En los últimos tiempos los weblogs sobre política y periodismo se han vuelto temibles para los medios tradicionales, al menos en Estados Unidos. A ellos se les atribuye la caída de una de las grandes esfinges catódicas de nuestro tiempo, Dan Rather. El periodista de la CBS adelantó su retirada de las cámaras después de que la blogsfera demostrara, con la colaboración espontánea de ciudadanos anónimos, la falsedad de los informes que cuestionaban el pasado militar del presidente Bush y que habían sido aireados por la CBS a bombo y platillo. En fechas recientes, un directivo de la CNN hubo de dimitir tras la insoportable presión de los bloggers, que se hicieron eco de unas declaraciones en las que este alto cargo había denunciado las muertes de varios periodistas por causa de acciones protagonizadas por el ejército estadounidense en Irak.
¿Se han convertido los blogs en un quinto poder? ¿Es este enjambre cibernético el mejor sustituto de los media watchdogs y los ombudsmen? ¿O han derivado en máquinas de producir rumores que atentan contra el honor de las personas? De todo hay y habrá en la viña de McLuhan. Quizá el mejor análisis disponible hasta el momento sobre el papel de los blogs en la comunicación política se encuentre en un informe preliminar del Pew Internet and American Life Project titulado Buzz, Blogs, and Beyond: The Internet and the National Discourse in the Fall of 2004. El estudio analiza el impacto de los blogs políticos en la agenda de temas de discusión nacional en Estados Unidos durante la campaña presidencial de 2004. Concluye que las bitácoras no fueron las que llevaron la batuta de los temas que se discutieron (o que escandalizaron) durante la campaña que enfrentó a Bush y a Kerry. Los bloggers políticos, dice el informe, fueron iniciadores y seguidores de ruido (buzz) en igual medida. Lo que sí consiguieron fue una discusión más profunda de temas como las referidas noticias de la CBS sobre el pasado militar de George Bush. Los presuntos informes militares que dieron lugar al llamado Rathergate podían ser analizados y contrastados por los propios internautas. Además, los blogs políticos más populares (como el conservador Instapundit o el liberal The Blogging of the President) sirvieron de guía a los periodistas de los medios tradicionales para conocer lo que se estaba debatiendo en los chats demócratas y republicanos.
La campaña del 2004 estuvo sazonada de los pequeños escándalos que tanto gustan a los gurús del márketing político norteamericano: el lesbianismo de la hija del vicepresidente Cheney, la deslealtad de Kerry al denunciar las atrocidades de sus compañeros en Vietnam, el sospechoso bulto de la chaqueta de Bush, que se dijo correspondía a un ingenio electrónico para recibir instrucciones durante los debates electorales... Para saber de qué manera circularon estos y otros asuntos, los autores del estudio analizaron el contenido de cuatro canales:
- Los blogs sobre política (los 40 más destacados)
- Los chats en los que los ciudadanos más politizados dejaban sus mensajes.
- Los webs, newsletters, y weblogs de los equipos de campaña de Kerry y Bush
- Los medios tradicionales (16 en total, entre periódicos impresos y webs de televisiones y radios)
Los investigadores identificaron los 20 temas principales en cada canal, y observaron las correspondencias entre unos medios y otros. Ningún actor particular se erigió en comandante del debate. “Los bloggers”, dice el informe en su página 17, “fueron seguidores y líderes de la agenda. No es posible discernir ningún camino de influencia mono-direccional.”
El trabajo de investigación finaliza con una sugerencia esperanzadora. Si el análisis crítico se impone al insulto fácil y a la caza de brujas, los blogs están en condiciones de convertirse en el perro guardián de los periodistas, un perro mucho más efectivo que los observatorios de medios institucionales: “El discurso nacional se podría beneficiar de un sector que favoreciese la transparencia sobre la opacidad, la conversación sobre la presentación, las pequeñas piezas sobre los grandes trabajos, la flexibilidad frente al anquilosamiento, lo abierto frente a lo conclusivo, la documentación sobre la descripción y, paradójicamente, la individualidad frente a la institucionalización” (p. 31). Que así sea.
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