Publicado originalmente en La Revista de ACOP (Núm. 55, Etapa 2, diciembre de 2020, pp. 52-56)
Para definir los diez conceptos clave en la investigación en comunicación política de la última década, he contado con la ayuda de otros miembros del Comité Académico de ACOP. A continuación los resultados de nuestro trabajo:
1.- Exposición incidental a las noticias:
Las viejas revistas políticas decían aquello de que “informarse bien cuesta, pero compensa” para justificar el precio de sus ejemplares. Pero ahora una parte importante de la población tiene la impresión de que informarse no cuesta nada, que no requiere esfuerzo alguno. Ante la oferta infinita de contenidos, muchos optan por satisfacer sus necesidades más lúdicas, confiando en que, si son lo suficientemente importante para ellos, las noticias les llegarán de alguna forma. Esto es lo que se llama la ‘news finds me perception’, uno de los grandes conceptos de esta década acuñado por Homero Gil de Zúñiga et al. (2017). Pero esta exposición incidental tiene sus riesgos: aquellos que se dejan llevar por la marea de las redes sociales son más propensos a informarse por medios no convencionales (en muchos casos, quizá fake news) y a tener un menor conocimiento político que aquellos que buscan las noticias de forma activa.
2.- Polarización afectiva (Lidia Valera):
Junto con el clásico fenómeno de la polarización ideológica -la tendencia de partidos y ciudadanos a abrazar posiciones más extremas-, asistimos a la consolidación de la polarización afectiva, a saber, la intensificación de emociones de rechazo hacia aquellos que consideramos integrantes de otras tribus morales o identidades ideológicas (Levendusky, 2017; Westwood et al., 2018; Wagner, 2020). Ello sucede porque las opiniones políticas están en última instancia sostenidas por emociones, de forma que los ciudadanos se integran en diversas comunidades de naturaleza afectiva. Paralelamente, la moralización de la vida política de las democracias y la creciente sentimentalización de la conversación pública -auspiciada por las tecnologías digitales-, han propiciado el auge del absolutismo moral, la discriminación ideológica y la intolerancia política (Viciana et al.2019). En España, por ejemplo, los ciudadanos están mucho más divididos por la ideología y la identidad que por sus posiciones en torno a políticas públicas (Miller, 2020). La democracia deviene, en definitiva, un “régimen afectivo” (Arias Maldonado, 2016), en el que antagonismo y la animadversión entre tribus morales obstaculizan el acuerdo moral y político.
3.- Métodos computacionales (Carlos Arcila):
En el entorno de las grandes cantidades de datos, los métodos computacionales han contribuido con la actualización de los estudios en comunicación política. En primer lugar, los estudios de opinión pública se han visto beneficiados por la estimación de sentimientos en las redes sociales; en segundo lugar, la implementación de algoritmos (p. e. de recomendación o publicidad dirigida) y de robots productores de contenidos falsos en el marketing político han generado un importante reto para estimar el impacto que tienen los mensajes políticos en los ciudadanos por estas vías. La digitalización de las campañas políticas, así como la migración de muchos grupos de ciudadanos a la discusiones online, han generado la necesidad de ejecutar métodos computacionales para comprender la forma en que se desarrolla la comunicación política en las sociedades actuales. Las técnicas de big data incluyen el uso intensivo de la inteligencia artificial y el aprendizaje automático en el la recolección, análisis y modelado de datos.
4.- Política Pop (Adriana Amado):
La política pop sintetiza el fenómeno de los liderazgos mediáticos que caracterizó Giampietro Mazzoleni para Berlusconi en Europa y que tuvo exponentes en la América del siglo XXI como Hugo Chávez, Cristina Kirchner o Donald Trump. Se trata de una narrativa política, que atraviesa distintas ideologías partidarias, de izquierda a derecha, más allá del populismo político. Se trata del uso intensivo de la mediática política, en la que el líder se vuelve una marca más del espacio público. Sus consignas se apoyan en lugares comunes que ayudan a reforzar el antagonismo al definir como antipopular a cualquier postura contraria, como la antigua propaganda nacionalista. El poder del pueblo, que los pone por encima de cualquier institución, se exalta a través de la unanimidad exhibida en manifestaciones, festivales, campañas en redes que compiten en atención mediática a cualquier celebridad, a la que emulan al punto de convertir al líder en icono pop.
5.- Populismo (Miguel Ángel Simón):
Lo primero que hay que señalar al abordar UNA definición de populismo es que no existe. No hay acuerdo académico sobre cómo definir este fenómeno camaleónico que, contrariamente a lo que se suele pensar, lleva ya más de un siglo entre nosotros. Algunos autores lo identifican con una determinada estrategia (Kurt Weyland et al), otros con un estilo socio-cultural concreto al hacer política (Pierre Ostiguy et al) y un tercer grupo los considera una particular ideología (Cas Mudde et al). Sin embargo, en los últimos años se ha ido abriendo paso una definición mayoritariamente aceptada, aunque no de un modo unánime, enunciada por el politólogo Cas Mudde y que, desde un enfoque “ideacional” entiende el populismo como “una ideología delgada, que considera la sociedad dividida básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el pueblo puro frente a la elite corrupta, y que sostiene que la política debe ser la expresión de la voluntad general (volonté générale) del pueblo”. (Vid Mudde y Rovira, 2019 [2017]).
