La victoria de George W. Bush en las elecciones presidenciales de 2004 ha demostrado la eficiencia de la comunicación política below the line. Cierto es que el establishment liberal capitaneado por el New York Times y el Washington Post ha perdido fuelle frente a la irrupción de canales como Fox News (que este año superó en audiencia a las tres grandes networks durante la segunda sesión de la Convención Republicana en agosto) y el ascenso de periódicos de tinte conservador como The Washington Times.
Pero el verdadero éxito de los neocons de hoy se fraguó en los años 60, cuando el movimiento conservador en Estados Unidos era totalmente residual, cuando Barry Goldwater, autor de The conscience of a conservative, era objeto de burlas y no de adoración, cuando los aires bostonianos y liberales de Kennedy deslumbraban aún más que los vestidos de su sufrida consorte.
A Richard Viguerie, el maestro del mailing directo que sentó las bases de la revolución conservadora, se le atribuye una de esas reflexiones que hacen historia: “Amigos, reconozcámoslo: nunca conseguiremos una portada en el New York Times. Es hora de empezar a trabajar con otro esquema”. Así, décadas antes de la erosión del ágora común de los mass media, Viguerie comprendió que era posible pasar de los grandes medios y reclutar votos y voluntades a través del envío directo de propaganda electoral asistido por ordenador. Su libro America's Right Turn: How Conservatives Used New and Alternative Media to Take Power, coescrito con David Franke y publicado por Bonus Books en agosto de 2004, relata cómo la propaganda below the line aupó a Reagan al poder, y cómo este sistema, adaptado a la era de Internet, ha servido por igual a conservadores y a demócratas (recuérdese el éxito del candidato demócrata Howard Dean, que financió su campaña gracias al apoyo de internautas entusiastas).
El año 2004 ha sido un año de crisis para el New York Times. Tras los plagios de Jason Blair, el periódico tuvo que retractarse por dar como exclusivas las filtraciones interesadas del Ahmad Chalabi, aliado americano en la guerra de Irak.
La era de los medios masivos, a decir de Jay Rosen, es sólo una era, y no tiene por qué durar siempre. El significado de la retirada de los tres grandes anchors americanos, Tom Brokaw (NBC), Dan Rather (CBS) y Peter Jennings (ABC) epitomiza, según la revista The Economist, dos movimientos de poder. En primer lugar, los viejos medios pierden terreno frente a los nuevos. Y, en segundo lugar, el establishment liberal pierde poder frente a una cacofonía de nuevas voces más diversa.
Se abre, en definitiva, una nueva etapa. Para algunos, la de los periodistas en pijama (los bloggers como Andrew Sullivan). Para otros, una era más compleja, en la que los mass media convivirán con los otros media, que acturarán como una especie de mini-media-watchdogs, denunciando las irregularidades de los grandes periódicos, radios y televisiones. El public editor del New York Times, una versión mejorada de los discutibles “defensores del lector” (Daniel Okrent es una persona ajena a la redacción; los defensores del lector españoles son, las más de las veces, defensores de su propio periódico) no se entendería sin la influencia de los blogs fajadores, siempre atentos a los desmanes de la gran dama gris.
Es el fin del mundo (mediático) tal y como lo conocemos y, no sé a ustedes, pero a mí me encanta.
viernes, diciembre 31, 2004
lunes, diciembre 20, 2004
Ante la duda, libertad
La comparecencia de la representante de las víctimas de los atentados terroristas del 11 de marzo de 2003 en Madrid ante una comisión de investigación del parlamento español ha reabierto el viejo dilema moral sobre la conveniencia de la reproducción masiva de imágenes en las que se observa la atrocidad de los atentados terroristas. Pilar Manjón aludió al sensacionalismo de algunos de medios de comunicación, que según su versión aprovecharon la matanza para subir sus índices de audiencia.
