lunes, febrero 28, 2005

El sentido de los medios públicos

El comité de sabios nombrado por el Gobierno Zapatero para sugerir la reforma de los medios de comunicación públicos ya ha emitido su (predecible) informe. Los críticos lo consideran una mera defensa del statu quo: absorción de la deuda por parte del Estado, limitación de la publicidad, pervivencia del binomio canal generalista-canal de minorías, creación de un Consejo Audiovisual...

Hace un par de años, en el turno de preguntas posterior a una mesa de debate sobre los medios de comunicación públicos en España, expresé en voz alta mi extrañeza por la encarnizada defensa de una televisión y una radio públicas, cuando el Estado español se deshizo hace varios años de las cabeceras de prensa estatales heredadas del gobierno franquista. Es manifiesto que nadie echa en falta a estas últimas, y sin embargo no escuché ningún argumento convincente que me permitiera entender esa diferencia de criterio.

¿Por qué los defensores de la radiotelevisión pública ven con buenos ojos la inexistencia de periódicos públicos? ¿Tan diferentes son los medios audiovisuales de los escritos? ¿Tan diferente es el periodismo que se practica en uno y otro soporte?

El escritor y periodista catalán Arcadi Espada hurga en la herida al situar el sentido de los medios públicos en la desconfianza del Estado ante la mediación periodística. El mantenimiento de una televisión pública generalista (de variedades) tiene a su juicio la función de enganchar a la audiencia para que, entre espectáculo y espectáculo, consuma “el mensaje político hegemónico”.

El comunicólogo francés Dominique Wolton es, como ya apuntamos en este weblog, un defensor de la televisión pública generalista como gran lugar de encuentro y cohesión social. Una visión que cada día pierde más adeptos ante la fragmentación de la neo-ágora que antaño representaban los medios de comunicación de masas.

Es obvio que el poder gubernamental siempre defenderá la perviviencia de medios públicos de comunicación. Pero desde el punto de vista del periodista, ¿merece la pena seguir luchando por unos medios de comunicación a los que parece imposible desligar del gobierno, por más instancias de control que se creen? ¿Acaso no son periodismo y titularidad pública dos términos contradictorios? ¿Cómo puede un medio público favorecer el equilibro de poderes, cuando ese medio depende del poder ejecutivo y/o parlamentario? ¿Por qué defendemos para la radiotelevisión (propiedad pública) lo que nunca defenderíamos para la prensa?

lunes, febrero 21, 2005

Periodismo especializado

Las escuelas y facultades de periodismo nunca han tenido buena fama dentro de la profesión. Y ello a pesar de que el 70 por ciento de los periodistas españoles es licenciado en Periodismo. La falta de conexión con el mercado laboral, antaño el talón de Aquiles de las facultades, parece cosa del pasado. Antes de obtener el título, los periodistas (cuando menos los españoles) han tenido la oportunidad de hacer prácticas en, al menos, un par de medios de comunicación.

Pero el periodismo es uno de esos extraños oficios cuyo ejercicio no está limitado a los facultados (los licenciados en Periodismo), sino abierto a cualquier ciudadano. Tras pensarlo durante un tiempo, me decanto más por esta opción que por la de limitar el ejercicio de la profesión a los licenciados. De hecho, y atendiendo a la configuración constitucional de la profesión periodística en España, el sintagma "licenciado en periodismo" es oximorónico, puesto que no hace falta ninguna licencia especial para practicar el periodismo. Otro tanto ocurre con las "facultades de periodismo", que presuntamente facultan para una profesión (o, mejor dicho, actividad) cuyo ejercicio no exige una facultación específica.

