El último vídeo atribuído a Bin Laden se dirige a “los inteligentes de la Unión Europea”, que al parecer no son otros que aquellos que sigan las admoniciones del famoso terrorista saudí. Una vez más, Internet se ofrece como el medio idóneo para la comunicación ‘política’ de los terroristas y para el reclutamiento de nuevos suicidas. Es decir, para la propaganda y para la movilización.
Aunque la reciente edición de la ‘Introducción a la Comunicación Política’ de Brian McNair considera a los terroristas actores de la comunicación política, convendría precisar que sus actividades son más propias de la propaganda que de la comunicación política, ya que esta última utiliza la persuasión (y no la coacción o la violencia) para tratar de alcanzar el poder o influír en su administración. Cierto es, sin embargo, que los terroristas se apropian cada vez más de los estilemas de la comunicación política convencional. El mencionado vídeo está elaborado por la que se considera rama mediática de Al Qaeda, Al-Sahab, cuyo logotipo se muestra en el filme cual anagrama de cadena televisiva. También se incluye una macabra cabecera de presentación con lanzas clavándose en el continente europeo.
Curiosamente, mientras la Unión Europea se ha pasado sus 50 años de vida intentando crear una identidad europea y una versión comunitaria de la languideciente OTAN, Bin Laden y el islamismo radical han resuelto en apenas un lustro estos dos desafíos del viejo continente. ¿Qué es un europeo? Un Cruzado cristiano. ¿Qué es Europa? Una unidad política en toda regla. Bin Laden no amenaza a ningún estado miembro en particular, sino a toda la Unión. Es el terrorismo islamista el que define a Europa, el que encuentra en la UE la unidad cultural, política, y militar que los propios europeos no acaban de creerse.
Pero Bin Laden se equivoca (a sabiendas, pues todo responde a un cálculo muy preciso). La argamasa que une a los estados-nación europeos no es el Cristianismo, sino el laicismo. La huella del Cristianismo es evidente (las fechas de los posts de este blog se rigen por el calendario Gregoriano) pero lo que une a los europeos no es la asistencia dominical a sus hermosas iglesias, sino precisamente su ausencia de las mismas. Este laicismo convierte a los europeos en seres muy tolerantes hacia la crítica religiosa. A veces hasta extremos poco sensibles, es cierto. El europeo medio no puede evitar sentir extrañeza por los intentos de hacer de la blasfemia un delito. Más de un cristiano-europeo consideraría saludable hacer humor crítico sobre la Santa Inquisición.
Respuestas como el vídeo del diputado holandés Geert Wilders son precisamente lo que Bin Laden anda buscando. Los islamistas radicales ya tienen una nueva excusa para cercenar cabezas, mientras el ciudadano europeo se debate entre considerar el vídeo una provocación islamofóbica o una manifestación más de la (esta sí) venerada libertad de expresión. Pero lo que aquí nos importa es que, de nuevo, Internet ha sido la válvula de difusión de un contenido que no pasó los filtros éticos (o que no venció el miedo) de los medios de comunicación convencionales.
El último número de la revista Political Science and Politics no podía resultar de más actualidad, pues recoge varios artículos sobre el islamismo en el Reino Unido y Europa. Sin duda, el fenómeno más inquietante es el de la radicalización de individuos aparentemente integrados. Saber qué es lo que lleva a un padre de familia con buena posición económica a entrar en un tren y hacerse saltar por los aires es uno de los interrogantes a los que tratan de responder autores como Akil N. Awan (“Antecedents of Islamic Political Radicalism Among Muslim Communities in Europe”, pp. 13-17) o Brendan O’Duffy (“Radical Atmosphere: Exploring Jihadist Radicalization in the UK”, pp. 37-42). Pero el papel de Internet en esta radicalización sigue siendo, a día de hoy, una incógnita.
En un reciente reportaje, el New York Times desvelaba la nueva estrategia del Pentágono para prevenir ataques terroristas: la disuasión. La hiper-vigilancia de los lugares públicos y la introducción de mensajes en los foros frecuentados por los jihadistas pretenden hacer con el islamismo lo que antes se hizo con el comunismo: intentar desmoralizarlo. Lo curioso es que los gobiernos intentan combatir comunicativamente al terrorismo con sus mismas armas. Acabamos de enterarnos de que el Gobierno de Israel ha recurrido a YouTube para colgar vídeos en los que se muestran las consecuencias de los atentados contra las escuelas talmúdicas en Jerusalén.
Moral sea quizá la palabra clave en todo este asunto. Todo Estado se vuelve menos democrático cuando entra en una guerra, por muy justa que ésta pudiera ser. En pleno conflicto la disensión y las críticas se ven como una deslealtad hacia los jóvenes que se juegan la vida en el frente. El propio ambiente político reprime la crítica a la acción de gobierno. Cuando el enemigo no es un ejército convencional sino la escurridiza serpiente del terrorismo, las reglas de la guerra se violan con más facilidad. Intelectuales de la talla de Michael Ignatieff han llegado a justificar la tortura como un mal menor y necesario para sonsacar información que puede salvar vidas. El precio es la autoridad moral del Estado democrático, que acaba deteriorándose al ponerse a la altura de su enemigo. La presunta doble moral de Occidente es uno de los temas del vídeo atribuído a Bin Laden, que saca partida al limbo paralegal de Guantánamo para imbuír de justicia sus amenzas. La justificación de la guerra es, precisamente, el título de una próxima conferencia académica en el Reino Unido, en la que se abordará el tema de la propaganda en la guerra del terror.
Afortunadamente, el extremismo no siempre gana en Internet. El vídeo triunfador de los YouTube Awards de este año en la categoría de política es una llamada al entendimiento entre culturas de la organización Avaaz.org, una red mundial de activistas que pretende “reducir la distancia entre el mundo que tenemos y el que todos, en todo el mundo, queremos tener”.
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