El odio es tan antiguo como la humanidad. Según Patxi López, que este miércoles, 24 de enero de 2022, participó en una de las actividades de la alianza YUFE de universidades sobre el discurso de odio, la minusvaloración del otro empieza desde el momento en que los griegos clásicos o los romanos distinguen entre un nosotros y un ellos, entre los civilizados y los bárbaros. Ahí se empieza a discriminar al diferente, al que no comparte nuestro idioma o nuestra cultura.
Según el diputado socialista, los que en la actualidad entran en el tablero político haciendo uso del discurso de odio nos quieren devolver a esas “sociedades hormiguero”, donde la libertad individual no existe y solo se distingue entre grupos, el propio y el ajeno. Lo harían, a su juicio, “de una manera sibilina”. El primer paso es “sembrar, extender el miedo”, dando la impresión de que los menores no acompañados (‘menas’) podrían atracarnos en cualquier esquina, los inmigrantes violarán a nuestras hijas o que los okupas se meterán en nuestra casa mientras salimos para hacer la compra. Los partidarios del discurso de odio también criminalizarán al feminismo, “porque cuestiona la virilidad entendida como machismo” y a la izquierda, que se caricaturiza como “un comunismo bolivariano que se apropiará del trabajo de toda una vida”, en gráfica expresión de López.
La receta desestabilizadora de los extremistas continúa, según el político vasco, con el negacionismo: de la violencia machista, del cambio climático y de la necesidad de vacunación contra el COVID-19. Se añade luego la definición del enemigo del pueblo y la identificación con lo símbolos patrios, que se niegan a los demás “porque ellos se consideran los verdaderos patriotas”.
Patxi López, que llegó a ser el primer lehendakari no nacionalista tras un pacto con el Partido Popular, afirmó que “en Euskadi tuvimos un ejemplo de todo esto: había una banda terrorista que mataba y unos le daban cobertura política a sus asesinatos, señalaban a los enemigos e incluso les aplaudían. Una inmensa mayoría miraba hacia otro lado mientras 50 mil personas gritaban en la calle ‘ETA, mátalos’”.
El ex presidente del Congreso de los Diputados se mostró a favor de combatir el discurso del odio y evitar pactos con quienes practican el discurso de odio, por más respaldo popular que tengan. No obstante, cree que el cordón sanitario a la extrema derecha no debe pasar por una gran coalición con el Partido Popular, al que acusa de ejercer una mala oposición, sin apoyar al PSOE en las grandes cuestiones de Estado. “Una cosa es el centro político y otra la centralidad sociológica”, afirmó. “Desde el PSOE tenemos que conseguir ser atractivos a una mayoría social sin perder nuestra identidad como partido de izquierdas”. Para López resulta sorprendente que haya diputados que animen a dejar a un lado la política. “Los que proponen olvidarse de las ideologías son siempre de derechas”, sentenció con sorna.
Reconoció que resulta muy difícil trazar la frontera entre el discurso intolerante, que por incómodo o repulsivo que resulte forma parte de la libertad de expresión, y las llamadas a la incitación a la violencia, que sí tienen un castigo penal en la mayoría de las democracias. “Por lo general, quien tiene un púlpito, quien se sube a un escenario, quien es un líder de opinión, debe tener sus libertades un poco más restringidas que el resto”, afirmó. “Cuando un líder de opinión dice que el Gobierno es tan impopular no puede salir a la calle, siempre va a haber alguno que lo crea”. En la era de la posverdad, donde la emoción triunfa sobre la razón, la soflama, a decir de López, se transforma en dato. Y, a la manera de una profecía autocumplida, en cuanto un representante del Gobierno sale a la calle, un ciudadano desencantado acaba por atacar al político.
Durante su etapa al frente del Gobierno Vasco, Patxi López ordenó eliminar todas las pintadas y carteles que celebraban el terrorismo. Recordó que, tras el asesinato de Isaías Carrasco, de la verja de una entidad financiera en Mondragón colgaban retratos enmarcados de los mismos etarras que habían asesinado al socialista vasco. Su hija los tenía que ver todos los días, ensalzados en la plaza pública. El día en que la policía retiró esas fotos se acabó, según López, con el “muro de la vergüenza” en Euskadi.