El interminable debate sobre cuál debe ser la adecuada formación para un periodista, así como el papel de las escuelas de periodismo en dicha tarea, saltaron al primer plano de la actualidad en 2002. En agosto de ese mismo año el presidente (rector) de la Universidad de Columbia comunicó la suspensión de la búsqueda de un nuevo decano para su emblemática escuela de periodismo. La razón: la Universidad deseaba resideñar la enseñanza del periodismo y para ello convocaba a un comité de expertos. Los movimientos de la escuela de periodismo más prestigiosa de Estados Unidos no pasaron desapercibidos para el resto de la Academia norteamericana. El Departamento de Periodismo de la Universidad de Nueva York llegó a crear un website consagrado a debatir la eterna cuestión de la formación de los periodistas. Aparentemente, Columbia va a introducir más estadística y más herramientas de análisis sociológico en su currículum.

La conveniencia o no de pasar por una facultad de Periodismo es un dilema todavía mayor para los profesionales de la información que desean especializarse en temáticas específicas: economía, ciencia, cultura... A menudo se preguntan si deben ser economistas y científicos antes que periodistas, o si deben estudiar Ciencias de la Comunicación y luego hacerse expertos en el nicho temático de su preferencia.

La revista The Economist, prestigioso semanario de audiencia global (50 por ciento en EE.UU, 50% en el resto del mundo), parece desconfiar de los periodistas a la hora de reclutar redactores. En un anuncio que aparece publicado estos días en su sección de Ciencia y Tecnología, The Economist hace pública la convocatoria de la beca Richard Casement, orientada a aquellos jóvenes menores de 25 años que desean ser periodistas. Los seleccionados pasarían tres meses del verano en la redacción del periódico escribiendo sobre ciencia y tecnología. Y aquí viene lo interesante: “Nuestro objetivo es más descubrir talento periodístico en un estudiante de Ciencias que aptitudes científicas en un periodista principiante”.

En Europa la formación de los periodistas está en plena revisión. El objetivo es lograr la homogeneización universitaria que demanda el tratado de Bolonia. Es de esperar que los reformadores observen estas señales emitidas desde el mercado. Que reflexionen sobre ellas. Y que obren en consecuencia.

sábado, febrero 12, 2005

A propósito del Watergate

Por enésima vez en los últimos meses, el caso Watergate se ha puesto de actualidad. Hace apenas un año se conmemoraba el treinta aniversario de la caída de Nixon. Hace unos días, la Universidad de Texas daba a conocer al público varios documentos relacionados con la investigación periodística más famosa de la historia. He aquí el torrente de pensamientos que vino a mi cabeza con el revival del Watergate:

