lunes, diciembre 06, 2010

Estado de alarma

Los politólogos y académicos constitucionalistas conocen bien al gran teórico del ‘estado de excepción’, el jurista alemán Carl Schmitt. Decía ‘don Carlos’ (así se le conocía en España y Galicia, donde tuvo gran predicamento, cultivó amistades -entre ellas la de Manuel Fraga Iribarne- y encontró a su yerno, un profesor de la Universidad de Santiago) que cuando se nota quién es el auténtico soberano es en los momentos de excepción. Para Schmitt las dos preguntas clave en política eran: “¿quién decide?” y “¿quién es el enemigo?” La Constitución Española de 1978 cumple hoy su trigésimo segundo aniversario invocando, por primera vez en su historia, el estado de alarma, medida excepcional decretada por el ejecutivo para terminar con la huelga encubierta de los controladores aéreos, que consiguieron cerrar el espacio aéreo español durante casi dos días.

La crisis de los controladores ha de entenderse en un contexto más amplio, el de las privatizaciones forzadas por la frágil salud financiera de la Europa meridional y la Eurozona. El Viejo Continente vive momentos extraordinarios. Parece moverse en el dilema de la desintegración de la moneda única o el refuerzo de una proto-federación sin alma política o identitaria (para Schmitt una democracia era, esencialmente, un régimen de identidad entre gobernantes y gobernados). Responder a los imperativos Schmittianos es más difícil que nunca. ¿Deciden los gobiernos? ¿Los nacionales o el ejecutivo europeo sin rostro? ¿Existe un enemigo tangible que sirva para definir, por oposición, nuestra identidad? ¿O estamos combatiendo una especie de alien que, como el de la película, genera más ansiedad porque no es visible?

Está claro quién ha decidido sobre la excepción en el caso de los controladores, pero no está tan claro quién ha inducido las medidas de privatización que, en parte, han alimentado la huelga salvaje de este colectivo. El Leviatán hobbesiano, el Estado decisor y ejecutor, sostenía su legitimidad popular en base a un contrato social. El Leviatán contemporáneo no tiene rostro y su conexión con el ciudadano es muy débil. Son tiempos para releer a Schmitt y para considerar seriamente los argumentos de un nuevo libro, The political history of European integration: The hypocrisy of democracy-through-market (escrito por Hagen Schulz/Forberg y Bo Strath, publicado por Routledge), en el que se defiende la idea de que el proyecto de una federación política europea cayó definitivamente en desgracia en los años 70, y que desde entonces nunca se ha perseguido verdaderamente un dominio político de la economía, sino todo lo contrario. Una tesis que en tiempos de bonanza podría no importar, pero que ha de ponderarse con detenimiento en esta marejada de excepción.

Lectura curiosa:

Fraga Iribarne, Manuel. 1962. "Carl Schmitt: el hombre y la obra". Revista de Estudios Políticos 122, pp. 5-17.

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1 comentario:

Paco Piniella dijo...

Muy interesante el componente identitario.
Saludos