miércoles, noviembre 24, 2004

Carta abierta a Carmen Caffarel

Ahora que el Comité para la Reforma de los Medios Públicos está a punto de emitir su veredicto, creo oportuno rescatar de mis archivos la carta abierta que en abril de este año dirigí a la directora del ente RTVE, Carmen Caffarel. Gracias a la mediación de un admirado profesor, la misiva llegó a manos de su destinataria, quien aseguró haber tomado en consideración mis humildes sugerencias. ¡Todo un placer por mi parte!

Santiago de Compostela, 14 de abril de 2004

Estimada Profesora Carmen Caffarel:

Leo en el periódico de hoy que usted será la próxima directora general del ente público Radio Televisión Española, por lo menos hasta que se reforme el estatuto que regula la radiotelevisión pública española. Suelo recibir con bastante desconfianza y escepticismo todas las llamadas a una reforma –siempre aplazada- de nuestra televisión pública. De alguna manera, todos hemos interiorizado el axioma de que la independencia política es incompatible con la televisión pública, al menos con la española. ¿Está la raíz del problema en el Estatuto de 1980, que concede al gobierno el control político de TVE? ¿O es un problema de cultura política que no se resolverá por mucho que se reforme el marco legal vigente? Quién sabe. Pero esta vez soy más optimista. Quizá por su condición profesional –una reconocida estudiosa de la comunicación- estoy dispuesto a darle mi voto de confianza para salir del marasmo. Para tener una televisión pública... decente.

Los retos que tiene delante no son fáciles. El servicio público de televisión, un concepto muy defendido y muy poco definido, lleva años en crisis. La BBC, una de las instituciones con más tradición en el Reino Unido y sin duda el servicio público de radiotelevisión de mayor prestigio mundial, está atravesando una crisis de identidad que habrá de resolverse con la renovación –o no- de la cédula real que regula su funcionamiento. En España, una televisión pública banal, con guiños continuos a la telebasura, no hace más que dar razón a las voces que piden a gritos su privatización.

Sin embargo, a pesar del negro panorama en el que estamos inmersos, creo que la televisión pública todavía tiene sentido. Y no lo digo por una convicción política personal. Lo digo porque soy consumidor diario de la BBC World y porque uno de los mejores reportajes televisivos que se han emitido sobre el infausto barco Prestige que asoló nuestras costas se emitió por la PBS, la televisión pública norteamericana.

Permítame pues, en esta breve carta, sugerirle unas modestas respuestas a dos preguntas que considero fundamentales: “¿Qué televisión pública queremos?” y “¿Cómo conseguirla?”.

I. ¿QUÉ TELEVISIÓN PÚBLICA QUEREMOS?

Habrá quien vea necesaria una pregunta previa a la que acabo de formular: “¿Realmente necesitamos una televisión pública?”. La televisión pública, tal y como la conocemos, es una herencia del pasado, como usted sabe mejor nadie. Estos son algunos de los argumentos que han justificado la existencia de los servicios públicos de radiotelevisión, que han sido matizados o rebatidos con el paso del tiempo:

LIMITACIONES TECNOLÓGICAS. El espectro radioeléctrico era un campo limitado, y la influencia social de la radiodifusión (que aún hoy muchos creen ilimitada) merecían someterse al control del Estado para evitar que unos mecanismos tan poderosos cayeran en manos privadas.

Sin embargo... la revolución digital ha terminado con esas limitaciones tecnológicas.

PLURALISMO INFORMATIVO. La prensa de papel está en manos privadas y defiende intereses empresariales que pueden o no coincidir con los de un determinado partido. La televisión pública vendría a garantizar el pluralismo ideológico representado en el parlamento.

Sin embargo... aunque la concentración empresarial de los medios es una amenaza que se cierne sobre Europa, no está claro que la televisión pública represente un contrapeso caracterizado por su pluralidad de miras. Es más bien, y en el caso español resulta evidente, un juguete político al servicio del gobierno.

