Dice El Mundo en su portada de este sábado que el debate organizado por la Asociación Demos en la Universidad Carlos III que enfrentó a Iglesias y a Rivera (Sánchez y Rajoy declinaron ir) ha marcado “un punto de inflexión en la historia de los debates en España”. Es cierto. He aquí las claves:
1.- No hace falta cronómetro. Cuando la voluntad de los organizadores y del moderador es la de ser justos y propiciar un debate dinámico y equilibrado, nadie se va a molestar por tener tres segundos de más o de menos. En el debate de este viernes no hubo cronómetro y nadie considera que la administración de los tiempos fuese injusta. Había una organización mínimamente pactada (cinco minutos de introducción, un minuto para finalizar, dos minutos de introducción para cada bloque: economía, sanidad y pensiones, educación y reforma democrática). Y ya está.
2.- El moderador fue un auténtico moderador. El periodista de Onda Cero Carlos Alsina supo pedir brevedad en las exposiciones y animó a una contrarréplica en cada argumento. Actuó como buen periodista al pedir a los candidatos una explicación sobre las diferencias entre la renta básica y el complemento salarial. Sabiamente, optó por dar voz al público cuando vio que el debate entre candidatos se comía la posibilidad de participación de la audiencia. Alsina hizo dos preguntas clave ligadas a la actualidad del momento: 1) ¿Existen guerras justas? (en referencia a la conveniencia de intervenir en Siria) y 2) ¿Debe el Gobierno rescatar a Abengoa? (en pre-concurso de acreedores, la noticia acababa de saltar el día anterior). Preguntas acertadas en su formulación que nadie consideró fuera de lugar pese a salirse del programa pactado.
3.- Vuelve la retórica. La capacidad para saber expresarse es un arma poderosísima y peligrosa. Que se lo pregunten a Pizarro, que perdió un debate con un Solbes de zorrería desconocida. A Rivera se le nota su formación en las ligas de debate: sus puntos argumentales no son más de tres (frente a las interminables listas de Iglesias) y el final, con la cita de Suárez (hacer normal en las instituciones lo que es normal en la calle) estaba muy bien preparado. Iglesias también tenía bien trabajadas sus frases-titular: “muchas gracias, 1978, hola 2016” (reforma frente a ruptura, quién lo diría) y “cortar el agua al pez” en vez de “dar una patada al avispero” en referencia a la necesidad de priorizar el corte de la financiación de los terroristas frente a nuevos bombardeos.
4.- La universidad como foro político idóneo. Estamos acostumbrados a que las universidades norteamericanas se ofrezcan como las sedes de los debates presidenciales, pero el debate de este viernes en la Carlos III fue el primero en sede universitaria en la historia de la democracia española. No por casualidad los propios universitarios provocaron el principal motivo de guasa en el debate (sobre si los candidatos han leído o no a Kant) y le otorgaron a la convocatoria un tono festivo y jovial, pero al mismo tiempo serio y comprometido.
5.- La sociedad civil toma protagonismo. Los politólogos suelen decir que los partidos políticos pertenecen más a las instituciones que a la sociedad civil. Hasta ahora, era cierto. Pero el hecho de que este debate haya sido organizado por una asociación universitaria es elocuente. La realización fue sobria pero efectiva. No hicieron falta grandes despliegues técnicos. Había ilusión y ganas. Seguramente los debates que faltan contarán con mucho más presupuesto, pero carecerán de la energía y la espontaneidad del de la Carlos III. Los universitarios han hecho historia y han puesto a la clase política en el brete de intentar estar a su altura. La Fundación Encuentro se preguntaba hace años en la portada de uno de sus libros si existía sociedad civil en España. Ahora no hay duda. La hay. Está pidiendo paso.
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