  • La versión española del libro All the President’s Men, donde Woodward y Bernstein relatan su investigación, es casi imposible de conseguir. Hace un año tuve la suerte de encontrarme con la primera edición española en una feria del libro antiguo. El título, como suele ser habitual, difiere del original. El escándalo Watergate, publicado en 1974 por la editorial Euros (que supongo extinta pese a la inusitada actualidad de su nombre) es un voluminoso libro, interesante pero farragoso, algo así como la propia película a la que dio lugar, dirigida por Alan J. Pakula.
  • David Randall, autor de El periodista universal, considera la obra de Woodward y Bernstein uno de los pocos libros sobre periodismo que merece la pena leer. En su opinión, sólo All the President’s Men y The Faber Book of Reportage se salvarían de la quema.
  • Conviene recordar que Nixon fue reelegido pese al escándalo Watergate. Cierto que McGovern no era un rival temible (quería salir cuanto antes de Vietnam y prometía legalizar la marihuana, por lo que su mensaje no caló más allá de los campus y las mesocracias progresistas de la época).
  • Seymour Hersh, el veterano periodista neoyorkino que disfruta de una segunda juventud gracias a su investigación sobre las vejaciones de Abu Graib para la revista The New Yorker, es quizá el gran olvidado en esta historia. Woodward y Bernstein reconocen en su libro su admiración por él. Hersh también publicó importantes revelaciones sobre el caso Watergate, adelantándose en ocasiones a los dos muchachos del Post.
  • Woodward y Bernstein no eran los “corresponsales políticos” del periódico. De hecho, descubrieron el asalto al cuartel general demócrata en el hotel Watergate sin pisar la Casa Blanca. Los compañeros que cubrían la actualidad del Presidente casi ni se enteraron. Como buenos periodistas, Woodward y Bernstein rara vez acudían a una rueda de prensa.
  • En 2003, la Universidad de Illinois descubrió, presuntamente, la identidad de Garganta Profunda: un tal Fred Fielding, consejero del presidente Nixon. Fielding lo ha negado, y Woodward y Bernstein ni confirman ni desmienten. Más información sobre la investigación de la Universidad de Illinois en: http://deepthroatuncovered.com/
  • El caso Watergate está considerado como un ejemplo paradigmático de periodismo de investigación. La prensa fue más que nunca un cuarto poder (pese a que, insisto, Nixon fue reelegido aún después de saltar el escándalo). El mejor corrector del abuso de los poderes públicos vino de la mano de una empresa privada. ¿Puede algún medio público exhibir un trofeo tan grande como el del Watergate? La pregunta es retórica pero intencionadamente provocativa. Kofi Annan, el secretario general de las Naciones Unidas, declaró en diciembre de 2002 que la BBC era uno de los mejores regalos que el Reino Unido había hecho a la humanidad. ¿Podemos realmente determinar el papel democratizador de la beeb?
  • La otra cara de la moneda del caso Watergate es su caricaturización. El “síndrome Watergate”, término acuñado por Davis "Buzz" Merritt, hizo que muchos periodistas tuviesen como única meta vital el tumbar a un gobierno.
  • Bernstein era la joven promesa del periódico, pero Woodward era un manzanillo en toda regla. Aunque ahora vive en el precioso barrio de Georgetown y tiene quien le pase la aspiradora, en los primeros años setenta vivía en un piso de una sola habitación. Sólo el trabajo bien hecho, además de permitirle vivir mejor, lo convirtió en leyenda del periodismo. ¡Así que... ánimo, muchachos!

miércoles, febrero 02, 2005

Framing goes popular

El frame analysis (o análisis de marcos interpretativos), uno de los métodos de investigación más utilizados por los investigadores de la comunicación política, ha dado el salto desde la academia al periodismo profesional.

La teoría del framing dice que los medios no sólo establecen la agenda de temas del debate público, sino que también definen una serie de pautas (marcos) con los que pretenden favorecer unha determinada interpretación de los hechos sobre los que informan.

Lo ilustro con un ejemplo reciente. No es lo mismo decir que “Los iraquíes acuden en masa a las urnas a pesar de las amenazas de Al Qaeda” que “Los chiítas acuden a votar en masa para hacerse con el poder en Irak” (este último fue el titular del diario español El Mundo). En el primer titular el emisor nos habla de la irreductible voluntad de un pueblo unido (los iraquíes) que va a votar a pesar del riesgo de sufrir un atentado terrorista. El segundo titular es más interpretativo: dice que una facción de los iraquíes (los chiítas) se presentó ante las urnas con la intención de favorecer un gobierno que represente sus intereses particulares. En el primer titular los votantes son tratados como héroes; en el segundo los votantes son los ejecutores de una posible “dictadura de la mayoría”, como sabiamente advertía The Economist en un reciente editorial (1).

El esquema de análisis de marcos interpretativos más utilizado por los estudiosos de la comunicación política es el propuesto por Robert M. Entman. Según este autor, un frame promueve una particular definición de un problema, una intepretación causal, una evaluación moral y una solución a dicho problema (2). Si siguiésemos leyendo la noticia de El Mundo, probablemente nos encontraríamos con el siguiente frame:

Problema: Sólo una de las etnias iraquíes (los chiítas) acude a votar en masa, por lo que deducimos que hay otra parte de la población iraquí (los suníes) que quedarán infrarrepresentados
Causa: Los chíitas han sido durante años la mayoría silenciosa en Irak. El régimen de Sadam se sustentaba en la minoría suní, de ahí se explica que ahora los chiítas acudan en masa a las urnas.
Evaluación moral: Más que una oportunidad para la concordia, las elecciones podrían ser una oportunidad para la revancha.
Solución: No todos los frames gozan de los componentes del cánon establecido por Entman, pero el periódico podría aludir a la necesidad de más diplomacia (negociación con la minoría suní) o de más mano dura (más tropas para contener a los nostálgicos de la era Sadam).