En este tipo de masacres indiscriminadas soy partidario de ocultar la identidad de las víctimas, pero no de censurar la crudeza de las imágenes. El periodismo debe transmitir el mundo de la manera más fiel posible, lo que significa reflejar toda la ruindad, toda la monstruosidad, toda la mezquindad de la que es capaz el ser humano, si es que merece seguir llamándose tal cuando se convierte en un asesino masivo.
Las imágenes de cuerpos desmembrados nos hacen apartar la vista de la televisión y exclamar “¡Dios mío!”. Pero lo que nos crea repulsa es también lo que nos hace reaccionar.
Contar las cosas como son (con su crudeza) puede herir algunas sensibilidades, pero también pone en marcha los mecanismos de defensa y solidaridad de toda la sociedad. Las manifestaciones en contra de los atentados no habrían sido tan masivas de haberse aplicado el control visual por el que tantos abogan dentro y fuera de la profesión periodística. Si empezamos a autocensurarnos en nombre del buen gusto, corremos el riesgo de no saber dónde parar. Sé que éste no es un debate fácil, y por supuesto está lleno de matices. Pero ante la duda, libertad.
En este tipo de masacres indiscriminadas soy partidario de ocultar la identidad de las víctimas, pero no de censurar la crudeza de las imágenes. El periodismo debe transmitir el mundo de la manera más fiel posible, lo que significa reflejar toda la ruindad, toda la monstruosidad, toda la mezquindad de la que es capaz el ser humano, si es que merece seguir llamándose tal cuando se convierte en un asesino masivo.
Las imágenes de cuerpos desmembrados nos hacen apartar la vista de la televisión y exclamar “¡Dios mío!”. Pero lo que nos crea repulsa es también lo que nos hace reaccionar.
Contar las cosas como son (con su crudeza) puede herir algunas sensibilidades, pero también pone en marcha los mecanismos de defensa y solidaridad de toda la sociedad. Las manifestaciones en contra de los atentados no habrían sido tan masivas de haberse aplicado el control visual por el que tantos abogan dentro y fuera de la profesión periodística. Si empezamos a autocensurarnos en nombre del buen gusto, corremos el riesgo de no saber dónde parar. Sé que éste no es un debate fácil, y por supuesto está lleno de matices. Pero ante la duda, libertad.
miércoles, diciembre 08, 2004
Issuecrawler: matemáticas aplicadas al estudio de la deliberación política
La aplicación Issuecrawler está llamada a ser la herramienta de software definitiva para estudiar la deliberación política en Internet. ¿En qué consiste? Se trata de un programa que busca las páginas web relacionadas con los sitios web en los que el investigador está interesado y luego dibuja el mapa resultante.
Issuecrawler ha sido desarrollado por Richard Rogers, director de govcom.org (una fundación radicada en Ámsterdam que tiene por cometido crear herramientas políticas en la web) y profesor de Comunicación en la Universidad de Ámsterdam.
Descubrí Issuecrawler leyendo el ensayo “Cyberspace, the Web Graph and Political Deliberation on the Internet”, escrito por Kenneth N. Farrall y Michael X. Delli Carpini, estudiante de doctorado y decano, respectivamente, de la Annenberg School for Communication (University of Pennsylvania). En este artículo, los autores utilizan el Issuecrawler para dibujar la red de websites que conforman la “Izquierda Progresista” (Progressive Left) de Estados Unidos.
¿Cómo funciona el Issuecrawler? El investigador introduce al menos dos websites relacionados con el tema de su interés y... voilá: tras unos minutos dedicados al rastreo de enlaces en Internet, la herramienta muestra un mapa en el que se puede observar la red de links construida por los websites inicialmente introducidos.
El algoritmo del Issuecrawler (este es, al fin y al cabo, un programa basado en la graph theory que tanto entusiasma a los matemáticos del momento) construye el mapa de tal modo en que uno puede ver cuáles son los nodos más importantes (aquellos websites que cuentan con más enlaces dirigidos a sus páginas) y los nodos periféricos.
