Parece que los políticos españoles le han cogido gusto a los vídeos en Internet. Todo comenzó hace unas semanas con una parodia del popular concurso Pasapalabra, en la que las Juventudes Socialistas caricaturizaban al adversario conservador para defender la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía. Pocos días después, el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, utilizaba la misma herramienta audiovisual para exhortar a los españoles a lucir con orgullo las enseñas nacionales en el Día de la Hispanidad (12 de octubre). Pretendía así dejar clara su posición como único baluarte de la unidad nacional de España, que estaría a punto de desgarrarse por los nacionalismos periféricos y la escalada de manifestaciones radicales contra la Corona.
Habrá quien vea en estas tendencias una nueva americanización de la precampaña electoral española, con YouTube cobrando una influencia determinante de cara a las próximas elecciones. Sí y no. Es cierto que los vídeos arriba mencionados, y sobre todo el reciente pseudo-spot de Zapatero en el que el presidente aparece riéndose de sí mismo, recuerdan a los de los candidatos norteamericanos en las primarias presidenciales. Además, el creciente negativismo y polarización que rezuman estos vídeos no tienen nada que envidiar a los spots que se emiten estos días en los medios locales de Iowa. Sin embargo, el caso español posee características que lo hacen singular.
¿Propaganda política gratuita?
En primer lugar, convendría desmontar el presunto carácter viral de estos vídeos. Intuyo que la mayoría del público no los ha conocido a través de blogs o correos electrónicos, sino a través de su difusión masiva en los medios tradicionales. Una gran baza para los partidos, que ven colocados sus spots en contexto informativo (por lo tanto, sin pagar publicidad) y en horario de máxima audiencia.
El vídeo de Pasapalabra es claramente más viral que el de Rajoy, pues va más allá de la presentación de un candidato y adopta con acierto el tono paródico común a los programas televisivos de humor político, invitando a la visión repetida y al pásalo. Sin embargo, el vídeo de Rajoy va contranatura. No pretende ser una llamada a la implicación del potencial activista (¿acaso se anuncia la web del PP?), y en ningún momento se invita al espectador a involucrarse en la campaña del partido a través de la web del partido en Internet. Ése sería el objetivo habitual de estos vídeos. Pero en el caso del vídeo de Rajoy el destinatario del spot no es el potencial activista, sino el Telediario o el boletín de noticias. Internet no es el ancla que permite al ciudadano engancharse a un partido o movimiento social, sino un mero repositorio de documentos audiovisuales cuyo principal destino es la televisión y no la pantalla del ordenador.
Independientemente de su mayor o menor proximidad al medio Internet, resulta interesante observar cómo los vídeos han sido utilizados de manera deliberada para marcar la agenda política. Es decir, la televisión no se ha hecho eco de la popularidad de un vídeo político en Internet, como pasó hace poco con el divertido “I got a crush on Obama” en Estados Unidos. La Youtubepolítica ha entrado en España domesticada por los grandes partidos y no por grupos o movimientos insurgentes. Es el propio partido el que elabora el vídeo para la televisión, utilizando Internet como medio de repetición. Es el mundo al revés, la domesticación y cooptación de la antaño revolucionaria política 2.0. De hecho, para anunciar el último vídeo de Zapatero se utilizó el canal habitual de la rueda de prensa, con el secretario de organización Pepe Blanco compareciendo en atril con forma de Z e introduciendo la campaña “Con Z de Zapatero”, que promete sucesivos vídeos.
Cabe preguntarse si los medios de masas cerrarán sus puertas a los auténticos vídeos virales, y si éstos últimos serán capaces de tener algún impacto notable si no llegan a ser nunca difundidos por televisión. Un hecho reciente invita a la reflexión: a pesar de ser incluso más divertida que el original, la réplica al vídeo de Juventudes Socialistas elaborada por los responsables del programa Nada partidarios, del canal de televisión por cable Intereconomía TV, ha tenido una limitada repercusión pública, siendo Internet su único medio de expansión. Quizá porque se trata de un vídeo producido por un determinado canal al que no interesa hacer publicidad, quizá por la filiación ideológica de los autores (el blog de Ramón Biosca pertenece a la red de blogs Anti-ZP), o porque no hay ningún partido político que legitime su introducción en la agenda mediática.
