Televisión Española comenzará el próximo martes 27 de marzo las emisiones de “Tengo una pregunta para usted”, un programa en el que cien ciudadanos representativos del total de la población del país interrogarán, en programas consecutivos, al presidente del Gobierno, el socialista José Luís Rodríguez Zapatero, y al líder de la oposición, el conservador Mariano Rajoy. Directamente importado de Francia, la versión española de “Question à vous poser” intentará imitar el éxito del original galo, que ha disfrutado de audiencias millonarias (alrededor de 8 millones de personas) en las entrevistas a Sarkozy y Royal.
El formato cuenta con una gran tradición en Estados Unidos, donde llegó a ser una de las marcas distintivas del llamado periodismo cívico (civic/public journalism), movimiento que durante los años 90 intentó reformar el periodismo norteamericano poniendo en práctica los ideales de la democracia deliberativa o conversacional. El más insigne de todos aquellos experimentos (y que, hasta donde tengo conocimiento, sigue a día de hoy en marcha) es “We the People”, una coalición de medios locales en el estado de Wisconsin (incluyendo prensa, radio, televisión e Internet) que celebra “town hall meetings” en los que ciudadanos entrevistan a candidatos. El programa empezó con una entrevista a los candidatos demócratas en las primarias presidenciales de 1992 (Bill Clinton y Jerry Brown), y desde entonces los foros ciudadanos se han repetido en los siguientes ciclos electorales, sean éstos locales, estatales, o nacionales. También se han celebrado foros para discutir temas de interés local, como educación, política energética y crecimiento urbano.
Los foros televisados también se han aplicado a temas de índole internacional. “By the People”, retransmitido por las estaciones de la televisión pública norteamericana, ha abordado asuntos de política exterior en tiempos recientes.
La cuestión fundamental en este tipo de programas es: ¿Son los ciudadanos participantes realmente representativos del total de la población? Tanto en los casos norteamericanos como europeos, las empresas periodísticas han solicitado la ayuda de compañías de investigación social para seleccionar la muestra de participantes. Televisión Española cuenta con la ayuda de la multinacional TNS Sofres, mientras que en Estados Unidos ha sido la Universidad de Stanford y su Centro para la Democracia Deliberativa la que ha patentado el método de la encuesta deliberativa (deliberative polling).
Los participantes en “Tengo una pregunta para usted” estarán afectados por importantes sesgos que conviene destacar para analizar críticamente el publicitado rigor sociológico del programa. Aunque la muestra final consiga reunir a gentes que respondan con cierta fidelidad a la variedad ideológica, económica y social de España, los seleccionados serán personas que tienen el suficiente tiempo y las suficientes ganas de viajar hasta Madrid (aunque el trayecto les salga gratis o, mejor dicho, a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado). Quienes acepten ir saben que irán a un programa de televisión de cobertura nacional, por lo que se supone que habrán de confiar en sus habilidades para hablar en público (y para una audiencia potencialmente millonaria). Además, saben que interrogarán al presidente del Gobierno o al líder de la oposición, por lo que se les supone cierto interés en asuntos públicos, quizá un interés superior a la media. El programa se enfrenta, pues, a dos clases de sesgos: el primero es común a cualquier grupo de discusión (por más que se gratifique su participación, los sujetos han de tener tiempo y confianza en sus habilidades verbales); el segundo es propio de la naturaleza mediática del evento: los participantes se dirigirán al presidente, con los micrófonos y los focos apuntándoles. No es un momento para tímidos. La diferencia entre este foro y la participación electoral convencional es que los tímidos, y los que por cualquier razón temen o no desean hacer públicas sus opiniones, sí pueden hacer oír su voz a través de las urnas. Por esta razón sólo los votos emitidos en secreto son verdaderamente democráticos.
Comparados con los programas basados en el “deliberative polling” de James Fishkin, “Tengo una pregunta para usted” presenta otras desventajas. El sistema de la Universidad de Stanford ofrece “briefings” con todos los puntos de vista sobre los temas a tratar, de manera que la discusión tiende a ser algo más informada que aquella que se inicia sin previa fase educativa. Y los participantes debaten entre sí además de hacer preguntas a cargos públicos.
En cualquier caso, por más medidas que se tomen para garantizar la representatividad de los grupos y minimizar su artificialidad, el carácter social e interactivo de los mismos presenta otro riesgo: El silenciamiento de las opiniones políticamente incorrectas. Los estudiosos de la comunicación conocen bien la clásica teoría de la espiral de silencio de Elisabeth Noelle-Neumann. Pero más reciente y menos conocida es “la ley de polarización grupal” de Cass N. Sunstein. Este profesor de la Universidad de Chicago sostiene que aquellos grupos cuya mayoría de integrantes comparten la misma opinión sobre un determinado tema, acabarán por radicalizar sus visiones después de un cierto periodo de discusión.
Según la información del diario El Mundo, “Tengo una pregunta para usted” reunirá a una muestra representativa de las orientaciones ideológicas de los españoles, por lo que se supone que el efecto de polarización será atenuado. Es más, será saludable ver en un sólo plató, por ejemplo, a partidarios de la unidad nacional del Estado y a defensores su carácter multinacional. No obstante, la naturaleza mediática del programa primará seguramente la presencia de los ciudadanos más activistas. Algo no necesariamente malo para el propio medio televisivo, que necesita de tensión y emoción.
Con todas las limitaciones apuntadas, este intento de publicitar el discurso ciudadano tiene la virtud de, potencialmente, introducir temas en la agenda pública que habitualmente pasarían desapercibidos en la relación -por veces incestuosa- entre periodistas y políticos. No obstante, esta tendencia al populismo televisivo jamás debería relegar a un segundo plano el tradicional buen periodismo. Bajo la pátina de “dejar hablar al ciudadano”, la televisión podría convertirse, de llegarse al extremo denunciado por los críticos del periodismo cívico, en un foro para gente desocupada y poco informada, fácilmente encandilable por los recursos retóricos del candidato.
Pero bienvenido sea el programa, siquiera para abrir nuevas reflexiones sobre el periodismo, la política y la democracia. ¿Acabaremos convencidos de la sabiduría del ciudadano medio? ¿O lamentando su ignorancia, como hace Bryan Caplan, profesor de la conservadora George Mason University en su provocador libro The Myth of the Rational Voter: Why Democracies Choose Bad Policies? Como decía el título de uno de estos programas deliberativos, “You be the judge.”
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2 comentarios:
Jajaja, realmente lo del Periodismo 2.0 no es nada nuevo bajo el sol. No me pierdo el programa, si puedo.
El articulo es muy interesante pues nos muestra como los medios hacen parte de la democracia, aunqeu sera interesante pensar en como la democracia compra los medios, sria siendo democracia?
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