Aunque acabo de descubrirlo, creo que Issuecrawler (y sus posteriores derivados, pues ya existe una versión dedicada a estudiar la estructura de enlaces de los blogs) es una de las herramientas más prometedoras para el estudio sociológico de la Red.
Confieso ser uno de esos “analfabetos matemáticos” de los que habla John Allen Paulos, pero reconozco que el álgebra, la aritmética, la estadística y demás parientes son aliados inevitables de la ciencia social. La revista The Economist hablaba no hace mucho (“Circles of friends. What maths tells us about us”, The Economist, 2 de octubre-8 de octubre de 2004, p. 79-80) de cómo la graph theory ha sido aplicada al estudio de los temás más variopintos. Desde las cadenas de mando de las redes terroristas hasta las relaciones amorosas en un instituto de secundaria. El límite lo pone la imaginación del investigador.
Por ejemplo, se me ocurre que con el Issuecrawler podría estudiarse la circulación de un determinado tema en la blogsfera, y cómo ese tema llega a tener presencia en los medios de comunicación tradicionales.
Un apunte final: Richard Rogers, el cerebro detrás del Issuecrawler, acaba de publicar el libro Information Politics on the Web (Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2004), en el que desarrolla algunas teorías a partir del uso de su propio software.
Issuecrawler ha sido desarrollado por Richard Rogers, director de govcom.org (una fundación radicada en Ámsterdam que tiene por cometido crear herramientas políticas en la web) y profesor de Comunicación en la Universidad de Ámsterdam.
Descubrí Issuecrawler leyendo el ensayo “Cyberspace, the Web Graph and Political Deliberation on the Internet”, escrito por Kenneth N. Farrall y Michael X. Delli Carpini, estudiante de doctorado y decano, respectivamente, de la Annenberg School for Communication (University of Pennsylvania). En este artículo, los autores utilizan el Issuecrawler para dibujar la red de websites que conforman la “Izquierda Progresista” (Progressive Left) de Estados Unidos.
¿Cómo funciona el Issuecrawler? El investigador introduce al menos dos websites relacionados con el tema de su interés y... voilá: tras unos minutos dedicados al rastreo de enlaces en Internet, la herramienta muestra un mapa en el que se puede observar la red de links construida por los websites inicialmente introducidos.
El algoritmo del Issuecrawler (este es, al fin y al cabo, un programa basado en la graph theory que tanto entusiasma a los matemáticos del momento) construye el mapa de tal modo en que uno puede ver cuáles son los nodos más importantes (aquellos websites que cuentan con más enlaces dirigidos a sus páginas) y los nodos periféricos.
Aunque acabo de descubrirlo, creo que Issuecrawler (y sus posteriores derivados, pues ya existe una versión dedicada a estudiar la estructura de enlaces de los blogs) es una de las herramientas más prometedoras para el estudio sociológico de la Red.
Confieso ser uno de esos “analfabetos matemáticos” de los que habla John Allen Paulos, pero reconozco que el álgebra, la aritmética, la estadística y demás parientes son aliados inevitables de la ciencia social. La revista The Economist hablaba no hace mucho (“Circles of friends. What maths tells us about us”, The Economist, 2 de octubre-8 de octubre de 2004, p. 79-80) de cómo la graph theory ha sido aplicada al estudio de los temás más variopintos. Desde las cadenas de mando de las redes terroristas hasta las relaciones amorosas en un instituto de secundaria. El límite lo pone la imaginación del investigador.
Por ejemplo, se me ocurre que con el Issuecrawler podría estudiarse la circulación de un determinado tema en la blogsfera, y cómo ese tema llega a tener presencia en los medios de comunicación tradicionales.
Un apunte final: Richard Rogers, el cerebro detrás del Issuecrawler, acaba de publicar el libro Information Politics on the Web (Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2004), en el que desarrolla algunas teorías a partir del uso de su propio software.
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