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martes, marzo 08, 2022

Todd Gitlin (1943-2022): La voz crítica de la izquierda americana

Publicado en La Revista de ACOP (Núm. 69, Etapa 2, marzo de 2022, p. 54). 

Entre los judíos se dice que aquellos que fallecen en sábado son grandes personas. Todd Gitlin, carismático representante de la izquierda judía norteamericana, dejaba este mundo a los 79 años un sábado y, en efecto, su paso por él ha dejado huella, tanto en el terreno del activismo político como en el de los estudios de comunicación. Fue Gitlin el que bautizó a la tradición de los efectos limitados como el ‘paradigma dominante’, señalando que en las notas al pie de sus trabajos Lazarsfeld y compañía reconocían las influencias impersonales y masivas que restaban fuerza a su idea de la intermediación de los líderes de opinión. Fue Gitlin el que denunció cómo los medios desactivan a los movimientos sociales a través de sus encuadres noticiosos, desde las revueltas estudiantiles que él mismo capitaneó en los 60 hasta las sentadas del Occupy Wall Street.

Su obra más célebre es The Whole World is Watching: Mass Media in the Making and Unmaking of the Left (1980), en la que Gitlin estudia cómo la industria de los medios americana cubrió las revueltas estudiantiles de la New Left desde mediados de los 60, centrándose en la organización que él mismo llegó a presidir, Students for a Democratic Society (SDS). Aunque por aquel entonces la palabra todavía no estaba en boga, podría entenderse como un tratado sobre la ‘mediatización’ del principal agente social de cambio en la América que luchó por los derechos civiles de las minorías. Las dos referencias teóricas de Gitlin fueron Ervin Goffmann (framing) y Gramsci y su idea de hegemonía, tamizada por las lecturas de Raymond Williams. Así, los dos principales enemigos del cambio social promovido por los estudiantes serían a) la interpretación sesgada que los medios favorecen a través de la manera en la que enmarcaban las protestas y b) el control hegemónico a través de una ideología subyacente que, por su carácter dominante, pasa desapercibida y se entiende como normal. Gitlin volvería sobre el tema en su ensayo biográfico The Sixties: Years of Hope, Days of Rage (1987).

En una reciente entrevista concedida al programa On the media de la radio pública de Nueva York (WNYC), el académico Jay Rosen reconocía que uno de los libros de Gitlin que más le habían influido era Inside Prime Time (1983), resultado de cientos de entrevistas con ejecutivos y responsables de la programación nocturna televisiva en Estados Unidos. Con más o menos conciencia sobre sus decisiones, los productores, guionistas y actores que desfilan por sus páginas revelan las presiones que reciben tanto de sus directivos como de grupos de interés conservadores. En cierta manera, Gitlin se cuela entre bambalinas para deshacer la madeja de esa hegemonía que se consume de manera inocente bajo la excusa del entretenimiento.

En sus últimos años en activo Gitlin llegó a dirigir el programa de doctorado de la Escuela de Periodismo de Columbia tras su paso por New York University. Sus estudiantes aseguran que no había tipo más metido en la política de su país y, sin embargo, más abierto a las ideas de sus alumnos y colegas internacionales. Entre los libros de su última etapa destacan Media Unlimited: How the Torrent of Images and Sounds Overwhelms Our Lives (2002), con ecos de Neil Postman, y Occupy Nation: The Roots, the Spirit, and the Promise of Occupy Wall Street (2012), que formaría un díptico ideal con su obra seminal de 1980, poniendo frente a frente la New Left de los 60 con los movimientos de protesta post-Gran Recesión del siglo XXI.

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miércoles, octubre 19, 2011

Plazas públicas, literalmente

El parque Zuccotti de Nueva York, la plaza Tahrir de El Cairo o la Puerta del Sol de Madrid han vuelto a poner de manifiesto la importancia del espacio público urbano para la protesta. No por casualidad, los medios de comunicación y los parlamentos aspiran a ser ‘plazas públicas’ para el debate y la visualización del conflicto social. Pero las plazas públicas urbanas tienen una ventaja sobre sus remedos políticos y mediáticos. Su iconicidad las hace memorables, y su centralidad en el espacio urbano las hace inevitables. Los periódicos se pueden dejar de comprar, las tabletas, las teles y radios se pueden apagar… pero una plaza central es difícil de soslayar, de rodear, dado su carácter nodal. Por ella pasan el politizado y el despolitizado, el ciudadano y el turista, el activista y el curioso.

Michael Kimmelman, crítico de arquitectura del New York Times, publicaba este domingo un artículo en el que subrayaba la siguiente paradoja: “con independencia de lo fundamentales que son los nuevos medios para la expansión de una protesta en estos días, nada se compara a la toma de las calles por parte de la gente.” Kimmelman recuerda a Aristóteles, para quien la ciudad ideal tenía como límite la extensión del grito de un heraldo. “Creía que la voz humana estaba directamente relacionada con el orden cívico. La conversación cara a cara era para él un requisito fundamental para una ciudadanía saludable.”

Señala Kimmelman que el parque Zuccotti es, curiosamente, un espacio público de titularidad privada. Hasta 2006 se conocía como parque de la Libertad, momento en el que cambió su nombre para honrar a John Zuccotti, antiguo presidente del comité municipal de planificación urbana que contribuyó, desde la empresa inmobiliaria que preside, a la reconstrucción del parque tras el 11-S. ¿Un ejemplo de la legendaria implicación de la sociedad civil norteamericana en lo público? ¿O una palmaria demostración de la peligrosa mezcla entre lo público y lo privado en el desarrollo urbano contemporáneo? ‘Food for thought’ para las charlas de café en el campamento de Wall Street.

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