6.- Posverdad (Toni Aira):
"Palabra del Año en 2016" según el diccionario de Oxford, hace tiempo que este concepto se ha convertido en un término habitual en la actividad política, en el lenguaje de los medios de comunicación y en el debate en las redes sociales. En esencia se refiere a una pseudo-realidad manipulada, distorsión premeditada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. En una política donde el factor emocional gana peso frente al emocional, donde más sistemáticamente que nunca se apela a la razón a través de la emoción, la relativización adjunta que esto acarrea respecto de los datos y de la opinión de los expertos abre la puerta a este tipo de discurso donde, para definir la opinión pública, los hechos objetivos influyen menos que los argumentos que apelan a las emociones o las creencias.
7.- Discursos del odio:
¿Se puede prohibir un sentimiento como el odio? Seguramente no, pero desde el trauma que supuso el Holocausto se cree que el odio, cuando se manifiesta públicamente hacia una minoría, es la antesala del genocidio. Mientras que la tradición norteamericana limita la libre expresión solamente en aquellos casos en los que se profiere una amenaza clara e inminente, la tradición europea quiere impedir discursos que, aunque no anuncien explícitamente violencia, contribuyan a crear un caldo de cultivo de odio contra un determinado grupo social. El problema es que la línea que separa la prevención de discursos de oprobio y la censura es muy fina. Es más, en algunos contextos, como advierte Cherian George (2016), los colectivos extremistas pueden exagerar su ofensa hacia ciertas expresiones críticas con sus creencias para endurecer las leyes contra el discurso del odio, hasta el punto de cercenar cualquier tipo de crítica a su extremismo.
8.- Mediatización:
Dícese de la adaptación de los actores políticos a las formas de trabajar de los medios de comunicación, que se convertirían en las instituciones centrales en el proceso de comunicación política. La política se mediatiza cuando se somete a la lógica de los medios. Es un proceso tan antiguo como la popularización de los medios de masas: planificar los canutazos o sound-bites para las televisiones o diseñar la escenografía de los mítines pensando en los tiros de cámara serían ejemplos de mediatización.
9.- Platform politics:
Es la mediatización de la era digital. Las redes sociales reemplazan a los viejos medios de masas como los principales canales de relación entre políticos y ciudadanos. Pero esta plaza pública digital es, si cabe, todavía menos plural que la analógica: unas pocas y corporaciones concentran de manera oligopolística la actividad política online, obligando a los actores políticos a asumir sus lógicas y sus normas. De ahí que dichas plataformas se vean obligadas a cierta forma de accountability (ej. la biblioteca de anuncios políticos de Facebook) o regulación del discurso (ej. los disclaimers de Twitter en los que se advierte que las afirmaciones de un presidente podrían no corresponderse con la verdad).
10.- Propaganda computacional (Paloma Piqueiras):
De las investigaciones académicas que estudian la relación entre las ideas políticas y su circulación a través de las redes sociales, se ha desprendido un nuevo concepto: “propaganda computacional”. El término hace referencia al uso de algoritmos y automatización para distribuir deliberadamente información engañosa a través de internet (Woolley y Howard, 2016). De este modo, cuando nos referimos a la “propaganda computacional” estamos englobando en una única expresión todos los esfuerzos de manipulación y desinformación digital. La propaganda computacional es posible gracias a los bots, un software que recopila información sobre los usuarios de las redes y que, a continuación, haciéndose pasar por un usuario humano, emite mensajes, interactúa con contenido ajeno y aplica algoritmos de tendencias. Su alcance es de tal magnitud que un grupo reducido de personas pueden crear un ejército de bots con la intención de usarlos como herramienta de manipulación política a gran escala.
Referencias:
Arias Maldonado, Manuel (2016). La democracia sentimental: Política y emociones en el siglo XXI. Barcelona: Página Indómita.
George, Cherian (2016). Hate spin: The manufacture of religious offence and its threat to democracy. Cambridge (Massachusetts): The MIT Press.
Gil de Zúñiga, Homero; Weeks, Brian y Ardèvol-Abreu, Alberto. (2017). “Effects of the News-Finds-Me Perception in Communication: Social Media Use Implications for News Seeking and Learning About Politics”, Journal of Computer-Mediated Communication, vol. 22(3), https://doi.org/10.1111/jcc4.12185
Levendusky, Matthew S. (2017). “Americans, Not Partisans: Can Priming American National Identity Reduce Affective Polarization?”, The Journal of Politics, vol. 80(1), https://doi.org/10.1086/693987
Miller, Luis (2020). “Polarización en España: más divididos por ideología e identidad que por políticas públicas”. Esade. http://itemsweb.esade.edu/research/EsadeEcPol-insight-polarizacion.pdf
Mudde, Cas y Rovira, Cristóbal (2019) [2017]. Populismo. Una breve introducción [Populism. A Very Short Introduction]. Madrid: Alianza Editorial
Viciana, Hugo; Gaitán, Antonio, Hanninken, Ivar (2019). “Polarización afectiva: entre el tribalismo y el absolutismo moral”, Agenda Pública (El País).
http://agendapublica.elpais.com/polarizacion-afectiva-entre-el-tribalismo-y-el-absolutismo-moral/
Wagner, Markus (2020). “Affective polarization in multiparty systems”, Electoral Studies, published online August 14th 2020.
https://doi.org/10.1016/j.electstud.2020.102199
Westwood, Sean J.; Iyengar, Shanto; Walgrave, Stefaan; Leonisio, Rafael; Miller, Luis; Striijbis, Oliver (2018). “The tie that divides: cross-national evidence of the primacy of partyism”, European Journal of Political Research, vol. 57, pp. 333-354.
https://doi.org/10.1111/1475-6765.12228
Woolley, S. C., y Howard, Philip (2017). Computational propaganda worldwide: Executive summary (pp. 1–15). The Computational Propaganda Project.
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