lunes, marzo 19, 2018

Doris Graber (1923-2018): Adiós a una pionera


Publicado en La Revista de ACOP, Núm. 25, Marzo de 2018

A Doris A. Graber se la conoce en EE.UU. como la decana de los estudios de comunicación política. Afortunadamente, el reconocimiento la acompañó en vida. Su libro Media power in politics es una de las antologías sobre el campo más consultadas y traducidas (ha conocido sucesivas ediciones y actualizaciones a lo largo de los años) y uno de los premios de la American Political Science Association (APSA) al mejor ensayo sobre medios y política lleva su nombre desde hace años.

La presencia de Doris A. Graber en el claustro de profesores de la University of Illinois at Chicago fue una de las principales razones por las que incluí a dicha universidad y su departamento de comunicación en mi lista de solicitudes para cursar un máster de investigación cuando recibí una beca de la Fundación Barrié en 2003. Por razones de incompatibilidad de horarios no pude matricularme en su curso sobre comunicación política, pero tuve la enorme suerte de contar con ella para la composición del tribunal de evaluación de mi tesis de maestría, que versaba sobre el papel de Internet en la captación de activistas políticos.

Por aquel entonces (hablo del año 2005) estaba reciente la épica de la campaña insurgente del candidato demócrata Howard Dean, que supo capitalizar su oposición a la guerra de Irak y su izquierdismo sin complejos para disputarle las primaras al eventual ganador, John Kerry. Pero su histórica campaña de micro-donaciones y generación de círculos de activistas a través del sitio web meetup.com fueron el germen de la PAC Democracy for America y el campo de pruebas de otra campaña histórica, ésta apoyada ya en las redes sociales como Facebook o Twitter, la de Barack Obama.

Para destacar la relevancia de Doris Graber en nuestro campo, utilizaré la misma analogía a la que recurría para hacerle ver a mis colegas legos en comunicación política que me había tocado una especie de lotería académica: para un estudioso del papel de los medios en la democracia, tener a Doris Graber en tu comité de tesis es como para un actor contar con Lauren Bacall en su tribunal de evaluación en el Actors Studio. Cierto es que la profesora Graber se me parecía más a otro personaje televisivo, la Angela Channing interpretada por Jane Wyman. La comparación se limitaba al aspecto físico, porque la Dra. Graber carecía de cualquier atisbo de perfidia. Era más bien perspicaz y, como otro gran maestro que nos dejó hace poco, Kevin G. Barnhurst, con el que compartía universidad, daba cancha a sus discípulos, publicando de manera conjunta con ellos para auparles en sus carreras.

Quizá mis recuerdos sean muy anecdóticos, pero ahí van: frente a mi escepticismo hacia una figura como Dean, al que veía como demasiado izquierdista para un país tan conservador, hasta el punto de considerarlo como inelegible, Graber apuntó que era un candidato interesante (“he was an intriguing candidate”). Frente a la ignorancia de mi juventud, Graber supo advertirme que había otros lugares de reclutamiento de activistas diferentes a Internet: los campus universitarios y las iglesias, entre otros. Acudí a la defensa de mi tesis de maestría con uno de los libros de Graber, Processing politics: Learning from television in the Internet age, para que me lo dedicara. Cabe apuntar que este libro fue pionero en su momento al recurrir a los recientes avances en neurología para demostrar que el procesamiento de información política es más fácil y asequible a través de los medios audiovisuales. Contentísimo con su dedicatoria, se me escapó un efusivo “¡muchas gracias, lo guardaré y se lo enseñaré a mis nietos!” Graber rió el comentario: “You are thinking far ahead!”

Recuerdo también que en las Navidades siguientes le envié una caja de bombones gallegos (unas deliciosas Pedras de Santiago que combinan almendra y chocolate) y me respondió amablemente con una tarjeta manuscrita que todavía conservo (aunque no sé muy bien dónde).

En fin, sirva esta pequeña y apresurada semblanza como un recuerdo cariñoso a una gran mujer y gran académica que contribuyó de manera decisiva a la consolidación y el prestigio científico de nuestro campo.

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