la riqueza global pero consume el 50% del gasto social. Para el ex presidente español es precisamente por gastar el 50% de la inversión mundial en asistencia social que Europa puede producir el 20% de la riqueza global siendo solo el 8% de la población de la Tierra.

Ante las demandas de mayor participación democrática, González apuntó que también se puede morir de tanto input popular. Tal sería el caso del estado de California, en el que los sucesivos referendos dan lugar a una especie de wishful thinking colectivo, en el que se demandan más y más servicios sin pensar en su coste. De ahí, según el ex presidente español, que California sea un estado fallido, en quiebra fiscal, pese a ser uno de los estados punteros en tecnología. González se refirió con sorna al referéndum de la OTAN: “Yo hice un referéndum, me arrepiento de hacerlo, y para colmo lo gané”, sentenció. Conviene recordar a los lectores más jóvenes que el PSOE se opuso a la entrada en la Alianza Atlántica y luego acabó pidiendo el voto para el ingreso en la misma en una arriesgada consulta popular.

Preguntado por José Ignacio Torreblanca por el desafío de los robots y la automatización para el empleo, Felipe González equiparó nuestros miedos con los de los luditas que se oponían al primer maquinismo. Es más, los robots podrían ser una innovación positiva, ya que nos liberarían de la alienación laboral de la era industrial. “Podríamos volver a ser pastores, pastores de máquinas, recuperando la dignidad que nos robó el trabajo en cadena”.

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lunes, marzo 27, 2017

El poder de la otra mitad: ¿sigue habiendo un segundo sexo en política?

La brecha salarial entre hombres y mujeres continúa; el parlamento medio europeo registra una mayoría de hasta dos tercios de hombres; las mujeres tienen menos visibilidad como fuentes en los medios (un 70% son hombres) y todavía se las encuadra en nichos especializados de política presuntamente ‘femenina’, como los asuntos sociales o la familia. Sin embargo, algo se está moviendo: la mayor independencia económica garantizada por la formación hace que el matrimonio sea una elección y no una vía de supervivencia para las mujeres. Ello puede explicar el imparable aumento de mujeres solteras, que comparadas a sus homólogos masculinos obtienen más préstamos hipotecarios, lo que evidencia su mayor solvencia económica. Esto, unido al hecho de que en 2010 las mujeres llegaron a ser la mayoría de la fuerza laboral en EE.UU., llevó a algunas comentaristas como Hanna Rosin a celebrar el fin del patriarcado con libros como The end of men (Riverhead Books, 2012).

Semejante triunfalismo se antoja todavía exagerado. Si bien ser mujer es un plus para hipotecarse, no lo es a la hora de hacer carrera política. En sus cursos de formación a candidatos a lo largo y ancho de América Latina, la consultora política e investigadora académica Virginia García Beaudoux se dio cuenta de que todo era mucho más difícil por el mero hecho de ser mujer. Esas dificultades extra la animaron a escribir el libro ¿Quién teme el poder de las mujeres? (Madrid, Grupo 5, 2017), que lleva por subtítulo la sugerente frase Bailar hacia atrás con tacones altos. Con ella quiere indicar que para una mujer hacer lo mismo que cualquier hombre requiere destrezas mayores: “Fred Astair y Ginger Rogers bailaban sobre el mismo suelo, pero para Rogers bailar implicaba una dificultad extra, la de moverse hacia atrás con tacones altos”, explicó Beaudoux durante la presentación de su libro en la Casa del Lector en Madrid el pasado 14 de marzo de 2017.

La desigualdad de sexos en política es evidente: las mujeres son la mitad de la población, pero no ocupan la mitad de las posiciones de liderazgo. Como recuerda Beaudoux, en las reuniones de Davos el 85% de los líderes son hombres; en Latinoamérica, las mujeres son la mitad de los militantes de los partidos, pero solo 2 de cada 10 llegan a ser líderes de sus formaciones. Las mujeres siguen siendo minoría en los parlamentos (22% de los representantes) y en los gobiernos (17% de los ministros). Además, para las mujeres el éxito político parece conseguirse a costa del personal. Según datos de Beaudoux, en España el porcentaje de ministros sin hijos es del 9%, mientras que la proporción de ministras sin descendencia se eleva al 45%. Además de romper techos de cristal, las mujeres deben caminar sobre los llamados ‘suelos pegajosos’.

Cuando se aventuran a una carrera política, las mujeres han de enfrentarse a los consabidos estereotipos de género, definidos por Beaudoux como “creencias sociales aprendidas de lo que es propio o natural de las mujeres y hombres”. Así, se les preguntará siempre por su papel como madres (o abuelas); se las considerará mandonas y autoritarias si manifiestan un mínimo de asertividad; y recibirán críticas y comentarios relacionados con su apariencia física y vestuario. Una gran desventaja para las mujeres, ya que la investigación demuestra que cuando los medios prestan atención a la indumentaria de una candidata, baja la percepción social de su competencia política, según Beaudoux.

