La representación de la realidad en el siglo XXI está anclada en los patrones del realismo literario del siglo XIX, del que beben el periodismo y el documental audiovisual. Sin embargo, a decir del escritor y periodista Jorge Carrión, la realidad actual se parece más a los vídeo-juegos en red en los que el relato se construye entre todos los jugadores, o a las series de televisión corales como The Wire o Juego de Tronos, en las que no hay un único protagonista. El realismo literario sigue triunfando como técnica narrativa porque, según Carrión, “cumple una función de alivio colectivo: nos hace creer que nada ha cambiado, que el mundo se puede seguir contando como siempre se ha contado”.
Sin embargo, siguiendo al filósofo francés Éric Sadin, autor del ensayo La humanidad aumentada: la administración digital del mundo (Caja Negra Editora, 2017), Carrión cree que la era del ser humano analógico ha terminado. El smartphone es ya, parafraseando a McLuhan, una extensión de nuestro propio cuerpo, una extremidad más. “El píxel es cada vez más real”, sostiene Carrión, “y la realidad está cada vez más pixelada; somos cada vez más cíborgs”.
En una charla enmarcada dentro de las actividades públicas del Máster en Guion de cine y TV de la Universidad Carlos III de Madrid, Carrión trató de responder a una de las preguntas de la audiencia: “¿Cómo escribirías narrando lo real con un lenguaje contemporáneo? ¿En forma de wasap? ¿En forma de tuits?” Carrión reconoce que, a día de hoy, es difícil contar una historia de amor sin el wasap. “El narrador omnisciente del siglo XXI ya no sería un autor sabelotodo… sino la máquina, como ocurre en la serie Person of Interest”.
A decir de Carrión, el momento de ‘giro narrativo’ mediante el cual el realismo literario del siglo XIX entra en crisis se produce en 1999. En ese año coinciden dos estrenos clave: la primera temporada de Gran Hermano (Big Brother), que inaugura el género de la telerrealidad, y la primeras temporadas de Los Soprano (The Sopranos) y El Ala Oeste de la Casa Blanca (The West Wing), que preconizan el éxito de las series de televisión como formato audiovisual. “En Gran Hermano vemos cómo la realidad se organiza de una manera discursiva nueva: los guionistas han de anotar los momentos susceptibles de convertirse en piezas de una narración dramática”, apunta Carrión. “Las series de televisión provocan un cambio significativo en el modo de representar y percibir la realidad”, ya que empiezan a comentar y dramatizar acontecimientos coetáneos, de manera que acaban influyendo en la propia realidad que ficcionan. “Ocupan, de alguna manera, el lugar del periodismo”, sentencia Carrión.
La telerrealidad y las series de televisión, por lo tanto, han cambiado nuestro modo de percibir y representar lo real, el ‘realismo’. El realismo literario del siglo XIX, ligado a las teorías darwinistas de la evolución y al positivismo científico, aparece de la mano de escritores que triunfan en el mundo de la novela y el periodismo, como Charles Dickens, Dostoievski, Pérez Galdós o Pardo Bazán. Aunque se mantiene como ideal narrativo aún hoy en día, es “anacrónico”, afirma Carrión: “el mundo nuestro de cada día se parece cada vez más a la película Matrix”, con humanos hiper-conectados entre sí con máquinas. El big data, la inteligencia artificial y la perspectiva cenital de los drones se combinan para convertirse en el nuevo narrador omnisciente del siglo XXI.
En un pensamiento en alto que podría constituir el embrión de una próxima novela, Carrión dejó caer que “las máquinas podrían estar ya buscando los argumentos para justificar nuestro exterminio”, de manera análoga a como hizo el colonizador occidental decimonónico con los indígenas, blandiendo la Biblia o las teorías de la superioridad racial para exterminar las poblaciones locales e imponer su linaje.
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