Máriam Martínez Bascuñán y Enrique Gil Calvo, durante la presentación del libro en la librería Pasajes, en Madrid
Tomando como inspiración una viñeta de El Roto, el sociólogo Enrique Gil Calvo advierte que estamos en la era del ‘malismo’: “haciéndote el malo, como Trump, acaparas la atención”. Atrás quedó el ‘buenismo’ de Obama o Zapatero. Cuando se trata de ganar visibilidad, “los malistas se imponen porque su mensaje es más impresionante, mete más miedo”, admite. El precio a pagar es caro: se cruzan líneas rojas, se rompen los consensos… pero la escalada disruptiva ha de tener un límite, bien en la violencia (la disrupción máxima) o en la redundancia, en el aburrimiento que produce la repetición del mismo mensaje.
Hasta que este ciclo de sacudida nacional-populista pase, Gil Calvo recomienda acostumbrarse a vivir en ríos revueltos. El sociólogo ofrecía el 14 de diciembre de 2018 estas reflexiones en la librería Pasajes de Madrid, donde tuvo lugar la presentación de su “ensayo disfrazado de manual” Comunicación política: caja de herramientas (Catarata, 2018), una síntesis de la disciplina a partir de su experiencia como profesor de esta materia durante cinco años en el máster en Liderazgo Democrático de la Universidad Complutense de Madrid.
Para Gil Calvo, la comunicación política trata sobre cómo los actores políticos (líderes, movimientos sociales, partidos) se relacionan con la ciudadanía a través de los medios de comunicación (sean éstos los tradicionales o las nuevas redes sociales). El sociólogo le sigue atribuyendo a los medios un poder central, ya éstos “formatean” el mensaje y “establecen la agenda de problemas públicos esenciales que tiene planteada una comunidad democrática”.
La lucha básica en la comunicación política sería la pelea de los diferentes actores políticos por colocar su problema en los lugares más altos de esa agenda pública que configuran los medios: “el esfuerzo de los actores políticos está centrado en tratar de marcar la agenda, intentar que su problema se encarame a lo más alto de la lista de asuntos públicos”. ¿Cómo se logra eso?, se pregunta retóricamente Gil Calvo, a lo que él mismo responde: “adquiriendo notoriedad, visibilidad mediática”.
Según el sociólogo, Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos no tanto por el contendido de sus propuestas políticas, sino porque monopolizó la atención mediática: cuanto más escandalosas su intervenciones, mayor notoriedad y mayor presencia en la conciencia del público.
La politóloga Máriam Martínez-Bascuñán, moderadora del debate que siguió a la presentación del libro, planteó el dilema de cómo deben actuar los medios frente a fuerzas disruptivas como Vox o los chalecos amarillos franceses. Gil Calvo cree que los malos no son los periodistas, sino los políticos extremistas, ya que son éstos quienes rompen los consensos cuando deberían estar comprometidos con la comunidad política que quieren defender. El sociólogo no ve el futuro inmediato de Francia con buenos ojos: “los chalecos amarillos han castrado a Macron mediante una movilización en enjambre similar a la de nuestro 15-M. Le Pen heredará el poder francés como fruta madura”.
Preguntado por las lecciones que el fenómeno Podemos habría legado a la comunicación política, Gil Calvo considera que la formación liderada por Pablo Iglesias empleó un “mix de métodos” para aprovechar la ventana de oportunidad de la Gran Recesión: “todo estaba listo para una fuerza que quisiera cargarse el sistema tras la crisis”, y así ocurrió en otros países como Grecia (Syriza). Los estrategas de Podemos tuvieron la intuición de que el régimen del 78 estaba ya haciendo aguas y transformaron el “movimiento acéfalo” del 15-M (mientras estaba vivo en la Puerta del Sol, no quería líderes) en un “movimiento caudillista”, en el que Pablo Iglesias se ha ido quedando solo. Un líder que ahora reniega de Venezuela y se ha comprado un chalet en la sierra madrileña. “Ha descolocado totalmente a sus seguidores: es como si Trump se vuelve feminista”, sentenció Gil Calvo en tono jocoso.
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