Publicado originalmente en La Revista de ACOP Núm. 57 (Etapa 2), febrero de 2021, pp. 58-59.
A finales de enero de 2021 nos dejaba Jay G. Blumler, pionero de la investigación en comunicación política. A los estudiantes de periodismo les sonará por el famoso artículo co-escrito con Gurevitch y Katz sobre los usos y gratificaciones de los medios de masas, que significó un giro copernicano al considerar a las audiencias como activas. Pero Blumler fue, además de iniciador de los estudios de comunicación política comparada, un investigador guiado por el espíritu reformista de sus valores socialistas.
Aunque muchos lo identifican como británico -no en vano pasó gran parte de su vida en Reino Unido- Blumler nació en los Estados Unidos, en el seno de una familia socialista. “Mi madre era una convencida New Dealer y mi padre fue miembro del Socialist Labor Party of America”, confesó durante una mesa redonda en Leeds en diciembre de 2008. Su formación izquierdista continuaría en el Antioch College (Yellow Springs, Ohio), donde los propios estudiantes participaban en el gobierno de la universidad. Allí aprendió que otro mundo, más participativo y democrático, era posible: “la idea de que ‘esto puede ser’ inspiraría desde entonces mi trabajo”, afirmó.
Veterano de la Segunda Guerra Mundial, Blumler aprovechó una de las becas otorgadas al amparo de la G.I.Bill para atterrizar en la London School of Economics del legendario pensador socialista Harold Laski. Allí se convertiría en uno de los editores de Socialist Commentary, la revista del Socialist Vanguard Group. Aunque el cambio social que ansiaban tardaba en llegar, se conformaban con el lema de “la transición lo es todo”. Ese ánimo normativo por una sociedad mejor alimentaría sus obras más célebres, Citizenship and television (1967) y Television and the public interest: vulnerable values in Western European broadcasting (1992), esta última editada en España por Bosch bajo el título Televisión e interés público en 1993.
Sus investigaciones sobre comunicación política comenzarían en 1963, cuando llega al histórico condado de Yorkshire para convertirse en el Granada TV Fellow de la Universidad de Leeds, en el noreste de Inglaterra. El Centre for Television Research, en el que también trabajaría otro pionero, Denis McQuail, sería el embrión del futuro Institute of Communications Research de la Universidad de Leeds, que hace unos años cambió su nombre por otro más anodino, la School of Media Communication. Los 60 fue la década de la eclosión de la televisión comercial en Reino Unido. Blumler no estaba muy contento con los estereotipos sobre las audiencias, a las que él consideraba “ambivalentes”: por una parte, desean saber sobre los partidos y la política pero, al mismo tiempo, son vulnerables al engaño”. Así, consagraría buena parte de su carrera a buscar un tipo de comunicación política que activara a las audiencias, en lugar de desinteresarlas por lo público.
Quizá por su condición bi-nacional (americano-británico), Blumler fue un precoz abanderado de la investigación comparada, ya que pensaba que los integrantes de los sistemas de comunicación política (periodistas, activistas, políticos, audiencias) variaban su manera de interactuar según el contexto. También fue pionero en estudiar la comunicación política a escala europea, coordinando el primer estudio sobre el papel de la televisión en la primera campaña de las elecciones al Parlamento Europeo en 1979 (Communicating to voters: television in the first European Parliamentary elections, 1983).
Con su colega Michael Gurevitch (fallecido en 2008) publicaría en 1995 uno de sus trabajos más influyentes, el libro The crisis of public communication, donde se acumulaba su saber sobre la cobertura de elecciones en EE.UU. y Reino Unido desde los años 60, sobre todo en lo relativo a la televisión. De sus entrevistas y observaciones en la BBC, Blumler y Gurevitch concluyeron que los periodistas se mueven entre actitudes “sacerdotales”, tratando la política como algo sagrado y serio, y “pragmáticas”, tratando la política como un elemento noticioso más, susceptible de ser espectacularizado o incluso ignorado.
Blumler mantuvo contacto con académicos de todo el mundo, a los que recibía en Leeds con alguna de las canciones con las que amenizaba sus clases. El propio José Luis Dader, uno de los fundadores de ACOP, puede dar buena fe de ello.
Durante los últimos años, el profesor Stephen Coleman ha sido quien más activamente ha tratado de poner en valor el legado de Blumler, auspiciando una ‘Blumler annual lecture’ en la Universidad de Leeds y coordinando un libro de ensayos en su honor bajo el título Can the media serve democracy? (Palgrave, 2015). En ese volumen James Curran traza un completo perfil biográfico de Blumler al que referimos a los interesados.
Durante mis años como estudiante de doctorado en Leeds tuve la oportunidad de comprobar que Blumler escuchaba atentamente las presentaciones de los más jóvenes, ensalzando en público y corrigiendo en privado: “la metáfora sobre el zapato no era de Dewey, sino de Aristóteles”, me advirtió en un aparte tras una ponencia en enero de 2008.
Con Blumler desaparece una generación de pioneros que, con sólida formación humanística y una voluntad de reforma social, se interesaron por los efectos de los medios en la democracia de posguerra. Su relevo lo toman (¿tomamos?) académicos de mayor sofisticación metodológica, pero sin el acervo de la cultura clásica y carentes de un mínimo interés por mejorar el mundo.
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