Hasta ahora, este tipo de análisis de marcos interpretativos eran exclusivos de la academia. Pero el frame analysis ha dado un salto cualitativo: ha salido de los depachos y se ha colado en las redacciones, cuando menos en la redacción del New York Times. El pasado jueves, 27 de enero de 2005, el diario neoyorkino publicaba en su portada las declaraciones que George Bush hacía en vísperas de las elecciones iraquíes. Y, justo debajo, Elisabeth Bumiller deconstruía la comparecencia del presidente, la primera rueda de prensa en su segundo mandato (3). A continuación traduzco algunos de los pasajes más relevantes:

Washington, 26 de enero. – El discurso con el que el presidente Bush inició su rueda de prensa el miércoles fue chocante por lo que dejó fuera: ninguna mención a los 31 marines que murieron la pasada noche tras estrellarse su helicóptero en Irak, el mayor número de víctimas americanas en un solo incidente desde que comenzó la guerra.
En su lugar, Bush se centró en su meta a largo plazo, “la eliminación de la tiranía en el mundo”, y a continuación presentó las elecciones iraquíes del próximo domingo como parte de una campaña mundial por la libertad (...)
Las palabras del presidente eran parte de una agresiva estrategia de comunicación de la Casa Blanca para enmarcar la peligrosa elección Iraquí -una prueba crítica a su afirmación de que el país camina por la senda de la estabilidad- de la manera más positiva posible. El objetivo, dijo un consejero de Bush, no sólo consiste en rebajar las expectivas sino en evitar cualquier definición de éxito. (...)
Cuando se le solicitó que definiera qué sería para él un resultado “aceptable” en la elección, el presidente salió al paso rápidamente y se limitó a decir que “el hecho de que vayan a votar es ya de por sí un éxito”.


Para unos, esta pieza será una exhibición más de las inclinaciones izquierdistas de la gran dama gris. Para otros, una excelente muestra de periodismo interpretativo que aprovecha el método del frame analysis para desvelar la particular interpretación de la realidad que la Casa Blanca pretende inculcar, de la manera más sutil posible, al ciudadano medio (4).

En cualquier caso, podemos concluir que el análisis de marcos interpretativos se ha hecho popular. Se ha colado, ahí es nada, en la portada del New York Times.

Referencias:

(1) Democracy at gunpoint. The Economist, January 29th 2005, p. 9.

(2) Entman, Robert M. (1993). Framing: Toward a clarification of a fractured paradigm. Journal of Communication 43(4), 51-58.

(3) Bumiller, Elisabeth. Communicator in Chief Keeps the Focus on Iraq Positive. The New York Times, January 27th 2005, pp. A1 and A14.

(4) Otro aspecto interesante de la cobertura que el NYT hizo sobre esta comparecencia del presidente Bush reside en la abierta exposición de la artificialidad del acto. Bumiller dice que la rueda de prensa se convocó con sólo 45 minutos de antelación. La foto que ilustraba la portada mostraba una panorámica parcial de la sala de prensa de la Casa Blanca, en la que se podía observar con toda claridad la teatralidad del pseudoacontecimiento: fotógrafos subidos a sus sillas para obtener un mejor ángulo, decenas de periodistas sentados, escuchando las palabras del actor principal, el presidente, al que podíamos ver subido a su alzado. El ángulo de la fotografía era tan abierto que ni siquiera el hermoso telón azul cobalto (tan telegénico) era capaz de ocultar una de las puertas de acceso a la sala.