Precisamente en un momento en el que la ‘calle’ parece demandar una política más receptiva a sus demandas, el filósofo Daniel Innerarity, director del Instituto de Gobernanza Democrática (Globernance) se erige en defensor de la democracia indirecta. En su intervención durante el encuentro internacional de la Asociación de Comunicación Política (ACOP) en Bilbao el pasado 17 de julio, Innerarity afirmó que “tenemos una buena democracia y una mala política”. A su juicio, tenemos un espacio político que funciona (no se echan en falta espacios de protesta, porque los ciudadanos pueden expresar su malestar sin muchas trabas) pero sufrimos “una mala política”, es decir, “la capacidad de convertir esa amalgama de opiniones en transformaciones políticas no funciona”.
El catedrático de Filosofía Política y Social considera que están cambiando las formas de activismo político, dando lugar a una ciudadanía “intermitente”. “Más que contralar al ejecutivo, las movilizaciones en la red se orientan a evitar el abuso de poder, son actos intermitentes y apolíticos, sin estructura duradera de intervención”, opina. El ‘clicktivismo’ (el activismo online canalizado a través de webs como change.org o avaaz.org) y el consumo político (‘votar’ con el carro de la compra) serían actos de “soberanía negativa”. Según Innerarity, plataformas como el 15-M, la Plataforma Antideshaucios o el movimiento Occupy, así como las manifestaciones en Burgos, Nantes, o Stuttgart que bloquearon el desarrollo de ciertas infraestructuras “no se inscriben en un marco político coherente, solo hay la presión del momento”.
Curiosamente, es la denostada política tradicional la que puede dotar de continuidad a los deseos de cambio. A decir de Innerarity, “si los partidos políticos sirven para algo, es para dar una continuidad a políticas como las de infraestructura y vivienda”. Pero son precisamente los partidos políticos tradicionales los que se encuentran bajo asedio, no tanto por parte de la población general sino por sus correligionarios más extremistas. Según Innerarity, “todos los partidos tienen un tea party”, una sección que marca las líneas rojas que el partido mainstream no puede atravesar, impidiendo así la transacción con el enemigo. Así, el movimiento Libres e Iguales no estaría dirigido contra los independentistas catalanes, sino contra el propio Mariano Rajoy.
Innerarity apuntó además los límites de dos modas políticas que arrastran gran entusiasmo en la actualidad: los referendos y la transparencia. Según el filósofo, los plebiscitos reflejan peor la pluralidad de la sociedad que las opciones de representación. Reducen todo a algo binario (sí o no), sin matices. Es por ello que un referendo “debe estar al final de un proceso deliberativo, no al principio”, explica Innerarity. La transparencia, otro de los mantras en boga, “da la idea de que la política tiene que ver con datos o evidencias ocultadas por ciertos intereses, y no es así”, observa el filósofo.
El director de Globernance ofrece una interpretación psicoanalítica para la gran ruptura entre el principio de placer, representado por los populistas, y el principio de realidad, gestionado por los tecnócratas. En un contexto de crisis, las diferencias entre las fuerzas del establishment (izquierda y derecha) se reducen en gran medida. Cuando esto ocurre, una parte de la población quiere optar por algo que se encuentre fuera del principio de realidad. “Los partidos de la llamada casta”, observa Innerarity, “han gobernado y volverán a gobernar; saben lo caro que resulta pagar las facturas de las promesas no cumplidas.” La gran dificultad de la política no es ganar elecciones, sino ser reelegido. Los partidos del establishment, dice el filósofo, saben de esto, saben que en algún momento hay que recurrir a los adversarios.
El director de Globernance encuentra en la propia lógica democrática uno de los grandes peligros para la democracia. Se supone que hay que hacer “lo que quiere la gente”, pero, “¿qué es la gente?”, se pregunta Innerarity: “¿la encuesta de mañana? ¿los que aprobaron la Constitución? ¿las generaciones futuras?”. Sí, la gente puede ser todo eso, apunta el filósofo, pero en un contexto de responsabilidad. Según Innerarity la política se está gestionando desde el corto plazo, “y eso genera atascos”. También se muestra intrigado ante las encuestas que revelan que, según los españoles, “la política es uno de nuestros peores problemas”. “¿Qué queremos decir con eso?”, pondera Innerarity.
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