La charla-entrevista con Patxi López tuvo lugar en el campus de Getafe de la Universidad Carlos III de Madrid, que lidera un ‘desafío’ YUFE sobre ‘hate speech’. En el marco de dicha actividad, alumnos de varias universidades europeas investigan, asisten a charlas de expertos y mantienen grupos de discusión con minorías sociales para proponer una respuesta de política pública a los discursos de odio.
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miércoles, marzo 23, 2022
Patxi López: “el discurso de odio quiere devolvernos a las sociedades hormiguero”
martes, marzo 08, 2022
Todd Gitlin (1943-2022): La voz crítica de la izquierda americana
Entre los judíos se dice que aquellos que fallecen en sábado son grandes personas. Todd Gitlin, carismático representante de la izquierda judía norteamericana, dejaba este mundo a los 79 años un sábado y, en efecto, su paso por él ha dejado huella, tanto en el terreno del activismo político como en el de los estudios de comunicación. Fue Gitlin el que bautizó a la tradición de los efectos limitados como el ‘paradigma dominante’, señalando que en las notas al pie de sus trabajos Lazarsfeld y compañía reconocían las influencias impersonales y masivas que restaban fuerza a su idea de la intermediación de los líderes de opinión. Fue Gitlin el que denunció cómo los medios desactivan a los movimientos sociales a través de sus encuadres noticiosos, desde las revueltas estudiantiles que él mismo capitaneó en los 60 hasta las sentadas del Occupy Wall Street.
Su obra más célebre es The Whole World is Watching: Mass Media in the Making and Unmaking of the Left (1980), en la que Gitlin estudia cómo la industria de los medios americana cubrió las revueltas estudiantiles de la New Left desde mediados de los 60, centrándose en la organización que él mismo llegó a presidir, Students for a Democratic Society (SDS). Aunque por aquel entonces la palabra todavía no estaba en boga, podría entenderse como un tratado sobre la ‘mediatización’ del principal agente social de cambio en la América que luchó por los derechos civiles de las minorías. Las dos referencias teóricas de Gitlin fueron Ervin Goffmann (framing) y Gramsci y su idea de hegemonía, tamizada por las lecturas de Raymond Williams. Así, los dos principales enemigos del cambio social promovido por los estudiantes serían a) la interpretación sesgada que los medios favorecen a través de la manera en la que enmarcaban las protestas y b) el control hegemónico a través de una ideología subyacente que, por su carácter dominante, pasa desapercibida y se entiende como normal. Gitlin volvería sobre el tema en su ensayo biográfico The Sixties: Years of Hope, Days of Rage (1987).
En una reciente entrevista concedida al programa On the media de la radio pública de Nueva York (WNYC), el académico Jay Rosen reconocía que uno de los libros de Gitlin que más le habían influido era Inside Prime Time (1983), resultado de cientos de entrevistas con ejecutivos y responsables de la programación nocturna televisiva en Estados Unidos. Con más o menos conciencia sobre sus decisiones, los productores, guionistas y actores que desfilan por sus páginas revelan las presiones que reciben tanto de sus directivos como de grupos de interés conservadores. En cierta manera, Gitlin se cuela entre bambalinas para deshacer la madeja de esa hegemonía que se consume de manera inocente bajo la excusa del entretenimiento.
En sus últimos años en activo Gitlin llegó a dirigir el programa de doctorado de la Escuela de Periodismo de Columbia tras su paso por New York University. Sus estudiantes aseguran que no había tipo más metido en la política de su país y, sin embargo, más abierto a las ideas de sus alumnos y colegas internacionales. Entre los libros de su última etapa destacan Media Unlimited: How the Torrent of Images and Sounds Overwhelms Our Lives (2002), con ecos de Neil Postman, y Occupy Nation: The Roots, the Spirit, and the Promise of Occupy Wall Street (2012), que formaría un díptico ideal con su obra seminal de 1980, poniendo frente a frente la New Left de los 60 con los movimientos de protesta post-Gran Recesión del siglo XXI.
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