La situación en países como Suecia u Holanda, teóricos paraísos de la igualdad, resulta un tanto engañosa. Aunque haya casi paridad numérica en los parlamentos (se ha rozado un 40% de mujeres diputadas en los Países Bajos), todavía hay pocas mujeres liderando partidos o comisiones clave. Además, ni Suecia ni Holanda han disfrutado de primeras ministras todavía. Aún en este contexto más igualitario, los estereotipos persisten: los medios también se fijan en sus trajes. Se da lo que Beaudoux llama un ‘techo de Nirvana’: la falsa ilusión de que la igualdad ha llegado hace que no se hable más sobre el tema, como si el debate sobre la igualdad fuese ya una cosa del pasado.

Beaudoux no se limita al diagnóstico y ofrece soluciones, iniciativas internacionales de las que ha participado y que persiguen el objetivo de nivelar el terreno de juego para las mujeres. A saber:
  • Academias de candidatas y escuelas de parlamentarias
  • Seminarios de sensibilización para periodistas y medios, del que ya ha emergido un decálogo de recomendaciones.
  • Impulso de redes de mentoras, como las redes interparlamentarias de mujeres, en las que las diputadas se apoyan entre sí independientemente de sus filiaciones ideológicas y partidarias.
  • Políticas públicas para favorecer la corresponsabilidad doméstica.
  • Apuesta fuerte por la educación: las mujeres sin educación, si se las considerase todas juntas, constituirían el décimo país del mundo más poblado.

Por extraño que resulte, según Beaudoux las mujeres de ahora se sienten más solas que las de generaciones anteriores. La autora apunta dos razones: 1) se cree que el problema de la igualdad ya se resolvió, por lo que cualquier problema en este sentido se ve como algo individual y no social; 2) se han desarticulado los espacios de reunión de las mujeres.

Beaudoux animó a vencer los estereotipos de género de los que también son presas las mujeres, como aquél que reza que las mujeres son para sí sus peores enemigas, ya que compiten entre sí. “La competencia y el liderazgo no son rasgos masculinos; son facetas humanas”, apunta Beaudoux, de ahí que la feminización de la política sea en realidad una humanización de la política.

Womencompol, el lugar de encuentro
El 16 de marzo de 2017 se presentaba en el auditorio de la Universidad Camilo José Cela en Madrid la plataforma Womencompol, que pretende servir como lugar de encuentro para las consultoras de comunicación política e institucional. Diana Rubio, Elena Barrios, Ana Cabrera y Mar Vázquez Lorca, fundadoras de la plataforma, oficiaron como anfitrionas de un foro de debate que se abrió con una conferencia de Yurdana Burgoa, directora de gabinete y de comunicación del Departamento de Hacienda y Economía en el Gobierno Vasco, además de miembro del consejo directivo de la Asociación de Comunicación Política (ACOP). Burgoa insistió en que la clave de una buena comunicación política es “una buena escucha”, tanto interna (los consejeros y departamentos del gobierno), como externa, a través de encuestas, medios de comunicación, redes sociales y ciudadanos de a pie. A su juicio, las mujeres aportan a la política intuición, respeto al diferente, confianza y lealtad, pero el objetivo no es llegar a ser hombres.

Las profesionales de la comunicación política Miljana Micovic, Gabriela Ortega y Begoña Fernández compartieron en un animado debate los estereotipos de género en los medios, la extraña desconfianza que sienten algunas mujeres a la hora de votar a candidatos de su mismo sexo, o el tono paternalista que manifiestan todavía algunos hombres en las mesas de negociación.

El foro se cerró con un coloquio entre la consultora Ángela Paloma Martín y la referida consultora y académica Virginia García Beaudoux. En opinión de Martín, las mujeres en política “somos más prudentes, leemos más, estudiamos más y hablamos más entre nosotras”. Beaudoux animó a las candidatas a evitar los estereotipos de género en sus propios perfiles de Twitter. No está mal decir que una es “una orgullosa madre de cuatro hijos”, pero no tiene por qué ser lo primero que se diga.

Para saber más:
Webs:

Libros:
  • García Beaudoux, V. (2017), ¿Quién teme el poder de las mujeres?: Bailar hacia atrás con tacones altos. Madrid: Grupo 5.
  • Lombardo, E. y Meier, P. (2016), The symbolic representation of gender: A discursive approach. Londres: Routledge.
  • Rosin, H. (2012), The end of men. Nueva York: Riverhead Books.
  • Thames, F.C. y Williams, M.S. (2015), Contagious representation: Women’s political representation in democracies around the world. Nueva York: NYU Press.
  • Traister, R. (2016), All the single ladies: Unmarried women and the rise of an independent nation. Nueva York: Simon & Schuster.

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