domingo, septiembre 16, 2012

50 años de la esfera pública de Habermas

Se cumple estos días medio siglo de la publicación de uno de los libros más influyentes en la historia de las ciencias sociales: Strukturwandel der Öffentlichkeit. Untersuchungen zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft, de Jürgen Habermas, traducida al español como Historia y crítica de la opinión pública: La transformación estructural de la vida pública en 1981 (Barcelona, Gustavo Gili). El libro está rodeado de una leyenda no muy conocida que es necesario recordar: así como a Michael Jordan no lo aceptaron en el equipo de baloncesto de su colegio, y así como a los Beatles les negaron su primer contrato en Decca, Jürgen Habermas tuvo que mudarse de universidad (de Frankfurt a Marburg) porque el mismísimo Horkheimer no gustaba de su tesis de habilitación, que irónicamente acabaría por convertirse en uno de los libros más citados en todo el mundo.

El éxito del libro no fue inmediato. Empezó a ser popular tras su traducción al inglés en 1989, esto es, 27 años después de su publicación original. El desfase temporal tuvo sus consecuencias: el volumen pasó a ser una especie de Santo Grial, recién descubierto, en el que se prefiguraban muchas de las consideraciones contemporáneas sobre la democracia deliberativa, concepto muy en boga en la década de los 90 que el libro de Habermas ayudaría a dotar de pedigrí. Sin embargo, esta tardía traducción hizo que el libro se entendiese fuera de su contexto, la Alemania de Konrad Adenauer, y que se pasase por alto la crítica de Habermas al neo-corporativismo de los grandes sindicatos, el gobierno y los empresarios. De hecho, el libro de Habermas puede entenderse como otra prefiguración: la advertencia del reverso tenebroso de la llamada democracia asociativa, en la que la sociedad civil organizada acaba reemplazando a la ciudadanía inorgánica. Curiosamente, este último fenómeno es una de las características definitorias de la Unión Europea, pero el propio espíritu europeísta de Habermas hace que el genio alemán no vea en el nivel supranacional lo que tan evidente le resultaba en su propio país en los años 60.

Conviene destacar que las reflexiones de Habermas sobre la visibilidad del poder están inspiradas en los escritos del controvertido jurista pro-nazi Carl Schmitt (1888-1985), al que el propio Habermas cita en las primeras páginas del libro. Habermas está más cerca del derecho positivo (el derecho creado por los hombres) que del derecho natural (de inspiración inmanente o divina), pero no puede escapar de la larga sombra de Schmitt, a quien vuelve de nuevo a criticar en una de sus últimas aportaciones: “‘The Political’: The Rational Meaning of a Questionable Inheritance of Political Theology”, en Eduardo Mendieta y Jonathan VanAntwerpen (eds.), The Power of Religion in the Public Sphere (Columbia University Press, 2011).

Con motivo de las bodas de plata entre el libro de Habermas y la comunidad académica, las universidades de Copenhague y Aalborg preparan un seminario doctoral que tendrá lugar en Copenhague del 3 al 5 de diciembre de 2012, y para el que se aceptan propuestas de ponencias por parte de doctorandos. El seminario contará también con la intervención de consolidados académicos: Jostein Gripsrud (Bergen University), Hans-Jörg Trenz (University of Copenhagen), Rasmus Helles (University of Copenhagen), Mikkel Fugl Eskjær (University of Aalborg) y Stig Hjarvard (University of Copenhagen).

La traducción del término alemán “Öffentlichkeit” sigue siendo debatida. Parece que el equivalente más fidedigno sería “publicidad”, en el sentido de “lo público”, pero por influencia del inglés triunfó una metáfora geométrica, “la esfera pública”. El libro de Habermas es, en todo caso, más citado que leído. Es de esperar que el 50 aniversario sirva para releer y comprender, en lugar de hablar de oídas, el clásico del Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales de 2003. El presidente del jurado de aquel premio, por cierto, era el influyente político gallego Manuel Fraga (1922-2012), que llegó a ser amigo personal del mismísimo Carl Schmitt, la bestia negra de Habermas. Fraga consultaba a Schmitt cuando hacía su tesis doctoral sobre Luis de Molina (1535-1600), teólogo jesuita de origen conquense, defensor del libre albedrío.

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