CREACIÓN DE UNA COMUNIDAD. La radio pero, sobre todo, la televisión, era uno de los mecanismos de socialización más importantes. La idea de una nación común se ha construido a través de la ilusión de comunidad que proporcionan los medios de comunicación. La idea de España, Francia o Reino Unido se sostiene mejor con una televisión que con una policía y unas fronteras. En España, las autonomías se han consolidado como espacios institucionales gracias a las respectivas televisiones regionales.

Sin embargo... la visión de los medios como un lugar común que sustituía a la antigua ágora griega está en peligro, para bien o para mal. Crecen por doquier los medios alternativos y étnicos (sobre todo en Estados unidos) y la multitud de la oferta podría conducir a la disminución de referentes comunes en los que basar el debate público. La era de los medios “masivos” podría estar llegando a su fin.

Los cimientos que han sostenido a la televisión pública están por lo tanto, en entredicho. De querer seguir contando con una televisión pública, veo dos caminos a seguir, uno americanizante y otro europeizante:

1. EL AMERICANIZANTE: UNA TELEVISIÓN PÚBLICA BUENA, PERO RESIDUAL Y HASTA CIERTO PUNTO ABURRIDA. El papel de la televisión pública en Estados Unidos se considera anecdótico, pero la PBS (Public Broadcasting Sistem) está considerada como una buena red de televisión que educa y sirve para el debate público. Se podría privatizar TVE 1 (¿qué tiene la Primera que justifique su financiación con cargo a los presupuestos generales del Estado?) y potenciar La 2 como único canal público.

2. EL EUROPEIZANTE: UNA TELEVISIÓN PÚBLICA GENERALISTA, PERO COMO LAS DE ANTES, ENCARNADA EN TVE 1. LA 2 SEGUIRÍA SIENDO UN CANAL COMPLEMENTARIO Y ORIENTADO A AUDIENCIAS MÁS MINORITARIAS, PERO SE REFORMARÍA PARA HACERLO MÁS ATRACTIVO. En Europa la televisión pública cuenta con una gran tradición. El teórico francés Dominique Wolton (1) cree que sigue siendo necesaria una televisión pública generalista para seguir manteniendo la idea de comunidad y para fomentar la tolerancia. Wolton cree que la creación de canales temáticos no es la solución. Una televisión generalista al viejo estilo (con información, películas, debates, concursos tipo Un, Dos, Tres...) fomentaría la tolerancia entre los televidentes: “Ese programa de variedades que ven mis padres no me gusta. Pero durante el resto de la semana hay un espacio de debates como La Clave, por lo que en esta televisión cabemos todos: mis padres ‘carcas’ y yo”.

Esta segunda opción, la europeizante, sería la que más visos tendría de convertirse en realidad. Pero... ¿Es posible volver a una televisión como la de antes, en la que los debates políticos se emitían por la noche y no por la mañana, como ocurre ahora, en la que no había que programar el vídeo para poder ver una película clásica? No lo sé. Pero propongo volver al viejo espíritu con formas renovadas. Creo que es posible. Vuelvo al ejemplo de la televisión británica. Un canal meramente informativo como BBC World no sólo informa con rigor, sino que presenta un aspecto visual dinámico y atractivo... ¡hasta tal punto que la BBC se ha visto obligada a editar un CD de audio con la música de continuidad de la cadena!

