En 2012, el cantante de la banda canadiense Nickelback, Chad Kroeger, declaró a la revista Bloomberg Businessweek que había dado con la fórmula matemática del éxito en la industria de la música. Quizá por eso las canciones de este grupo siempre resultaban ser efectivas pero poco emocionantes. Predecibles. Formulaicas. Como las novelas de aeropuerto o las pelis de tarde.
Al leer las crónicas y perfiles que entregan mis alumnos de periodismo, muchas de ellas producidas o mejoradas por ChatGPT, me he dado cuenta de que la IA generativa ha dado con la fórmula de la escritura. Al menos, con la fórmula de la escritura formulaica, que es la que enseñamos en periodismo. Esto va más allá de producir una breve narrativa con los datos de un resultado de partido o unos valores bursátiles. ChatGPT es capaz de imitar el esquema de reportaje más socorrido: arranque con anécdota de un sujeto (captación de atención mediante interés humano), encuadre de la anécdota dentro de una condición que afecta a miles o millones de personas (ya tenemos el valor-noticia del impacto social y quizá hasta la percha de actualidad) y un desarrollo que combina la vista de pájaro (estadísticas) con la vista de hormiga (citas de individuos afectados por la condición). En los párrafos finales volvemos al caso con el que abríamos y ya tenemos el cierre redondo que requiere todo reportaje.
Los textos de ChatGPT tienen fórmulas reconocibles: empiezan afirmando que “en tiempos como estos, en los que pasa tal cosa...” y avanzan, resumido, el contenido que sigue, tal y como aconsejan en cualquier curso de retórica. La aplicación genera titulares y ladillos, además de finales con un toque sentimental: “aquella fiesta no fue solo un día de diversión, sino una jornada que perduraría en la memoria de todos sus participantes”.
Solo hay un aspecto que chirría: ChatGPT tiene un sesgo demasiado optimista. Es un bienqueda: si le pides una crónica del mercado de San Miguel en Madrid, nunca te mencionará que hay vagabundos a las puertas, o que los cubos de basura en una esquina están a rebosar. Si ha de mencionar algún aspecto negativo, pondrá siempre la venda antes de la herida: “es fácil descartar este sitio como una trampa para turistas, pero es algo más, es una manera de crear comunidad entre extraños”.
Todos necesitamos protocolos y fórmulas, esquemas predecibles con los que ordenar el caos. La IA no tiene competencia a la hora de identificar y reproducir patrones. Le doy mi enhorabuena: ha clavado la fórmula de la escritura formulaica. Pero por ahora no parece dispuesta a crearse enemigos, ni a indignarse. Le sobra estilo, le falta actitud.
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