El pasado viernes, la cadena estadounidense ABC emitió un programa especial sobre la polarización política en Estados Unidos. Dos experimentos llevados a cabo por reconocidos académicos indagaron en las posibles causas de la división política norteamericana:
Cass Sunstein, profesor de Derecho en la Universidad de Chicago, demostró que la gente de la misma opinión, cuando se reúne para hablar de asuntos políticos, tiende a radicalizar sus posiciones iniciales. Las comunidades homogéneas, en consecuencia, fomentan el extremismo político.
Diana Mutz, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Pensilvania, estudió el (negativo) impacto de la llamada “Shout TV” (televisión del grito, en traducción literal) en la capacidad de los espectadores para procesar información política.
El fragmento del programa en el que se recoge el experimento de Mutz está disponible en webcast. Mutz publicó el pasado mes de marzo el libro Hearing the Other Side: Deliberative versus Participatory Democracy (Cambridge University Press, 2006). La autora concluye que las teorías de la democracia deliberativa y la democracia participativa son hasta cierto punto incompatibles: “La participación entusiasta raramente coexiste con la exposición a puntos de vista diversos o la cuidadosa consideración de alternativas políticas” (p. 133).
El partidismo facilita la acción política, pero dificulta la asimilación de información. El partidismo es movilizador, pero también cegador. Las democracias contemporáneas tienen ante sí el desafío de encontrar el equilibrio adecuado entre la activa participación de los entusiastas y la pasividad de los moderados. Los activistas políticos raramente deliberan (están convencidos de que su opinión es la correcta), mientras que los moderados tienen verdaderas dificultades para movilizarse.
Contraria a las voces que abogan por fortalecer los lazos comunitarios para mejorar la democracia, Mutz prefiere la existencia de comunidades de lazos débiles, donde el intercambio de opiniones políticas diferentes favorece la tolerancia y atenúa las tentaciones extremistas presentes en las comunidades homogéneas.
La reciente deriva de los medios de comunicación hacia el partidismo, advierte Mutz, refuerza la polarización. La exposición selectiva a los medios que refuerzan las propias opiniones impide oír el otro lado. Una sociedad con medios de comunicación partidistas puede ser más participativa, pero también menos deliberativa y, en consecuencia, menos tolerante.
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