Objetivo, polarizar
En segundo lugar, es necesario preguntarse el porqué de estos vídeos. A mi modo de ver, su objetivo es la polarización y radicalización del electorado afín. Puede que Karl Rove sea a estas horas un ídolo caído en desgracia, pero tanto PP como PSOE parecen haber interiorizado su filosofía de que las elecciones no se ganan convenciendo a la mayoría de centro, sino radicalizando a los simpatizantes, que habrán de ejercer de líderes de opinión entre sus allegados.
¿Interesa un debate racional sobre la asignatura de Educación para la Ciudadanía? No, ni siquiera a su principal impulsor, el PSOE. De nada sirve que la asignatura sea producto de una recomendación de la Unión Europea. Ni que cuente con una larga tradición en Estados Unidos. Tampoco interesa que los chavales aprendan las diferencias de pensamiento entre Rousseau y Locke. Ni conocer los principios conservadores de Edmund Burke o el pensamiento liberal de John Stuart Mill. La crítica constructiva no es rentable ni reducible a medio minuto audiovisual. Lo que interesa es oponer progresismo a reacción, reducir a los socialistas a botelloneros filoterroristas e identificar a los votantes de derechas con pijos bobalicones. No se trata de convencer al ciudadano medio de las bondades de un determinado programa político, sino de exacerbar a cuantos más partidarios mejor, para que el combate final no sea una batalla de persuasión, sino de radicalización. No ganará quien consiga convencer al votante de centro, sino el que sea capaz de llevar a más correligionarios a las urnas. Para eso no se necesita el debate civilizado, sino el eslógan guerracivilista.
El debate sobre la Ley de Memoria Histórica podría ser un excelente caldo de cultivo para los vídeos virales, pero por el momento no hemos visto ninguna pieza denunciando la quema de iglesias durante la República, o mostrando testimonios de nietos de intelectuales republicanos fusilados en las cunetas. La emoción visceral es un activo que provocará repulsa a más de uno, pero que en términos estrictamente electorales suele ser rentable, si bien un tanto impredecible. En ese sentido, campaña audiovisual de Bush en 2004 fue modélica. Había vídeos con testimonios de madres cuyos hijos habían muerto en la guerra de Irak en los que ellas mismas decían lo reconfortante que había sido el abrazo del presidente. Los grupos de presión (presuntamente) independientes como los Swift Boat Veterans for Truth continuaban con los golpes bajos, denunciando la cobardía de Kerry en la guerra de Vietnam. La traslación de estas técnicas al contexto español sería peligroso y podría volverse contra el instigador. Pero no hay que descartar un outsourcing, una externalización hacia asociaciones o individuos ajenos a los partidos. Es más, podrían ser los propios partidos los que aprovechasen, filtrasen y redifundiesen vídeos que respondan a sus intereses, como hace la web de las Nuevas Generaciones madrileñas del Partido Popular.
Puestos a importar estrategias Made in USA, convendría que los políticos contemporáneos echasen la vista atrás, concretamente a la década de 1950, e imitasen al presidente norteamericano Dwight Eisenhower. No, no me refiero a la trasposición de su lema “I like Ike”, que el PSOE ha sabido traducir magistralmente en la forma de ZP, y continúa explotando en su nueva camapaña. Me refiero al momento en que Ike, en una de sus primeras ruedas de prensa televisivas, recomendó la lectura de un libro, The true believer, de Eric Hoffer. Este clásico del pensamiento político, escrito por un estibador de los muelles de San Francisco, es una de las mejores reflexiones sobre el fanatismo político que se hayan publicado jamás. Eisenhower lo utilizó sabiamente como argumentario anti-comunista.
He ahí, pues, una estrategia de márketing político a imitar: recomendar un libro cada semana para llamar a la reflexión sobre sus contenidos. ¡Qué manera más edificante de marcar la agenda! ¿VerdaZ?
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