viernes, marzo 15, 2019
Otra manera de contar
El éxito editorial de Fariña (Libros del KO, 2015), de Nacho Carretero, cogió a muchos periodistas gallegos por sorpresa. “Eso ya se sabía”, “¿a qué viene tanto revuelo?”, se preguntaban en las redacciones de la costa atlántica. El libro sobre la historia del narcotráfico gallego llegó a ser secuestrado judicialmente tras la denuncia de uno de los aludidos y se convirtió en una serie de ficción televisiva de gran audiencia. El volumen sigue traduciéndose a varios idiomas y la serie se ha convertido en un fenómeno mundial gracias a su distribución por Netflix.
En una mesa redonda sobre periodismo local organizada el viernes 15 de marzo de 2019 por el profesor y periodista Fernando Varela en la Universidad Carlos III de Madrid, Nacho Carretero, en compañía de Xosé Hermida, redactor jefe de política de El País, afirmó que una de sus principales motivaciones era, precisamente, la de escribir un libro que él echaba de menos en su propia estantería. A imitación de lo que ocurre en Italia, donde Roberto Saviano hizo mundialmente famosa la miseria de la camorra napolitana en Gomorra (2006), en Galicia faltaba alguien que se atreviera con un libro periodístico sobre la miseria local, la del narcotráfico. Y ese alguien fue un joven periodista, tan joven que era un niño cuando la mayor parte de los hechos que cuenta tenían lugar. Quizá ayudado por la distancia del tiempo y la relativa lejanía geográfica de su trabajo en Madrid, Carretero rescató de la hemeroteca nombres y apellidos que todavía despiertan escalofríos y, sobre todo, mucho silencio.
Carretero reconoce que Fariña no contiene ninguna exclusiva informativa, pero su principal innovación reside en la manera de narrar, de construir una adictiva historia a partir de las crónicas periodísticas y de las entrevistas que mantuvo con sus autores y sus protagonistas. Los episodios estaban ahí, sepultados en la hojarasca de la prensa diaria, faltaba el libro que los hiciera inmortales. Carretero pasó el narcotráfico gallego por el tamiz del periodismo narrativo y, de repente, lo local se hizo universal. El clan de los Charlines, las voluntades políticas compradas, los silencios cómplices y la ruina vital de muchos jóvenes y sus familias se manifestaron como un material novelable, digno de película. Como un cúmulo de ejemplos y anécdotas de esa categoría humana, la corrupción.
El recurrente comentario de “eso lo sabe todo el mundo” es, para Xosé Hermida, una de las inercias contra las que debe luchar diariamente el periodista. Fariña llama la atención desde el diseño de su propia portada. El fardo de cocaína se deshace para el lector y el recuento agregado de todas esas historias, su memoria, se convierte en revolucionario: de repente, lo que se daba por cotidiano (casi no hay banquete de primera comunión en la Galicia de los 80 que no contara con tabaco de contrabando para los invitados) se torna extraño y vergonzoso. Los propios gallegos no eran plenamente conscientes de que la cocaína llegó a Europa a través de sus costas. Que los silencios napolitanos tenían una fidelísima réplica en Vilagarcía.
Si bien la distancia geográfica y temporal benefició a Carretero en Fariña, su siguiente libro, En el corredor de la muerte (Espasa, 2018), sobre el español Pablo Ibar, descendiente de vascos condenado por asesinato en Florida, le ha supuesto más conflictos éticos. La historia está viva y la cercanía emocional con el protagonista es mayor. Un dilema moral no muy lejano al que experimentó Truman Capote durante la documentación de su legendaria novela de no-ficción, A sangre fría (1966). Otra historia híper-local, de la América profunda, que pasó desapercibida en la prensa diaria y se hizo universal tras su reinvención en forma de libro.
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