La complementariedad entre La Primera y La 2 la ejemplificaría con un programa de libros. El espacio de Sánchez Dragó sigue siendo necesario, y merece mantenerse en La 2. Pero Dragó, con un programa que discurre a un nivel intelectual ‘high brow’, satisface a los lectores ya consolidados. ¿Pero que hacemos con la gente que no lee libros? Además de iniciativas como el nuevo Un, Dos, Tres –a mi juicio cuestionable- un programa de libros en La Primera debería dar la oportunidad al televidente de engancharse al discurso de la lectura y la cultura. Si, por ejemplo, decidimos invitar a un filósofo como el americano Richard Rorty, debemos contar con ese televidente que no tiene ni idea de quién es ese señor. Debemos introducirlo con un lenguaje audiovisual atractivo y dinámico, que no dé lugar al aburrimiento. Es posible. BBC World lo hacía hace una semana en su programa Profiles. Tampoco debemos caer en un extremismo utópico. Como recuerda Wolton, hay que darse cuenta de que hay cosas que no caben en televisión, al menos no en la televisión generalista. Por ejemplo: yo amo el teatro, pero creo firmemente que el mejor teatro televisado es el de las series de ficción, porque son ellas las que mejor se adaptan al dinamismo del lenguaje audiovisual. El teatro “a pelo”, para los teatros.

II. ¿CÓMO CONSEGUIR LA TELEVISIÓN PÚBLICA QUE QUEREMOS?

Reconozco que no puedo dar soluciones definitivas a un problema tan complejo como el de la reforma de la radiotelevisión pública. Pero sí creo que poder señalar los aspectos que necesitan una enmienda más urgente y apuntar algunos modelos a seguir:

1. REFORMA LEGISLATIVA PARA CONSEGUIR UNA TELEVISIÓN INDEPENDIENTE DEL PODER POLÍTICO. La imparcialidad y la objetividad, como la paz mundial y la erradicación del hambre, son casi imposibles de conseguir, pero vale la pena luchar día a día por ellas. En vez de una televisión pública independiente, uno abogaría por una televisión española ‘a la BBC’. Una televisión profesional y atractiva, que esté a la altura de los ciudadanos que la pagan. Una televisión en la que el Consejo de Administración deje de ser el cementerio de elefantes políticos de los partidos de la cámara.

Hay parlamentos autonómicos en los que se ha debatido (y como en el caso andaluz, aprobado y vuelto a desaprobar) la elección parlamentaria del director general de la radiotelevisión por un período no coincidente con el de la legislatura. No parece una panacea, pero puede ser un paso adelante. Quizá convendría mirar a Europa y estudiar los modelos a imitar, como los que se estudian en la obra La televisión pública en la Unión Europea, coordinada por el profesor González Encinar (2).

2. REFORMA DE LA POLÍTICA DE PROGRAMACIÓN, QUE DEBERÁ COMBINAR LA ATENCIÓN A AUDIENCIAS GENERALISTAS (LA PRIMERA) Y MINORITARIAS (LA 2). Lejos de una defensa del statu quo, el mantenimiento de las dos ofertas deberá significar una reforma que les devuelva su carta de naturaleza original. Este punto ya ha sido explicado más arriba, pero permítaseme ilustrar esta reforma con un programa concreto. Me refiero a Los Debates de La 2. ¿Cómo es posible que, con los muertos del 11-M en la retina, el debate de la segunda verse sobre los accidentes de tráfico? Un programa así debe tratar sobre debates sustantivos y actuales. Después del 11-M, lo que hay que hacer es un debate sobre el terrorismo islámico, convocando a expertos de donde haga falta (Real Instituto Elcano, universidades...). Si tenemos la guerra de Irak delante de nuestras narices, es una ocasión excepcional para debatir sobre el papel del petróleo como recurso energético básico y su posible sustitución por el hidrógeno. Los debates deberían estar precedidos de un reportaje periodístico bien documentado que pueda aportar contexto al espectador. Además, la audiencia podría participar a través de Internet proponiendo temas. Al final de cada programa se anunciaría el tema del de la siguiente semana, invitando a los televidentes a opinar y a buscar fuentes adicionales. Se podrían publicar resúmenes o transcripciones en Internet de estos debates sustantivos, que valen la pena, como hace la PBS.

