miércoles, octubre 30, 2019

Perder un debate, ganar las elecciones


La preparación de debates electorales como el del próximo 4 de noviembre en España consume las energías del equipo de campaña. Es una oportunidad única para lanzar un mensaje a un electorado que estará más atento que nunca a lo que digan los candidatos. La audiencia de estos certámenes se sitúa habitualmente entre los 9 y los 11 millones de espectadores. Sin embargo, a decir de Jorge Rábago, uno de los expertos convocados por la Asociación de Comunicación Política (ACOP) este martes 29 de octubre en Madrid a una mesa redonda sobre los debates electorales, los candidatos tienen muy poco que ganar y mucho que perder. De hecho, según Rábago, una de las principales funciones de un asesor es la de proteger a los candidatos para que no cometan un error irreparable.

Aquí yace una de las principales paradojas en torno a los debates electorales: son la ocasión ideal para contrastar ideas con un dramatismo que engancha incluso a los no politizados, pero son tan impredecibles que los candidatos los rehuyen salvo que los necesiten (si van por detrás en las encuestas) o que exista una gran tradición que los haga ineludibles. “Si los políticos pueden evitar el debate, lo evitan”, reconoce el periodista Manuel Campo Vidal, presidente emérito de la Academia de la Televisión, la organizadora de la mayoría de debates entre candidatos españoles, “Felipe González lo aceptó en 1993 porque lo necesitaba, pero no lo hubo en 1996 ni en 2000 porque José María Aznar iba bien en las encuestas”.

Recuperar los debates electorales en 2008 tras 15 años de parón no fue fácil, según Campo Vidal. Hubo que trazar alianzas con las cadenas de televisión y generar confianza en el moderador, en la realización (los planos de escucha son muy importantes y han de cuidarse al máximo) y en la organización (a cargo de la Academia de Televisión, que juega un papel similar al de la Comisión de Debates Presidenciales que convoca los cara a cara entre candidatos en EE.UU.). Aunque a día de hoy los debates en España no están regulados por ley, la idea de que son un derecho de la ciudadanía ha hecho que candidatos que no los necesitaban (Zapatero en 2008 y Rajoy en 2011) accedieran a su celebración.

Por más que concentre la atención de los periodistas y el esfuerzo de los candidatos, el debate no ha de considerarse como un elemento desconectado del resto de la campaña electoral, advierte Rábago. Hasta tal punto que un debate perdido a juicio de los analistas, puede servir para atraer el voto de segmentos del electorado que decanten la elección a favor del teórico derrotado. Así ocurrió con el primer debate que enfrentó a Trump y Clinton en 2016, según el catedrático de comunicación política José Miguel Contreras. Trump arrancó su intervención haciendo alusión al cierre de una fábrica de aparatos de aire acondicionado en Indianápolis, que habría trasladado sus instalaciones a México dejando en el paro a algo más de un millar de estadounidenses. Lo que parecía una alusión a un tema menor, le sirvió a Trump para ganar tres estados por una diferencia de apenas setenta mil votos. Los periodistas dieron por ganadora indiscutible del debate a Hillary, pero ésta acabó perdiendo las elecciones.

En un debate electoral no es tan importante saber quién perdió o ganó, sino si los candidatos cumplieron su objetivo. Trump se ganó a los desempleados de las industrias afectadas por la globalización. Perdió el debate, pero ganó las elecciones.

El debate de los debates, moderado por la investigadora Miljana Micovic y presentado por la presidenta de ACOP, Verónica Fumanal, se celebró en la Casa de América ante una sala abarrotada. Los participantes en la mesa redonda insistieron en que el porcentaje de voto que puede mover un debate se sitúa, como máximo, en unos dos puntos. Aún así, un debate puede contribuir, según Campo Vidal, a reforzar el liderazgo de un candidato o, en último término, a favorecer una mayor participación electoral. A juicio de José Miguel Contreras, el debate del 10N será más importante para aquellos candidatos que se disputan la tercera plaza en el orden de preferencias de los electores.

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