lunes, julio 30, 2012

El sueño de Pulitzer cumple cien años


Columbia Journalism School Celebrates its Centennial from CUJourn on Vimeo.

Lo dejó escrito, a modo de testamento, en 1904. En un artículo publicado en The North American Review (hay versión en castellano, editada en forma de libro en 2011 por Gallo Nero Ediciones), Joseph Pulitzer pedía la creación de una escuela universitaria para periodistas. La salud de la democracia en Estados Unidos dependía, a su parecer, de la profesionalización de los reporteros. Su sueño se hizo realidad en 1912, un año después de su muerte, con la creación de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 1917 se instituirían los famosos premios Pulitzer.

El centenario de la escuela de Columbia, que estos días se celebra en el legendario campus de Harlem, no podía coincidir con un momento más sombrío para la profesión periodística. Internet ha laminado la capacidad de intermediación comercial de los medios convencionales (anunciantes y público pueden conectar ahora directamente) y el periodismo vive una renovada época de partidismo y polarización, algo así como una regresión al siglo XIX, precisamente el estado de cosas que Pulitzer quería enmendar con la profesionalización del periodismo.

En su recensión del libro After broadcast news, de Bruce A. Williams y Michael X. Delli Carpini (Cambridge, 2012), el polígrafo Todd Gitlin (autor de uno de las obras más influyentes sobre el tratamiento comunicativo de los movimientos sociales, The whole world is watching, University of California Press, 1980) concuerda con los autores del volumen en que la ‘era profesional’ del periodismo que va de los años 30 a los 80 del siglo pasado ayudó bien poco a la creación de una ciudadanía más informada. Ese viejo régimen está, además, caduco: “la edad media de un espectador de noticias televisivas en cadenas convencionales supera los sesenta años. Llevamos más de dos décadas inmersos en un régimen en el que la autoridad [del periodismo] es más fluída y multiforme y, al parecer, menos autorizada”. La ironía reside en que Gitlin es profesor en la escuela que Pulitzer contribuyó a fundar. Quizá sea éste el único buen síntoma que experimenta una profesión en fase terminal: la crítica más ácida hacia el periodismo contemporáneo proviene de Columbia, la máxima autoridad en la formación de periodistas.

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