En el terreno del entretenimiento, déjeme poner otro ejemplo clarividente. Antena 3 ha estrenado en España un formato de circulación internacional, La Selva de los Famosos. ¿Cabe este tipo de programas dentro de la TV pública? A mi juicio, no. Pero se puede utilizar un formato similar para ser educativos y entretenidos. ¿Cómo? De nuevo, recurro a la BBC, cadena que me sorprendió gratamente al emitir el espacio Rough Science (que podríamos traducir como “Ciencia en estado puro”). Un grupo de científicos (un biólogo, un ingeniero, un médico...) quedaban semiabandonados en una selva. La presentadora les proponía una serie de retos, que deberían resolver acudiendo a métodos científicos básicos. Así, se retaba a los concursantes a dibujar a escala el plano de la isla en la que estaban inmersos, a conocer la altura de la montaña central que presidía el paisaje y a grabar el sonido de los pájaros. Imagínese mi sorpresa cuando vi cómo estos científicos, sin más herramientas de sus propias manos, eran capaces de crear pasta de papel y pinceles para dibujar el mapa, un transportador de ángulos para calcular la altura de la montaña y un instrumento de pizarra para grabar el sonido. ¿No es esta una manera divertida de enseñar ciencia en un formato netamente televisivo?

3. RENTABILIZACIÓN COMERCIAL DE LAS PRODUCCIONES DE TVE. Estoy seguro de que en las estanterías de la televisión pública española languidecen programas que podrían tener una buena salida comercial. A imitación de la BBC y de la PBS, TVE debe potenciar un portal en Internet para dar salida a esos productos a través del comercio electrónico, que sin duda tendría una repercusión mundial para todos los hispanohablantes. Imagínense poder comprar DVD’s con magníficas entrevistas y documentales sobre escritores y artistas españoles actuales, por poner un ejemplo.

4. ERRADICACIÓN DE LA DEUDA HISTÓRICA. La politización de TVE no sólo ha influido en sus contenidos, sino también en su estructura de personal. No descubrimos nada si aludimos a los famosos integrantes de esa casta profesional conocida como “los de los pasillos”, colocados en el Ente Público por ser ‘amigos, hijos, sobrinos o novios de’ los sucesivos administradores. No quiero decir con esto que no haya excelentes profesionales en Televisión Española. Sin duda que los hay, y es a ellos a los que hay que dejar trabajar. Si no se procede a la privatización del primer canal (la opción americanizante a la que aludía), debería aprobarse un urgentísimo plan para el saneamiento de la deuda histórica de TVE. En este sentido, la gestión de Francisco Campos al frente de la Televisión de Galicia es un ejemplo a seguir. En la medida de lo posible, hay que ir a por el déficit cero. Y si el Estado asume la deuda histórica, habrá que garantizar que en el futuro no haya más endeudamiento.

5. ACTITUD ABIERTA HACIA LA INNOVACIÓN. La nueva Televisión Española, aprendiendo de su entorno europeo y americano, podría crear un nuevo modelo de televisión pública a imitar. ¿Por qué no? Hace dos veranos conocí a unos amigos polacos que se sorprendían por la emisión de telenovelas en el Canal Internacional de Televisión Española. Echaban en falta programas que reflejasen mejor el carácter activo, innovador y diverso de España, además de espacios que les sirvieran como referencia para aprender y practicar el español. De nuevo, y también a una escala internacional, se trata de que la televisión pública española esté a la altura de los españoles.

Soy plenamente consciente de que algunas de mis observaciones le parecerán obvias, otras las considerará utopías irrealizables, o quizá vías muertas o equivocadas. Entiéndalas más bien como humildes propuestas para el debate y para discusión sobre una de las instituciones clave en nuestra sociedad: la televisión (y la radio) que tendrá que dirigir. Por el bien y la salud de nuestra democracia, le deseo muchísima suerte.

Un saludo cordial,
Francisco Seoane Pérez

Notas:
1. Wolton, Dominique: Sobre la Comunicación. Madrid: Acento, 1999.
2. González Encinar, José Juan (ed.): La televisión pública en la Unión Europea. Madrid: McGraw-Hill, 1996.

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