Cuando a un político británico se le recrimina un desvío de su programa electoral, suele traer a colación a Edmund Burke, vieja gloria del conservadurismo isleño y autor de la teoría de la representación como mandato de confianza (trustee model of representation). Frente a la idea de representación como delegación (o delegate model of representation, en el que el diputado llega al Parlamento para trasmitir las preferencias del electorado), la representación como mandato de confianza deja libre al diputado para ejercer su juicio individual considerando la información que maneja una vez llega a una posición de responsabilidad. En otras palabras: según Burke, para ser buen gobernante hay ocasiones en las que hay que traicionar al electorado. Esta es, en parte, la esencia de la democracia representativa frente a la democracia directa.
El recurso a Burke es tan común entre los políticos británicos que allí suena a excusa fácil. Sin embargo, dado que Burke no es tan familiar en España (pese a la existencia de una fundación que lleva su nombre), resulta sorprendente que el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, no lo haya sacado de la chistera para justificar las decisiones que contradicen su programa electoral. La teoría del representante independiente la expuso Burke en su famoso “Discurso a los electores de Bristol” (1774). Lectura breve e intensa, como las propias vacaciones del presidente.
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