Desconozco si mi interlocutor en aquel humilde hotel estuvo (o está) entre los manifestantes iraníes que siguen protestando contra el aparente fraude electoral del pasado 12 de junio. Pero tras aquella breve conversación, intuyo que este padre de familia podría representar bastante bien al iraní contemporáneo, al menos el más urbano: Orgulloso del potencial de sus conciudadanos, y crítico con el gobierno. Irán es sorprendente, contradictorio. Prueba de ello es el contraste entre el rigorismo islámico de algunos de sus líderes y el acceso de la mujer a la educación superior y a ciertos cargos públicos. Núcleo de la antigua Persia, el Irán actual es un lugar excepcional, de mayoría chiíta, la rama heterodoxa del Islam.
Comprender la política y la sociedad iraníes es tarea compleja, y ahí resida quizá la tibia reacción de Obama a las protestas populares en Teherán contra Ajmadineyad. Al fin y al cabo, los manifestantes no parecen querer un cambio de régimen, sino un simple recuento de votos. “Los estudiantes en Tiananmen querían una democracia verdadera, y los polacos [que simpatizaban con el movimiento Solidaridad] querían un cambio de régimen, pero los iranés podrían estar buscando algo intermedio” declaró uno de los consejeros del Presidente norteamericano al New York Times. Laura Secor, escribiendo para la revista New Yorker, se sorprendía del carácter moderado de la impresionante “ola verde” encabezada por Musavi, un insípido candidato que ya fue Primer Ministro en la década de los 80 y al que Ajmadineyad vapuleó en un curioso debate electoral.
Los estudiosos de la comunicación política habrán tomado buena nota de otra contradicción, la que se da entre limitado acceso a Internet en Irán (35% de la población, comparado, por ejemplo, con el 48,5% en España, que no destaca precisamente por su conectividad) y el papel protagónico asignado a las webs de redes sociales en las movilizaciones populares contra el régimen. En especial se ha hablado de Twitter, una herramienta de micro-blogging que se pensaba exclusiva de los más avanzados usuarios de la red. Quizá se haya subestimado la labor del servicio persa de la BBC, que el gobierno iraní ha tratado de censurar con más ahínco, si cabe, que a la propia Internet.
La revolución iraní ya tiene su icónica martir, Neda, a la que se ha inmortalizado en serigrafías que, no por casualidad, recuerdan a las de Obama. Mientras tanto, el resto del mundo observa en Irán el doble filo de las nuevas tecnologías de comunicación, que tanto ayudan al control represivo como a la escurridiza subversión. Quizá el cambio llegue más tarde de lo esperado. La crítica al poder, común entre los iraníes, no es garantía de democratización. El escritor inglés Gerald Brenan, autor del mejor libro sobre la Guerra Civil española, El laberinto español (1943), predecía que una dictadura no sobreviría mucho tiempo en España, ya que se criticaba sin compasión al gobierno en las cafeterías. La dictadura , con sus altibajos, duró 40 años.
Lecturas recomendadas:
Anónimo. 29 de junio de 2009. “Letter from Tehran: With the marchers.” The New Yorker, pp. 28-31.
BBC News. 19 de junio 2009. “Who’s who in Iran.” Online: http://news.bbc.co.uk/2/hi/middle_east/8102406.stm
Erdbrink, Thomas. 6 de junio de 2008. “Iran makes the sciences a part of its revolution.” The Washington Post.
Kapuscinski, Ryszard. 1987. El Sha o la desmesura del poder. Barcelona: Anagrama.
Markoff, John. 1 de mayo de 2009. “Cyberwar: Iranians and others outwit net censors.” The New York Times.
Murado, Miguel-Anxo. 21 de Junio de 2009. “Irán, ¿unha revolución Twitter?” La Voz de Galicia.
Sanger, David E. 28 de junio de 2009. “Understanding Iran: Represession 101.” The new York Times.
Secor, Laura. 29 de junio de 2009. “Protest vote.” The New Yorker, pp. 23-24.
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1 comentario:
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