sábado, febrero 27, 2010

El telemaratón de Obama

Las crónicas dicen que el pasado jueves el presidente Obama reunió durante siete horas y media a demócratas y republicanos en un ‘Health Care Summit’ para debatir la reforma sanitaria en EE.UU. A uno le sobreviene la pregunta (nada académica) de si sus señorías tuvieron tiempo para ir al baño durante tan maratoniana jornada. La pasada noche, en el debate nocturno del Canal 24 Horas de Televisión Española conducido por el periodista Vicente Vallés, se comparaba la presunta transparencia del debate norteamericano con la opacidad de las reuniones del pacto anticrisis español, que tienen lugar en el Palacio de Zurbano (un claro intento, por cierto, de iconizar las reuniones, elevándolas al rango simbólico de los Pactos de la Moncloa de 1977).

La investigación académica ofrece interesantes hallazgos respecto a la efectividad y el efecto de las reuniones públicas frente a las privadas. La tesis doctoral del politólogo Daniel Naurin, publicada bajo el título Deliberation behind closed doors: Transparency and lobbying in the European Union (European Consortium for Political Research Press, 2008), pone a prueba el efecto civilizador de la publicidad. La teoría dice que en las reuniones a puerta cerrada los lobbies hacen valer sus intereses privados con descaro, mientras que en público estarían obligados a aquilatar sus argumentos con referencias al bien común. Tras comparar los comunicados de prensa de los lobbies europeos con su correspondencia privada con la Comisión Europea, Naurin descubrió que, en privado, los lobbies hacen continuas referencias al bienestar general de la población, mientras que en público ‘politizan’ su discurso. Es decir, expresan sin ambages los intereses del grupo al que representan. En conclusión: La publicidad de los debates no civiliza, sino que politiza las discusiones. La privacidad, en cambio, facilita el consenso entre las partes. En público, los negociadores han de teatralizar, exagerar sus posiciones, para que los grupos a los que representan no se sientan defraudados. En contra de lo que predice la teoría, es en privado, fuera de los focos, cuando más se tiene en cuenta el bienestar general. Es en privado cuando uno puede traicionar a los suyos para favorecer el bien común.

El telemaratón moderado por Obama no nos ofreció una ocasión única para acceder al auténtico discurso político de los representantes. Quizá, sin haber leído la tesis de Naurin, Obama sabe que la publicidad politiza. Apoyándonos en los argumentos de Jonathan Cohn, de la revista The New Republic, podríamos aventurar la siguiente hipótesis. Obama sabía que el debate no produciría consenso. El acceso universal a la salud requiere intervención estatal y, a corto plazo, más gasto público. Bajo los focos, los Republicanos jamás admitirán tal medida. Pero Obama buscaba esta negativa a la mayor de los Republicanos para sentirse legitimado para actuar en solitario. Intenté negociar con ustedes, dirá el presidente, pero fue imposible. No me queda más remedio que tirar del carro por mi cuenta. Obama habría teatralizado el debate para forzar su politización. Habría sido un intento de coger impulso para desatascar la tramitación legislativa de la reforma sanitaria. Como cuando uno remueve las brasas para que se avive el fuego. Naturalmente, habrá nuevos intentos (verdaderos) de lograr un consenso. Pero los Republicanos, aunque no lo admitan en público, lo harán más a gusto en privado.

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