Recuerdo cuando, todavía adolescente, me detenía frente a la antigua sede de La Voz de Galicia en A Coruña. Era un edificio acristalado, coronado por el rótulo de letras góticas rojas que caracteriza a la centenaria cabecera gallega. La sección de Local estaba en la planta baja, de manera que si uno se acercaba al ventanal podía ver a los periodistas trabajar en sus ordenadores. “Algún día –me decía- seré uno de esos.” Mi deseo, afortunadamente, se cumplió. Al menos por tres meses, los mismos que trabajé como redactor en prácticas en la sección Galicia.
En el otoño de 1999, La Voz de Galicia mudó su redacción central a un polígono de industrial cercano a la ciudad. El solar que ocupaba el periódico, en la calle Concepción Arenal, lo habita ahora un edificio de apartamentos. La tendencia de los periódicos a emigrar hacia los polígonos industriales es casi universal. Ya no hay diferencia entre los procesos intelectuales (la producción de noticias, que tenía lugar en la ciudad) y los procesos industriales (la impresión del periódico, que desde hace años tenía lugar en las afueras).
Las empresas de la información merecen estar en el centro de las ciudades, a la misma altura que las sedes de los bancos o los despachos de abogados. Los medios son una institución de poder. El lugar donde trabajan los profesionales de la mediación, aquellos a los que la sociedad ha encargado la tarea de que se la mantenga informada. Los periódicos son catedrales de la sociedad civil, no fábricas de palabras. Merecen estar en los centros urbanos, no en los polígonos industriales.
Por eso me gusta la sede del Chicago Tribune, cuya arquitectura se inspira en las catedrales góticas europeas, y es desde hace años uno de los edificios más característicos de la ciudad. ¿No es maravilloso que uno de los iconos más reconocibles de la tercera ciudad de Estados Unidos sea la sede de un periódico? Times Square, la plaza neoyorkina que epitomiza este mundo global, debe su nombre al New York Times. Periódico que, por cierto, ha tomado la acertada decisión de encargar su nueva sede al prestigioso arquitecto Renzo Piano. El edificio proyectado es vertical y transparente, no horizontal ni opaco.
Las sedes de los periódicos deben ser altas, rascacielos cuando el entorno urbano lo permita. Su altura simboliza el deseo de alcanzar la verdad. Se elevan sobre la animalidad del terreno para discutir con frialdad las ideas. Y deben cristalinas. Deben predicar con el ejemplo de transparencia que exigen al resto de la sociedad.
1 comentario:
Una lectora que prefiere mantenerse en el anonimato me ha enviado por e-mail este delicioso comentario:
"Por esta misma razón me gusta la nueva sede de Le Monde, en una de las zonas más tranquilas y con más encanto de París (entre Saint-Jacques y Glacière, 13e arrondissement). El edificio, que se puede admirar casi en su totalidad desde la línea 6 del metro (línea descubierta en la mayoría de sus tramos), presenta una fachada translúcida pero con la portada del periódico grabada en los cristales. Es un poco difícil de explicar, hay que verlo. Especialmente bonita, según mi opinión, es la hilera de gigantes tallos verdes imitando césped que recubre una de las terrazas laterales: le da un soplo de aire fresco. Es una obra moderna pero muy bien integrada en el entorno, un boulevard constituido por los clásicos edificios parisinos en piedra arenisca y sus característicos buhardillas y balcones."
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