martes, agosto 13, 2013
Amazon y el regreso del Daily Me
De los seis novios que la consultora Allen & Co. encontró para el Washington Post, los Graham optaron por Jeff Bezos, el creador de Amazon. Epítomes de la empresa familiar de prensa, los Graham han pasado el testigo a un self-made man del mundo digital, como si quisieran señalar que el periodismo todavía tiene un futuro comercial, y que ese futuro ha de fiarse a los gurús del ‘big data’.
Los comentaristas han saludado dos aspectos de la política empresarial de Bezos que podrían beneficiar al Post y, por extensión, al resto de los ‘legacy media’: su visión a largo plazo (no le importa perder dinero unos años con tal de consolidar un buen producto en el mercado) y su obsesión por el marketing personalizado: las famosas recomendaciones de Amazon son el resultado de complejos algoritmos que ofrecen al cliente productos asociados a los patrones de compra de millones de consumidores como él. La traducción periodística de esta personalización sería una resurección del Daily Me profetizado por Nicholas Negroponte hace 18 años (Negroponte, 1995). Una publicación electrónica única para cada cliente, con noticias alusivas a sus temas de interés.
El Daily Me es, sin embargo, una negación del periodismo. El periódico, como la ciudad, es el lugar de aprendizaje incidental (“¡no sabía que esto podía interesarme!”). El periódico es también una selección autorizada (o autoritaria) de la actualidad, con la voluntad de hacer interesante lo importante. El periodismo contemporáneo está íntimamente ligado a un sistema de gobierno representativo. No es casualidad que la tecnología de desintermediación que es Internet amenace a ambos. El periodismo no consiste en satisfacer particularidades, sino en crear comunidades político-culturales. La ironía de Bezos como salvador del periodismo reside precisamente ahí, en la postulación del gurú de la desintermediación como la última esperanza del negocio de la mediación de asuntos públicos.
Quizá haya, no obstante, una relación entre el reconocimiento de patrones de datos y la clientela del periodismo. Incluso en la era de lo impreso, el sustento del periodismo no era el total de la población, sino una inmensa minoría que forma una ‘comunidad imaginada’ (Anderson, 1983) de lectores que, como tales, no se conocen entre sí pero saben de su mutua existencia. La minería de datos, traducida en muro poroso, es una manera de monetizar la fidelidad de la minoría influyente. La confusión entre la minoría de lectores y la mayoría de población la provocan los propios periodistas, que se erigen en representantes de una mayoría indignada que en realidad suele ser una minoría atenta. Los públicos no son más que creaciones retóricas del periodismo, de ahí que invertir en los medios como creadores de comunidad sea una decisión estratégica para los millonarios que buscan influencia política.
Referencias:
Anderson, B. 1983. Imagined communities: Reflections on the origin and spread of nationalism. Verso: New York.
Negroponte, N. 1995. Being digital. Knopf: New York.
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