El reto de Benenson no era fácil. Ningún presidente de EE.UU. había sido elegido con una cifra de desempleo mayor del 7% (Obama estaba en un 8%), ni con un porcentaje de aprobación inferior al 50% (Obama estaba en un 43%). Benenson y su equipo mantuvieron seis sesiones de entrevistas online con un centenar de votantes de clase media sin filiación partidaria definida. Les preguntaron sobre sus valores religiosos, su comunidad, sus esperanzas de futuro y sus frustraciones. Las preguntas no eran totalmente abiertas, sino que solicitaban información sobre situaciones concretas: “Hábleme sobre la última vez que se sintió tratado injustamente en su trabajo”. El resultado fueron 1.400 páginas de transcripciones, que eran analizadas cada noche por un equipo de cinco personas.
Los norteamericanos entrevistados por Benenson revelaron las siguientes características comunes: 1) Sentían que la regla de oro del sueño americano (el trabajo duro lleva siempre al progreso) ya no seguía vigente; 2) Tenían miedo a arriesgarse y a no poder seguir adelante, o incluso a retroceder en su posición social; 3) Deseaban restaurar los valores comunitarios de solidaridad intervecinal. Este era el estado mental post-crisis de los estadounidenses, que sirvió para orientar la redacción de preguntas en encuestas con muestras representativas. Así, como se prefiguraba en el estudio cualitativo, los americanos revelaron altos porcentajes de asentimiento con las siguientes proposiciones:
- “Estoy menos inclinado a asumir riesgos debido a la crisis financiera” (75%)
- “El sistema económico en EE.UU. favorece a los ricos, no a la clase media” (68%)
- “He rebajado mis expectativas financieras como resultado de la crisis financiera y la recesión” (60%)
Benenson verificó sus intuiciones a través de preguntas en las que se forzaba a los participantes a elegir entre dos opciones, indicando cuál se aproximaba más a su manera de pensar. En junio de 2011, una mayoría de americanos pensaban que “los problemas económicos heredados por el presidente Obama eran demasiado severos como para que cualquiera los pudiese resolver” (61%), frente a un tercio de la población que opinaba que “un presidente diferente habría reflotado la economía” (33%).
Los votantes, insistió Benenson, no querían soluciones rápidas, sino soluciones duraderas. Sus investigaciones mostraron al equipo Obama que una mayoría de los electores querían 1) una economía con sólidos fundamentos, no una economía de burbujas; 2) inversiones a largo plazo (infraestructuras, educación, industria); 3) un retorno al papel protagónico de la clase media en la economía. Según Benenson, los postulados reaganianos del “trickle-down economics” (la idea de que la bonanza de los grandes negocios acabaría redundando en toda la población) ya no eran compartidos por una amplia mayoría de los americanos. Los Republicanos tenían como cabeza de cartel a un exitoso hombre de negocios (Mitt Romney), pero la investigación social revelaba que para los votantes el conocimiento técnico sobre la economía era menos importante que la voluntad de luchar por la clase media.
La clave de las encuestas electorales encargadas por candidatos y partidos, sentenció Benenson, es preguntar por aquello que necesitas saber para luego comunicar y, en última instancia, ganar.
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